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ABC MADRID 07-04-2008 página 80
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ABC MADRID 07-04-2008 página 80

  • EdiciónABC, MADRID
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80 CULTURAyESPECTÁCULOS LUNES 7 s 4 s 2008 ABC CLÁSICA Liceo de cámara. Obras de Joseph Haydn, Ludwig va Beethoven y Hèctor Parra (estreno) Int. Trío Jean Paul. Lugar: Auditorio Nacional de Música. Fecha: 3- IV FLAMENCO XXIV Jornadas Flamencas Título: Santo y seña Baile: Eva La Yerbabuena. Cuerpo de baile: Juan Carlos Cardoso, Eduardo Guerrero, Alejandro Rodrígeuz y Juan Manuel Zurano. Cante: Enrique Sordera, Pepe de Pura y Jeromo Segura. Guitarra: Paco Jarana y Manuel de la Luz. Percusión: Raúl Rodriguez. Saxo y flauta: Ignacio Vidaechea. Palmas: Carlos Grilo y Luis Cantarote. Lugar: Teatro Tomás y Valiente de Fuenlabrada. Fecha: 4- 4- 2008. Hoy y ayer ALBERTO GONZÁLEZ LAPUENTE Pocas veces el Liceo de Cámara ha sido tan ordenado. Con la justificación del homenaje que, en esta edición, se hace a Joseph Haydn, ofrece la interpretación de sus cuartetos en estricto sentido cronológico. Y, a su alrededor, completando los veintidós conciertos de la decimosexta edición, otras obras para ayudar a entenderlos o jugar al contraste. Entre estas se pueden encontrar varios tríos del propio Haydn, otros de Beethoven e, incluso, alguna composición más moderna. Ha sucedido en el concierto del Trío Jean Paul con el estreno de Knotted Fields Piano Trio núm. 2 de Héctor Parra (Barcelona, 1976) En realidad, la temporada del Liceo de Cámara se configura a través de un argumento más profundo: el triunfo de la forma Parra ha sido fiel al lema proponiendo una obra que ha llamado la atención por su sólida configuración, orden, poderosa y bien armada escritura. No hay mejores herramientas para asentar un oficio sobre el que desplegar la imaginación. Especialmente, si se manejan a partir de una material que es abundante en recursos, una sintaxis variada capaz de dar amenidad al discurso y una expresividad con tendencia a lo elocuente. Desde la densidad de lo oscuro y lo percutido, a partir de interesantes detalles tímbricos con desplazamientos en el registro hacia el agudo, la obra desemboca en una tercera sección, con peculiares diálogos instrumentales, algún atisbo melódico y un remate que se diluye en el silencio y atrapa la escucha. El Trío Jean Paul interpretó la obra con solvencia, poniendo peso, sustancia y empaste. También así dio vuelo a dos tríos de Haydn y al de Beethoven. Con una cierta homogeneidad de estilo, más coherente con la energía musical beethoveniana que con la ingravidez clásica de Haydn. Fue el resultado de unir el carisma del violinista Ulf Schneider, el respaldo del bien empastado piano de Martin Löhr (a quien se le hicieron algo complicadas las Variaciones en fa menor de Haydn) y el colaborador trabajo del más prudente violonchelista Eckart Hailigers. Eva Yerbabuena, entre aclamaciones MANUEL RÍOS RUIZ Indiscutiblemente, Santo y seña es uno de los espectáculos flamencos más significativos de los años que han transcurrido de este siglo. Así de claro hay que reconocerlo. Luce pleno de jondura desde una patente sobriedad. Todo su contenido es clásico y, sin embargo, todo su contenido aparece nuevo a nuestros ojos, gracias a un tratamiento personal de la tradición. Y es así porque Eva La Yerbabuena ha sumido los estilos del género profundamente, tanto que, por ello, los expresa originándolos, por paradójico que resulte. Sí, les imprime originalidad, los engrandece sin deformarlos, nos los revela suyos de tan bien heredados. Es decir, les ha injertado imaginación al coreografiarlos y los magnifica con su braceo y la musicalidad de sus zapateados, en una conjunción corporal tan donosa como resplandeciente. Es admirable su versión siguiriyera, mezclando y fundiendo sutileza y tragirrabia. Es un ejemplo de baile por siguiriya el suyo, que desde luego pasará a los anales. Eva La Yerbabuena, cuya trayectoria se encuentra en su cenit, ha querido recoger en su más lograda función, los pasajes más esenciales de sus anteriores programas, lo cual supone un gran acierto, y nos ofrece, junto al comentado baile por siguiriyas, otro sumamente enjundioso por cantiñas, con bata de cola, sus cadenciosos tientos- tangos y un popurrí festero repajolero y vibrante. Aclamada continuamente por el público, la bailaora granadina dio razón consumada de su arte, poniendo de manifiesto el porqué de su éxito universal. Con ella, un cuadro flamenco excelente, con la dirección de Paco Jarana a la guitarra. Lo dicho, Santo y seña es un espectáculo flamenco digno de encomio por su sobriedad y jondura. Ian Curtis, durante una actuación ABC La cara B de Ian Curtis Se publican en España, por primera vez, Touching From A Distance las memorias de Deborah Curtis, viuda del malogrado líder de Joy Division y autor de una de las obras más conmovedoras, por su hermosura y su crudeza, de la historia del rock J. LILLO MADRID. Ian volvió a casa con una cinta de Closer Si la hubiese escuchado, quizá yo también pudiera intuir lo que pasaba por su cabeza, pero no teníamos reproductor de cintas No se me permitía asistir a conciertos, por lo que no escuché ninguna canción desde el Unknown Pleasures Tampoco pude explorar en los textos de las canciones. Puede que sintiese compasión por todo lo que estaba pasando, pero no tenía ni idea de lo que era sufrir por algo sin saber de qué se trata asegura Deborah Curtis sobre la agonía de su marido, Ian Curtis, líder de Joy Division, en las últimas páginas de Touching From A Distance (Metropolitan) memorias que sirvieron de base al guión de Control de Anton Corbijn, y que por primera vez son traducidas al español. Alejada a su pesar del entorno profesional y creativo de su esposo, obligada a permanecer en casa para no afear con su vulgar estampa doméstica la rentable imagen maldita de una de los primeros ídolos del rock alternativo, Deborah Curtis pasa por alto el proceso de composición y producción de las obras maestras de Joy Division para centrarse en los detalles de su drama matrimonial y las cercanías del mito. Si el descarnado material lírico elaborado por Ian Curtis sirvió, tras su suicidio, cuando fue editado, para reconstruir la tragedia que lo llevó a ahorcarse, lo que cuenta su viuda es su batalla por cuidar a una persona fatalmente herida, aquejada de epilepsia y desbordada por una relación extraconyugal y un éxito que terminaron por sacarlo de quicio. Me confesó lo infeliz que se sentía en el negocio de la música. Me dijo que en cuanto editaron Transmission y Unknown Pleasures sus aspiraciones estaban colmadas. Todo lo que siempre quiso fue tener un single y un álbum editado. No le quedaba nada por hacer recuerda Deborah Curtis en una de sus contadas aproximaciones a la obra del autor de The Eternal que no terminaba de entender y que, sobre el escenario, se manifestaba para regocijo de un público y una crítica musical que celebraban la desesperación de un ídolo más hermoso cuanto más herido. Las memorias de Deborah Curtis también son la historia de una humillación prolongada, la amarga cara b del rock de promoción y escenario. Completada con generosos anexos documentales- -discografía, listado de conciertos, letras de canciones y escritos inacabados- -y lastrada por una traducción muy deficiente, la edición española de Touching From A Distance muestra a una Deborah Curtis que, deslumbrada por la rareza de un muchacho obsesionado por los mártires del rock, la muerte prematura y la música de David Bowie, terminó por esclavizarla. De repente, después de ocho años diciéndome lo que me debía poner, el maquillaje que debía llevar y qué música escuchar, me sentía sola, como si me hubiesen otorgado la libertad y no supiese que hacer con ella confiesa la viuda de Ian Curtis en las páginas dedicadas a la ruptura de su matrimonio, nunca consumada. Pese a todo, Deborah Curtis no escribe sus memorias desde el rencor, sino desde el amor que sentía hacia un ser, vulnerable y cobarde, al que siempre trató de proteger. Su libro, aunque alejado de cualquier enfoque pasional y de marcadas formas periodísticas, representa una sonora declaración de amor a uno de los maestros del rock del siglo XX. Amor y muerte Touching From A Distance cuenta, muy lejos del campo de acción de la gloria artística, la vida prosaica de una mujer cuyos únicos empeños son aprobar el permiso de conducir, pagar los recibos de la luz para que no se la corten, criar a su bebé y, sobre todo, salvar a su marido de una enfermedad

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