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ABC MADRID 06-04-2008 página 5
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ABC MADRID 06-04-2008 página 5

  • EdiciónABC, MADRID
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4- 5 D 7 LOS DOMINGOS DE Isabel García junto a su esposo, el pederasta Santiago del Valle. Ella fue testigo cómplice de cómo el criminal obligaba a su hija de 5 años a masturbarle RAÚL DOBLADO Madres cómplices POR VIRGINIA RÓDENAS Abuso sexual ta entre nosotros y se cuela brutal, al calor impune del hogar, entre las piernas de los hijos. Ángel Cantero Ramajo, de 59 años, y natural de la localidad extremeña de Cilleros, buen padre, con una correcta imagen social, trabajador, serio, respetuoso de las normas y partícipe junto a su mujer y sus hijos en actividades de ocio -según resolución de la Audiencia Provincial de Navarra- -es condenado (5 de marzo) a 94 años de cárcel por violar y abusar de sus tres hijas con pleno conocimiento y voluntad durante más de 20 años y desde que las niñas tenían 3 años; la madre, Carmen T. T. que lo sabía todo- -recoge la sentencia- pero no quería verlo declaró a favor del criminal. El vecino de Morón de la Frontera (Sevilla) F G. S. de 45 años, es condenado (30 de noviembre de 2007) a 9 años y medio de prisión por abusar de su hija desde los 12 hasta los 14 años mientras la madre prefirió cerrar los ojos a lo que estaba sucediendo y el penado obtuvo el silencio de la niña con amenazas como la de cortarle la lengua El pasado 17 de septiembre la Audiencia de Guipúzcoa condenaba a 6 años de presidio a un matrimonio por abusar de su hijo, al que implicaron en sus relaciones sexuales desde que tenía 2 años, situación de la que alertó el pediatra de la criatura a la Diputación de Gui (Pasa a la página siguiente) Historias negras Isabel García, mujer del pederasta que acabó con la niña Mari Luz, había sido condenada por connivencia con el criminal en el abuso sexual continuado a su propia hija de 5 años. No es el horror aislado: el infierno de menores violados crepita en el silencio de decenas de madres cómplices enía 10 años. Mi madre- -explica Cristina, ya cumplidos los 17- -dio a luz a mi hermano pequeño y yo hacía gimnasia rítmica, y siempre ensayaba en la cocina que era muy grande y siempre bailaba yo sola ahí y mi padre se metió en la cocina. Y... me dijo que me quitara la ropa, y yo me la quité. Yo no sabía lo que iba a hacer ni nada, y que me abriera de piernas como hacía en gimnasia rítmica. Yo lo hice y empezó a tocar- -llora- A partir de ahí venía casi todas las noches, entraba en mi habitación. A mis hermanas yo creo que no las hacía nada, pero en mi cama se sentaba y me metía la mano por debajo del pijama. Yo creo que mi madre, no sé, mi madre alguna vez sospecharía, porque en- T traba o algo, y no sé, intentaba estar el más tiempo posible para que mi padre no me hiciera nada. Pero no sé, no sé si saberlo... yo creo que no lo sabría. A veces por el día, cuando mi madre se iba a comprar o algo y me quedaba yo sola en casa, pues igual. Y así estuvo hasta que cumplí yo los 14. No dije nada porque tenía miedo, me daba vergüenza, yo que sé, me sentía como si, no sé, como si no me fuese a creer mi madre y encima me iba a regañar. Y luego encima otra cosa... ¡ya mi padre! El relato de Cris es el testimonio de una víctima de incesto ante los peritos de la Clínica Médico- Forense de Madrid, que forma parte del estudio Abuso sexual infantil. Evaluación de la credibilidad del testimonio (Edit. Centro Reina So- fía) coordinado por la psicóloga de ese departamento judicial Blanca Vázquez. También es el grano de arena en el desierto de las denuncias sobre abusos a menores- -únicamente un 15 se da a conocer a las autoridades y un escaso 5 acaba en proceso judicial- También es el tormento dibujado con palabras incapaces de abarcar tanto dolor como se oculta tras la losa silente de la que muchos no logran liberarse nunca y que en su edad adulta- -sólo un 2 de los casos de abuso sexual familiar se conoce al tiempo que ocurren- -les impide besar siquiera a sus propios hijos, esos otros huérfanos de caricias maternas que sobreviven al socaire de un viento ciclónico que quiebra los afectos. Y también es la prueba de que el mal absoluto habi-

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