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ABC MADRID 27-03-2008 página 81
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ABC MADRID 27-03-2008 página 81

  • EdiciónABC, MADRID
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ABC JUEVES 27 s 3 s 2008 CULTURAyESPECTÁCULOS 81 ÓPERA CLÁSICA Tamerlano Autor: Haendel. Int. M. Bacelli, P. Domingo, I. Bohlin, S. Mingardo, J. Holloway, L. De Donato, Orquesta Titular del Teatro Real. Dir. escena: G. Vick. Dir. musical: P. McCreesh. Lugar: Teatro Real. Fecha: 25- III C. Grandes Intérpretes Obras de W. A. Mozart, G. Ligeti y F. Schubert. Pianista: P. Lewis. Lugar: Auditorio Nacional Madrid. Fecha: 25- I03- 08 Tumulti dell alma ALBERTO GONZÁLEZ LAPUENTE A Plácido Domingo le gusta sufrir. Lo ha hecho al lado de más de un centenar de personajes representados sobre el escenario. Y aún sigue en ello. Podría descansar, que para algo ha de servir la experiencia y la madurez, pero, muy al contrario, sigue recalcitrante mientras atraviesa la larga senda de la veteranía. En un golpe de efecto ha decidido ahora hacer suya la tragedia del sultán otomano Bayaceto, al que acaba de dar vida bajo el nombre de Bajazet, tal y como aparece en Tamerlano la ópera de Haendel que ayer se estrenó en el Teatro Real. No hay duda de que el reto asumido por Domingo es meritorio. Supone mirar al Barroco, un espacio tiempo que cualquiera, en buena lid, creería alejado de su naturaleza. Que, además, lo haya hecho en Madrid, es una deferencia que le añade interés a una de las temporadas más sugerentes de cuantas se han realizado en la corta historia del moderno Teatro Real. Visto así, quizá la noticia de hoy sea la actuación ayer de Domingo. Pero no sería justo que todo quedara reducido a este hecho, al fin y al cabo algo de complejidad tiene el mundo de la ópera. Especialmente ante este Tamerlano frente al que caben dos modos de observación: desde la totalidad o en el detalle. Y de fijarse en este se observará que cabe reducirlo a una reunión de contrarios. Desde el mismo arranque fue evidente. De manera singular en este momento pues fue cuando se manifestó la dificultad de la Orquesta Titular para alcanzar un sonido convincente, obligada por Paul McCreesh a restaurar lo que le es ajeno. Tanto como para que la entrada de las flautas barrocas en el aria Deh, lascatemi il nemico convirtiera al conjunto en algo demasiado contradictorio. Luego el oído se hace a todo, se toca con más aplomo, se pone más interés en el fin que en el medio, y la obra adquiere un pálpito interesante. Tamerlano se hizo más consistente. En el caso de las voces la senda fue similar. Domingo con voz grande, convenciendo que Exquisito Paul Lewis ANTONIO IGLESIAS En el Ciclo de Grandes Intérpretes de la Fundación Scherzo, celebrado en la Sala Sinfónica del Auditorio, acabamos de escuchar al pianista inglés, Paul Lewis, hacia el que dirijo sin reserva alguna mis volcados elogios a su evidente talla de concertista, por dominador de un teclado y tenaces delicadezas, algo que puede conducirle en momentos, múltiples, a aflorar demasiado las teclas sin hundirlas, inconveniente con toda clase de música, pero todavía más en la escrita dentro del romanticismo; también en Mozart como, aún más cuando el color schubertiano resplandece más y más, como ocurre en la Sonata en Sol mayor, D 894 reconocida por todos como su Sonata Fantasía página no siempre entendida dentro de un vuelo realmente fantástico, al que le sobran toda suerte de exquisiteces. Pero la versión que de página tan hermosa e interesante, con la que Lewis cerraba su actuación, verdadero botón de muestra para todo pianista, su apreciación conjunta merece un calificativo de modélica para centrar todo lo mejor de un artista que, sorpresivamente, milita entre aquellos genios del teclado que, dominadores de la partitura, saben y pueden exponerla con seriedad ya desacostumbrada, sin precipitaciones en la rapidez, sino hasta complaciéndose en algo que hoy se rehuye: la serenidad expositiva. Otro aplauso ha de serle añadido a Lewis, quien con ejemplaridad introdujo dentro de su programa a Ligeti, figura incuestionable de la música actual, fallecido en fechas recientes y reconocido mundialmente por sus aportaciones, especialmente en el terreno de la electrónica. Es así, incluyendo sus nombres dentro de una serie de conciertos habitual, como se debe dar a conocer una contemporaneidad. Su suite Música ricercata es una serie de cortas- -y no tanto en ocasiones- -páginas de nuestro tiempo como estos apuntes que, sobre una idea quizá elemental, se constituye en música que, bien interpretada, como es este el caso, se deja hasta admirar por sus logros en el contraste, por ejemplo. Mozart fue con Schubert quien completó una sesión interesante de verdad. Plácido Domingo (Bajazet) e Ingela Bohlin (Asteria) durante el ensayo general lo heroico no había de llegar por la pulcritud en el acabado, agilidades incluidas, sino por una elocuencia expresiva que le es más cercana. Encontró su mejor baza en la angustiada A suoi piedi padre esangue pues ahí importó el trazo largo, el fiato pudiendo recrearse en cierta agógica que ni la enfurecida Empio, per farti guerra ni la cuadratura de McCreesh ante lo ágil, le permitió. Lo curioso fue comprobar la diferencia de presencia y estilo entre el tenor y el resto del reparto. Voces pequeñas (la de Luigi De Donato, en una noche poco afortunada ha de quedar fuera) que necesitaron su tiempo para calentar, pero voces todas ellas de buena afinación, limpieza en los adornos y cuidado en la transcripción de los afectos. Sara Mingardo la primera, pues su Andronico tuvo encanto desde la cariñosa y cálida Bella Asteria que marcó el verdadero inicio de la obra, hasta otras arias de mayor lucimiento, a la cabeza Benché mi sprezzi l idol che adoro Monica Bacelli, le puso voz al protagonista, comenzando con la voz muy atrás y resolviéndolo en el desarrollo de la obra con soltura escénica y gusto. Lo tuvo también, aunque con mayor superficialidad Jennifer Holloway, en el papel de Irene, e Ingela Bohlin quien manifestó en la primera y delicada aria de Asteria, Se non mi vuol amar algunos sonidos fijos y cierto desgarro en el registro agudo que fue templando poco a poco. También con paso decidido este Tamerlano caminó hacia espacios más firmes. Tiene la suerte de estar guiado por el trabajo escénico de Graham Vick quien recrea un esteticis- JAVIER DEL REAL El reto asumido por Plácido Domingo es meritorio. Su estreno en Madrid es una deferencia que añade interés a una de las temporadas más sugerentes que se han llevado a cabo en el moderno Teatro Real mo ordenado, pulcro y minucioso en el detalle, que se abre una nueva amplitud que trasciende inteligentemente el sentido original de ópera de interiores. Posiblemente hay una coherencia de fondo entre la serenidad que observa la vista y la ancha temporalidad de la obra, sin que esto niegue la presencia de momentos visualmente poderosos: ya puede ser el arranque con Bajazet oprimido por un globo (mundo) que sujeta un inmenso pie, ya el interior del mismo convertido en el dorado trono de Tamerlano, ya el agujero negro que acaba siendo la puerta hacia el Averno por donde se perderá Bajazet. No importa. Para entonces la representación deja de llamar la atención por sus detalles. Domingo muere con la resolución y el convencimiento escénico de quien tanto ha sufrido. Los demás asisten y asienten en un lieto fine cantando con encantadora igualdad. Paul McCreesh le encuentra efusión a una orquesta que suena con cierto atractivo. Y Tamerlano se convierte en una ópera de posibles. Tiene mérito, no hay duda.

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