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ABC MADRID 22-09-2007 página 61
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  • EdiciónABC, MADRID
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6- 7 S 6 LOS SÁBADOS DE Primera sesión Mañana domingo, con ABC, por sólo 5,95 euros, el DVDlibro de Arsénico por compasión una de las películas de humor negro más divertidas de la historia del cine POR LUIS CONDE- SALAZAR GRAN CINE condía muchas tablas teatrales, además de un denodado trabajo de preparación y una conciencia de la importancia que tenía su propia imagen, definida desde que Mae West lo incorporó entre sus favoritos alrededor de un arquetipo de nueva masculinidad. En este sentido, es obvio que como otros actores verdaderamente grandes, Katherine Hepburn, Gary Cooper o Paul Newman entre ellos, se limitaba a ser él mismo, pues era consciente de que en pantalla se desdoblaba en un modelo de deseo, en la forma y el fondo, que correspondía con su cuerpo y espíritu. La silueta impecable de trajes cruzados a medida con el corte de los famosos sastres londinenses de Saville Row, fabricados en tejidos de calidad- -lanas, sedas, alpacas, linos y algodones cuyo tacto subrayaba el estilo innato de quienes los poseían- -con la raya en el pelo de izquierda a derecha (según indicación del famoso director Erich von Stroheim) y unos zapatos impecables, servía de envoltorio a un cuerpo joven y atlético que apenas se prodigaba para que la imaginación del espectador pusiera lo demás. La heroicidad de Cary Grant no resultaba sin embargo inhumana. Como el hombre común y urbano de la sociedad de masas cuyos sueños ejemplifica, se mancha y ensucia en el duro trabajo de la vida (un ejemplo entre tantos, la escena de la avioneta en Con la muerte en los talones Luego regresa a hoteles de lujo y junto a mujeres bellas, retorna al mundo al que ha logrado ascender y allí se ducha, en muchas películas: el servicio de habitaciones se ocupa del resto. Así, el mensaje poderoso de la movilidad social, el sueño americano hecho carne de cine, encuentra en Cary Grant su agente más poderoso, el más convincente también porque su origen británico evidencia que esa transferencia de la calidad aristocrática y europea de la vida al vasto territorio de las masas y El sueño americano los hombres y mujeres corrientes es posible. La operación se complementa en una armonización con rasgos de carácter no menos definidos, calificados por algunos como el agresivo encanto de Cary Grant, que sin embargo no le hizo como hombre en la pantalla torpe, bobo, asexuado, pasivo o minusválido sentimental, al uso de tantas teleseries norteamericanas actuales. ¿Cuál fue el secreto? Algo de ello tuvo que ver su aparente subordinación, en un siglo XX cuya única y verdadera revolución ha sido la representada por el acceso de las mujeres a los espacios públicos, a grandes personajes y actrices, que creyeron seducirle: Irene Dunne en La terrible verdad Katherine Hepburn en La fiera de mi niña Rita Hayworth en Sólo los ángeles tienen alas Ingrid Bergman en Encadenados Grace Kelly en Atrapar a un ladrón Eva Marie Saint en Con la muerte en los talones o Audrey Hepburn en Charada Como ha señalado Pauline Kael, Cary Grant ha sido el hombre más públicamente seducido que el mundo ha conocido. Cuando más agresivo parecía el interés de una mujer en él, más atractivo resultaba, cediendo siempre al menos en apariencia la iniciativa de la seducción. Pero quizás fue su capacidad para representar a un tiempo el amor romántico como posibilidad idealizada y la realidad de su ejercicio paciente en una persona concreta lo que definió su estilo y lo hizo inmortal. La escena final de La fiera de mi niña lo muestra con claridad. Seducido por Hepburn, el paleontólogo Grant observa cómo ella destruye el fruto de su trabajo, al trepar sobre los huesos del brontosaurio que ha reconstruido con paciencia durante años. Ajeno a toda violencia, calmado y sonriente, enamorado, Grant asume que el amor no coincide con las expectativas racionales, sino con la fuerza del sentimiento. Ahora aprenderá a quererla más y mejor que antes, pues la perdona. Ambos lo saben. Y el espectador también. ary Grant (1904- 1986) en una de sus interpretaciones cómicas más memorables, da vida a un crítico teatral, Mortimer Brewster, autor de un libro titulado El matrimonio es un fraude y un fracaso y acérrimo defensor de la soltería irredenta. Pero hete aquí que acaba de casarse de incógnito con Elaine Harper (la pizpireta Priscilla Lane, 1915- 1995) hija de un reverendo vecino de las adorables ancianitas Brewster (Josephine Hull y Jean Adair) tías de Mortimer, residentes en Brooklyn, barrio residencial de Nueva York donde cualquier cosa puede ocurrir, y ocurre con frecuencia Antes del viaje de novios a las cataratas del Niágara la pareja realiza una visita a la casa de las encantadores señoritas, en la que también vive un hermano de Mortimer, inofensivo loco que afirma ser el presidente Teddy Roosvelt, cuya máxima diversión es excavar esclusas en el Canal de Pa- C namá o, traducido al idioma de los cuerdos, hacer agujeros con una pala en el suelo del sótano. El caso es que las entrañables tías tienen la mala costumbre de envenenar a viejecitos solitarios para hacerles encontrar el definitivo sosiego. Arsénico, estramonio y una pizca de cianuro en vino añejo es el vehículo para lograr tan alta misión piadosa Cuando Mortimer descubre el cadáver de un hombre en un arcón, comienza verdaderamente la que sin duda es una de las películas de humor negro más divertidas de la historia del cine, sin olvidar que el tema de fondo es el espinoso asunto de la eutanasia. Con un talento sin límites para la gesticulación precisa y exacta, heredada de su formación circense, vodeviliana y teatral, Grant alcanza en Arsénico por compasión Arsenic and old lace 1944) niveles de actuación verdaderamente inigualables. La película, dirigida por el maestro Frank Capra (1897- 1991) sobre un libreto teatral de Joseph Kesserling, permaneció retenida unos años, hasta que finalizó la representación de la obra en Broadway. Su estreno en el cine, como ya ocurrió con el teatro, fue un rotundo éxito, aunque hubo quien puso peros a la sobreactuación de Grant. Algo malo había que decir, aunque fuera incierto. Grant, además, no estaba solo: le acompañaban en el reparto un enorme Peter Lorre (Doctor Einstein) y Raymond Massey en el papel de Johnattan, hermano de Mortimer que aparece en la casa después de estar años perdido. Su caracterización logró que se pareciera considerablemente a Boris Karloff, que hacía ese papel en la obra de teatro. Una joya de obligada devoción.

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