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ABC MADRID 02-09-2007 página 54
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ABC MADRID 02-09-2007 página 54

  • EdiciónABC, MADRID
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54 MADRID www. abc. es madrid DOMINGO 2- -9- -2007 ABC El trágico incendio que devastó Almacenes Arias cumple 20 años El día 4, un acto recordará a los diez fallecidos en la extinción de las llamas s Es el suceso más dramático vivido por el Cuerpo de Bomberos de Madrid POR SARA MEDIALDEA FOTOS MIGUEL BERROCAL MADRID. Lo que comenzó la tarde del 4 de septiembre de 1987 como un incendio importante en uno de los almacenes más populares de la capital, se transformó ocho horas después en la mayor tragedia sufrida por el Cuerpo de Bomberos de Madrid: diez de sus hombres perdían la vida sepultados bajo toneladas de escombros, cuando el inmueble se desplomó sobre ellos. Fue hace veinte años, pero en el servicio aún se recuerda. El Ayuntamiento homenajeará el martes la memoria de los profesionales que perdieron la vida entonces en acto de servicio. Ya en las fiestas de La Paloma, patrona del Cuerpo, fueron galardonados Luis Gordo Camarena y Tomás Flores Barajas, operarios de la grúa que doblaron su turno aquella jornada para ayudar a rescatar a los bomberos sepultados. lla. Atendían a la clientela cuando se vio humo en una caja de ropa de la tercera planta. Avisados los bomberos, sofocaron en poco tiempo las primeras llamas. Pero el fuego es traidor, como saben los profesionales que lo combaten; poco después, ardía un cable en la cuarta planta, y los almacenes se convertían en una tea. Hubo carreras, angustia y gritos, aunque en general las crónicas destacan que la evacuación fue ordenada. Los responsables de los almacenes advertían que lo importante era salir del edificio, sin preocuparse por el dinero en las cajas señalaban los periódicos del día. Algunos empleados tuvieron tiempo incluso para bajar al sótano segundo y cambiarse de ropa antes de salir. La combustión de los materiales que se almacenaban en Saldos Arias provocó una intensa humareda que dificultaba la respiración en la zona. Las llamas crecían sin parar. Pese a trabajar con máscaras, muchos de los bomberos- -hasta una treintena a medianoche- -resultaron intoxicados. El fuego se atacó por todos los medios: con mangueras cañón, desde las canastas de las escalas, desde la azotea de los edificios colindantes... Respirar se hacía difícil. Comienzan a producirse escenas de histeria en el exterior, protagonizadas por personas que buscaban a sus familiares o acompañantes, mientras los almacenes son una jaula de fuego. Hay detonaciones cada rato y enormes bloques de cristal y cemento se desprenden de la fachada. Los huéspedes del hotel Montesol, también evacuado, chapotean con sus maletas entre los ríos de agua que bajan por Montera en dirección a Sol. El fuego va cediendo. El 4 de septiembre de 1987, desde casi todos los puntos de Madrid, pudo verse una gran columna de humo negro. El origen estaba en el corazón de la capital: los Saldos Arias, en el número 29 de la calle Montera. Aquel viernes en la tienda trabajaban 65 empleados, de los 126 que componían la planti- El incendio El ambiente extinguido. De repente, uno de los sótanos se hunde y arrastra en la caída a los forjados de la parte central del inmueble, muy debilitados por la acción del fuego. El desplome deja atrapados a varios bomberos. En los primeros momentos, fue difícil concretar cuántos eran los afectados: se sabía quiénes estaban de servicio, pero no los que se habían presentado voluntarios pese a estar en su día libre. Lucha contra el reloj El desplome Hacia las tres menos cuarto de la mañana, el incendio parecía Estado en que quedó el edificio comercial, prácticamente hueco a consecuencia del hundimiento Tras el desplome, comenzó una noche agónica. Veinte horas después, se localizó el primer cuerpo Desde ese momento, comenzó una carrera contrarreloj para intentar rescatar con vida de entre las toneladas de escombros a los hombres atrapados. Algunos periodistas que vivieron a pie de calle aquella larga noche la recuerdan como una espera agónica Desde la madrugada del sábado, todas las fuerzas se unen con el mismo fin. Los cascotes se retiran, primero a mano, formando cadenas humanas. No se quiere introducir maquinaria para evitar nuevos desplo-

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