ABC MADRID 31-08-2007 página 84
- EdiciónABC, MADRID
- Página84
- Fecha de publicación31/08/2007
- ID0005010349
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84 40 VISIONES VIERNES 31- -8- -2007 ABC BELLEZA A CONTRAPLANO CHIPS DE VERANO José Manuel Nieves MÁS PESADA MUERTA QUE VIVA Caso: The Queen Acusado: Stephen Frears. Cómplices: Helen Mirren, Michael Sheen, James Cromwell, Helen McCrory, Alex Jennings. Gran Bretaña, 2006. La mujer de las mil caras Teresa de la Cierva Marta Barroso Diana princesa de cuento de hadas. Diana víctima. Diana mujer moderna, madre, amante, entregada a las causas de los desfavorecidos. Durante su corta vida, los medios nos han mostrado sus mil caras. Aunque fue una víctima del asedio de las cámaras, también aprendió a manejarlas. Adoptando unas veces la pose de una Madre Teresa un tanto subida de estrellato o la de una modelo de Vogue Diana ejercía un poderoso magnetismo. Todos recordamos su memorable fotografía, radiante con su vestido blanco y la corona de perlas, que expresaba mejor que mil palabras su deseo de perdurar eternamente como una princesa. Pero más radiante se vería si se hubiera aplicado antes el Serum Bain des Lagons de Carita (57 que borra los rasgos de cansancio por los benéficos efectos del agua de la laguna de Raitea en Polinesia. O la Mascarilla- Tisú Infinitime con pro- endorfinas de Lendan (12,95 embebida en Extracto de Tephrosia Purpúrea, que estimula las beta- endorfinas, los neurotransmisores segregados por el cuerpo responsables de la sensación de bienestar y considerados como hormonas de la felicidad. Para Di es tarde, pero nosotras todavía estamos a tiempo de aplicarnos esa dosis de felicidad. Federico Marín Bellón Internet ha hecho suya a Diana, la reina del ciberespacio Escribir Lady Di en Google significa encontrar, en apenas 0,19 segundos, 9.230.000 respuestas, más otros casi tres millones si optamos por poner Lady Diana y otros dos millones largos si lo que tecleamos en el casillero es Diana Spencer Pocas veces un personaje público ha seguido suscitando tanto interés después de una década de su muerte. Páginas y más páginas biográficas (incluida su propia entrada en Wikipedia) homenajes, recuerdos, anécdotas, poemas, colecciones de fotos, vídeos, teorías de todo tipo sobre las circunstancias de su tragedia, incluidas, por supuesto, las que hablan de conspiración y asesinato... No faltan, como siempre, los listillos que utilizan el nombre de Diana Spencer como reclamo para cualquier negocio. O para llamar la atención sobre algo que no tiene nada que ver: peluquerías, hoteles, restaurantes, muñecas, colecciones de cromos... Recuerdo hasta una marca de galletas y dulces que se amparaba tras la imagen de la Princesa de Gales, o una bailarina de claqué cuyo nombre artístico es Dianne Lady Di Walker Internet ha hecho suya a Diana. Y su memoria, rota en millones de bits, perdurará por siempre en el ciberespacio. orprende que una serie sobre clásicos del cine pueda caminar tantas veces de la mano de la actualidad, aunque sea de la clase necrológica. Quizá algún lector comparta con el autor de estas entregas agosteñas su apego a la ficción, un territorio mucho menos inhóspito que la realidad, y busque aquí refugio a tantas exequias y efemérides. Stephen Frears, desde luego, demuestra que sus especulaciones son más verosímiles y auténticas que los documentales programados por la tele, al igual que Helen Mirren resulta aún más convincente como Reina que la propia Isabel II. El director británico no se librará sin embargo de pasar por el banquillo de los acusados, aunque si sus abogados son la mitad de inteligentes que él, pocos jurados se atreverán a condenarlo. Antes de entrar de lleno en la exposición del caso, es preceptivo recordar que el cineasta se ha hecho famoso, con alguna notable excepción Las amistades peligrosas por rodar un cine proletario que, de entrada, lo convierte en sospechoso a poco que se acerque a cualquiera con poder o dinero. En efecto, Frears plantea de forma sibilina una batalla desigual entre una figura telegénica mitifica- S Helen Mirren, desayunándose otro sapo bras de censura a la prensa provienen del hermano de la fallecida. La guerra de Frears es la que mantienen el gobierno laborista de Blair y la reina Mirren a propósito de la incapacidad de esta última para vencer su rencor y liderar el duelo de su país. El filme ensalza a ambos, pero condena a consejeros y familias. Diana ha logrado ser más pesada muerta que viva llega a escucharse en Balmoral, mientras Cherie se ríe de la bruja y ordena a su marido que friegue los platos. Stephen Frears es listo y guarda las formas, pero asesta a la Reina una puñalada sin defensa posible, por cuanto se basa en una licencia dramática tan útil como discutible: Isabel, que no ha derramado una pena por Diana Spencer, se conmueve y rinde tributo al cadáver de un hermoso ciervo antes incluso de rectificar a tiempo de no perder para siempre el favor de sus súbditos. Frears pinta a una reina que se emociona por un ciervo, pero no por Diana da por la muerte y una vieja institución atenazada por sus obligaciones y- -dejemos el juicio a la Monarquía para otro foro- -cierto aire anacrónico. La cinta tiene el enorme acierto (Peter Morgan también escribió el guión de la notable El último rey de Escocia de abarcar poco y apretar mucho. Apenas se sale de los días que siguieron a la muerte de Diana de Gales, ocurrida en una larga noche de agosto que pilló a trasmano a príncipes, lacayos y directores de diarios. El accidente mortal se despacha con un montaje veloz en el que los paparazzi persiguen al vehículo siniestrado. Las únicas pala-