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ABC MADRID 29-08-2007 página 74
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  • EdiciónABC, MADRID
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74 40 TIRIOS Y TROYANOS BAJOS FONDOS MIÉRCOLES 29- -8- -2007 ABC ALTOS VUELOS ¡MOLA MAZO! El verano es tiempo de regodeo y comodidad, y todo lo que sea disimular excesos o pequeñeces es pasarse de la raya pues, ya sabe, a la ópera, a entonar aquello del Hoy no me puedo levantar pero en versión Farinelli que mola más. ¡Coños! Juan Manuel, qué pasa, a ver si con la suma de almanaques te nos vas a volver progre. Anda ya, tronco, que echarle la culpa al boggie es más fácil que pegar a un viejo. De la misma manera que, llegado el verano, al hombre de los caramelos le sobra la gabardina, al pederasta le sobran complejos y se le hace un favor cortándoselos. Es medida para agradecer, sobre todo por los amantes de la ópera. No vengamos a estas alturas con sensibilidades que lo único que sirven es para encender mecheros en los conciertos del Víctor Belén y la Ana Manuel. Volviendo al tema, llegadas estas fechas, lo que mola mazo es despojarse de toda prenda. Y cubrirse la cabeza con sombrero de paja y ocultar el rostro con tela de lunares, como hace un servidor, para que así le conozcan por otros atributos. Y es que, con los calores, ya se sabe, suda todo. SIN CHAQUETA NO, HOMBRE Y no le quiten ojo a la estrafalaria manera que tiene Zapatero de toquetearse la solapa del bolsillo. Me da mala espina. charco, o amortiguar el momento de retozar con ella en la hierba. Pero nada más. La decisión guarda una relación oscura con la temperatura y el dandismo: la dificultad reside en hallar ese punto de equilibrio entre comodidad y estética. Pues bien, al varón cabal no le falla nunca la intuición respecto a qué hacer con su chaqueta, y en esa sabiduría reside su credibilidad. Se puede confiar a ciegas en un hombre que sabe cuándo quedarse en camisa, del mismo modo que la lengua española nos inclina a recelar del que se la quita para cambiarla por otra: el chaquetero. Precisamente porque esta prenda aporta tan valiosa información sobre la confianza que merece un hombre, no se deben analizar los datos al tuntún: hay mucho embaucador por ahí que se la pone para investirse del crédito que no tiene. Y en cuanto a esos otros, capaces de arruinar su reputación cometiendo un error peor que un crimen, también se les ve venir por la chaqueta. Nunca entendí que Aznar obtuviera la mayoría absoluta después de aquel paseo suyo por La Habana en mangas de camisa. La reacción airada que tuvo hacia su chaqueta cuando se vio en la sofoquina permitía adivinarle un pronto atroz que podía depararnos enormes calamidades. Luego pasó lo que pasó. Los hechos acaban dando la razón a los observadores atentos del hombre y su chaqueta. ¿Y es que Aznar carece de sensibilidad acerca de los dobleces de las prendas de vestir? Para mí que lo sabía, pero se lo pasó por el forro. Porque cuando sus amigos Bush y Blair le convocaron a la reunión en que se anunciaría al mundo la invasión de Iraq, no le citaron en las Azores, sino en las Bermudas. Él pidió que se eligiera otro lugar, aduciendo que bermudas en español es el nombre de una prenda demasiado ridícula. Era consciente de que anunciar allí esa decisión propiciaría todo tipo de cuchufletas, y que los viñetistas no perderían la ocasión de retratar al trío de las bermudas con las canillas al aire. La credibilidad de la operación quedaría despilfarrada de anunciarse en las Bermudas. Los otros dos lo entendieron y trasladaron el atrezzo a las Azores, que es de donde vienen estos lodos. A mí no me sorprendió. Estaba escrito en la chaqueta de Aznar. Y no le quiten ojo a la estrafalaria manera que tiene Zapatero de toquetearse la solapa del bolsillo. Me da mala espina. Y sería la primera vez que me fallara el olfato en asunto tan trascendente. Montero Glez Escritor Irene Lozano Escritora E n verano sobran los complejos. Así, lo más cómodo es arrancarse vestiduras y quedarse en pelota picada. Todo lo más un sombrero, al poder ser de paja, y un pañuelo para embozar el rostro, pues es de recibo que la gente empiece a conocerse por otros atributos que no sean los que llevamos en la cara. El verano es tiempo de regodeo y comodidad, y todo lo que sea disimular excesos o pequeñeces es pasarse de la raya. Desmedido es el maquillaje que se plantan las mujeres para ir a la playa como exagerada es la gabardina del hombre de los caramelos. Por lo mismo, llegados los calores, siempre será mejor andar holgado que andar prieto. Lo que pasa es que la tendencia a ocultar defectos lleva al ser humano a la incomodidad y, es por eso que, en el verano, los maniáticos contienen la barriga junto a la respiración. De igual manera, las maniáticas se plantan unos sacos de luto que sofocan más que alivian. Desde que alguien dijo que el negro adelgaza, hay fulanas que, lo de pasar calor, lo llevan a rajatabla. Por decir no quede que a una mujer nunca le sobran carnes, en todo caso, de sobrarles algo, es ropa. Y si no que se lo pregunten al Botero que coge a hembra entrada en carnes y hace con ella un pisapapeles de agárrate que vienen curvas. Y como una cosa tiene que ver con la otra, cabe aquí mencionar, de nuevo, a la clase política, por ser calaña llena de complejos. Por un lado está el Zetape que esconde sus glándulas mellizas de los fotógrafos, no sea que le empiecen a llamar el Tetapé Y por otro lado está el recién estrenado baranda francés, el Sarkozy, que con la ayuda del cacharrito digital mandó trucar unas fotos para que le borrasen la lorza. A un servidor, como dice Juan Manuel de Prada, tampoco le mola el Sarkozy, sin embargo, es de recibo apuntar que el gabacho ha sido demasiado benévolo con los pederastas, dándoles a elegir entre castración o cadena perpetua. Si fuera por éste que aquí hunde tecla, no habría elección ni leches migadas. Tan sólo tijeritas de podar y, al ser posible, ásperas de herrumbre para que la gangrena haga el resto. El sexo es aparato generador y todo aquél que lo utilice para degenerar los varones cabales se les reconoce porque no se quitan la chaqueta cuando hace calor, sino cuando se la tienen que quitar. Un caballero puede tener dificultades para llegar a fin de mes, perder la memoria de un plumazo o delegar el engorro de vivir. Pero nunca se desprenderá de su chaqueta a destiempo. Y se puede dar por seguro que jamás vestirá pantalón pirata ni camiseta de tirantes, aunque el sol caiga en picado sobre su cabeza. ¿Cuándo se debe quitar la chaqueta un hombre? No lo sé, porque no soy un varón cabal. Se conocen algunas circunstancias obvias, como abrigar a una señora, impedir que sus pies pisen un A A un servidor tampoco le mola el Sarkozy, sin embargo, es de recibo apuntar que el gabacho ha sido demasiado benévolo con los pederastas Un hombre camina por una calle madrileña, chaqueta y abanico en mano CHEMA BARROSO ¿Y es que Aznar carece de sensibilidad acerca de los dobleces de las prendas de vestir? Para mí que lo sabía, pero se lo pasó por el forro

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