ABC MADRID 15-08-2007 página 30
- EdiciónABC, MADRID
- Página30
- Fecha de publicación15/08/2007
- ID0005008723
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30 INTERNACIONAL MIÉRCOLES 15 s 8 s 2007 ABC Una emergente clase media ansiosa por consumir Para celebrar el Día de la Independencia, legiones de niños harapientos venden por 10 rupias (0,18 euros) banderas nacionales en los semáforos de la siempre atascada Bombay. Gracias al afán consumista de la emergente pero minoritaria clase media, las compras al por menor ya generan cada año 200.000 millones de euros, una cifra que se doblará en 2015. Por eso, el consumo de alcohol, como whisky y cerveza, se ha disparado un 30 por ciento en Bombay pese a su alto coste. Cada fin de semana, actores de Bollywood, bellas modelos de exóticos rasgos orientales y jóvenes de la elite india se desmelenan a ritmo de bhangra (las remezclas electrónicas de la música del Punjab) en las discotecas de los grandes hoteles, como Enigma. Mientras, en las calles les aguardan millones de mendigos raquíticos y desarrapados niños descalzos que se abalanzarán sobre sus Mercedes y coches de lujo suplicando por unas rupias. Dos jóvenes con las caras pintadas con los colores de Pakistán (izquierda) y la India, celebraban la independencia ayer en Ahmedabad REUTERS Más de 800 millones de personas viven con medio euro al día en India El milagro económico y la miseria más profunda conviven en el otro gigante emergente de Asia sesenta años después de su independencia PABLO M. DÍEZ ENVIADO ESPECIAL BOMBAY. Junto a China, India es la economía más dinámica del mundo al crecer cada año un 9 por ciento, por lo que ya está captando la atención de numerosas empresas extranjeras que han puesto los ojos sobre su potencial mercado de 1.128 millones de habitantes. Pero bajo estos números subyace otra realidad muy distinta: la pobreza que todavía atenaza a este gigantesco país, que hoy celebra el 60 aniversario de su independencia. Según el último informe del Gobierno, 836 millones de indios viven con 20 rupias al día, menos de medio euro. Aunque todos ellos se encuentran por encima del nivel de miseria oficial, que engloba a un 26 por ciento de la población que percibe menos de 12 rupias diarias (0,21 euros) apenas hay diferencias entre los pobres de solemnidad y los simplemente pobres. Mucho mayores son las distancias entre las clases pudientes y los más desfavorecidos. Tras el extraordinario crecimiento que ha provocado la liberalización económica emprendida en 1991, entre 250 y 300 millones de personas han pasado a engrosar la emergente clase media, pero la mayoría sigue en la miseria. Una pobreza que dejó atrás hace tiempo Joseph Pereira, quien debe su apellido y su fe católica a los conquistadores portugueses que ocuparon Bombay en el siglo XVI. A sus 37 años, este graduado en Matemáticas y Comercio lleva ya tres lustros trabajando como contable para grandes empresas extranjeras en esta pujante y caótica ciudad de 18 millones de habitantes, la capital económica y financiera de India y cuyos edificios del centro, como la antigua Estación Victoria, aún lucen orgullosos su impronta colonial británica. Junto a su mujer, cajera en un banco, Pereira reúne al mes 1.000 euros, por lo que es uno de esos pocos privilegiados que tiene un coche, una moto y goza hasta de un seguro médico. Según el Informe sobre las Condiciones de Trabajo y Promoción de las Condiciones de Vida (1993- 2005) en India trabajan 457 millones de personas, de los que 350 millones (el 86 por ciento) forman parte del sector no organizado donde se encuadran los agricultores, vendedores ambulantes, albañiles y otras ocupaciones poco cualificadas y sin cobertura social. Sólo el 0,4 de los empleados dispone de un seguro como el de Pereira, quien no duda en atribuir su suerte y la de su familia a la entrada en el país de compañías internacionales gracias a la liberalización y la globalización De hecho, él trabaja para el Hotel JW Marriott, mientras que uno de sus hermanos está empleado en el Leela Kempinski y el otro es personal del potente consorcio Tata, una multinacional india que fabrica coches, tiene negocios de telecomunicaciones y que protagonizó la mayor adquisición del país al comprar en 2004 la siderurgia anglo- holandesa Corus por unos 9.000 millones de euros. Como es habitual en India, todos ellos, junto con sus esposas e hijos, comparten con sus padres la casa que su familia ha tenido durante generaciones en Vasai, a las afueras de Bombay. Aunque los Pereira contaban con un terreno bastante extenso, Joseph explica a ABC que antes éramos muy pobres porque mi padre trabajaba como conductor de autobuses y mi madre cultivaba el huerto para vender hortalizas en el mercado Frente a esa precariedad y subsistencia, los Pereira han ampliado su vivienda, donde viven doce personas, y ya están construyendo otra casita. Para mantener tal nivel de vida, Joseph y sus hermanos acuden cada día a trabajar a Bombay en el tren de la línea Dirir, en cuyos desvencijados vagones se hacinan los pasajeros de pie, asomando por las puertas abiertas en plena marcha y hasta en el techo. El 11 de julio del año pasado, un atentado con siete bombas en cadena Casa familiar Aunque cerca de 300 millones pertenecen a la clase media, la mayoría de los indios siguen en la miseria causó 190 muertos y más de 600 heridos. A pesar de la tragedia, las entradas a las estaciones siguen sin medidas de seguridad, a diferencia de los estrictos controles en aeropuertos y monumentos. De hecho, ni siquiera hay tornos para acceder a los andenes y los viajeros compran los billetes más por costumbre que por temor a los inexistentes revisores. En este tren hay vagones de primera y segunda clase, que cuestan 100 rupias (1 euro) y 20 rupias (0,36 euros) pero son iguales y sólo se diferencian por el estatus de los pasajeros indica Joseph Pereira, quien debe luchar contra la multitud y abrirse paso a codazos y empujones para subir al atestado coche. En India conviven en estrecho contacto la clase media urbana y los mendigos e intocables de las castas más bajas. Por eso, Rahul, hijo de un próspero comerciante y estudiante de 18 años de ingeniería informática, la especialidad nacional, viaja apretujado junto a humildes campesinos y vendedores ambulantes. 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