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ABC MADRID 11-07-2007 página 5
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ABC MADRID 11-07-2007 página 5

  • EdiciónABC, MADRID
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ABC MIÉRCOLES 11 s 7 s 2007 OPINIÓN 5 UNA RAYA EN EL AGUA LA PERSIANA IENE la política española una enorme apariencia de volatilidad, que pulveriza las grandes categorías para premiar lo anecdótico y convierte en mera táctica cualquier pretensión de estrategia. Los grandes asuntos apenas duran días; los más ligeros, horas. El resultado es una espuma mediática de escasa consistencia en la que todo parece subordinado a la inmediatez, a la contingencia y al corto plazo. Así, poco tiempo después de perder las elecciones locales y de ver cómo se hundía su proyecto estratégico con el final de la tregua de ETA, Zapatero parece haber recuperado el aliento y la iniciativa, mientras el PP ofrece inquietantes síntomas de abotargamiento. Cunde IGNACIO la euforia socialista tras CAMACHO el debate del Estado de la Nación y los retoques de cosmética gubernamental, en tanto muchos militantes populares se desasosiegan ante la sensación de que Rajoy ha bajado la persiana hasta después del verano, dando unilateralmente por concluida la temporada. En una escena dominada porla inminencia de lo urgente, los estados de opinión pública oscilan con rapidez ciclotímica que no da tregua a la reflexión. Probablemente sea cierto que Rajoy, hombre de tranco lento, ha firmado ya las actas de exámenes del curso. En su visión de la política, mucho menos agitada que la versátil zozobra del debate público, los tiempos discurren más despacio y los conceptos sedimentan de modo más profundo. El líder del PP estima, con razón o sin ella, que las dificultades de Zapatero no han caducado bajo la flamante capa de maquillaje, y que su incapacidad para gobernar le hará crisis de nuevo en cuanto aflore el primer problema serio. Se apoya en la propia experiencia del aznarismo, que creyó superado el desgaste de Irak porque salió vivo de las municipales de 2003, pero cayó en cuanto la catástrofe del 11- M pasó factura retardada. Piensa que a ZP le va a ocurrir lo mismo, y que el cartero que trae la minuta diferida de sus colosales errores aún ha de llamar por segunda vez a la puerta. Por eso no toma prisa, aunque la desazón de su gente le obligue, como ayer, a contraatacar exhibiendo a cuentagotas una agenda que prefiere guardar hasta otoño. Tiene un equipo visiblemente quemado, que piensa arrastrar hasta el final, y mueve sus piezas lentamente, confiado en que el manejo de los tiempos está de su parte. Acaso minusvalore demasiado a su rival, al que apenas concede, como dijo en Las Cortes, la talla de un subsecretario. O quizá tenga, simplemente, un concepto cachazudo de la política. Lo cierto es que espera, sin conmoverse por la premura ni agitarse de impaciencia, a que la memoria colectiva haga su trabajo por debajo de la espuma y la marea. El punto débil de esta estrategia consiste en que los tiempos reales dependen del presidente. En ninguna parte está escrito que una remodelación del gabinete signifique el agotamiento de los plazos de la legislatura. Sólo Zapatero sabe- -quizá ni siquiera él- -si quedan siete meses o tres. Y en este último caso, la ventaja será para quien antes haya hecho los deberes... y levantado la persiana. T EL RECUADRO ¿RECUERDAS AQUEL 12 DE JULIO? O sé si esto lo explican en las Facultades de Comunicación. No, tranquilos, no es que sea noticia que un hombre arañe a un gato, o que sea noticia que ZP no haga hoy una zapatiesta. Mi Teoría de la Información afirma que las noticias verdaderamente importantes son aquellas que, aun transcurrido mucho tiempo desde que se produjeron, hacen que recordemos perfectamente dónde estábamos y qué hacíamos en el momento en que nos enteramos de ellas. Puede usted mismo hacer la prueba. ¿A que se acuerda perfectamente de dónde estaba y qué estaba haciendo hacia las 3 de la tarde de aquel 11 de septiembre en que le dijeron que un avión se había estrellado contra las Torres Gemelas? ¿A que se acuerda perfectamente de dónde estaba y qué estaba haciendo a prima hora de la mañana de aquel 11 de marzo en que le dijeron que pusiera la televisión, que había estallado una bomba en un tren de cercanías en Madrid? ¿A qué recuerda dónde estaba cuando le dijeron aquel 23- F que unos guardias civiles habían asaltado el Congreso? Cada uno puede hacer su sentimental Memorial de Noticias con este sisteANTONIO ma de valoración. ¿Quién se acuerda de BURGOS lo que estaba haciendo y dónde estaba cuando le dijeron que ZP había ganado las primarias del PSOE? Pues los mismos que evocan cuándo y cómo supieron que Pimentel ya no era ministro de Trabajo: absolutamente nadie. En cambio, los de la Generación del 68 (que así habrá que llamar a la que hizo la Transición) nos acordamos perfectamente no sólo de dónde estábamos, sino quién nos llamó a casa en aquel amanecer del 20- N para decirnos que Franco había muerto. O en qué veraneo estábamos cuando el hombre puso un pie no sabemos aún si en la Luna o en el flequillo televisivo de Jesús Hermida. Y tirando de moviola hacia atrás, evocamos perfectamente cuando de niños nos enteramos que un toro había matado a Manolete, o cuando de estudiantes supimos del asesinato de Kennedy en Dallas. Hace diez años se produjo una de estas noticias de cin- N co estrellas. De las que mueven y conmueven al mundo. Fue el prendimiento y sacrificio de Miguel Ángel Blanco a manos de los asesinos de la ETA, justamente porque un Gobierno fuerte y con dignidad nacional no cedió ni un palmo en todo lo que el Estado está ahora claudicando, con los pantalones por los calcañares. Que cada cual se ponga la mano en el pecho y evoque aquella calurosa tarde de verano. Aquel 12 de julio en que ya expirado el plazo del ultimátum dado por los criminales y todavía teníamos la remota esperanza de que tuvieran corazón, no cumplieran su amenaza y Miguel Ángel Blanco apareciese vivo en alguna solitaria campa vascongada. A mí me parece que estoy volviendo a vivir aquellas horas de angustia. Era en Marbella, en los baños de Río Real, donde estaba en aquellos días incosoleando. Se había hecho sobre toda la playa un extraño silencio, sólo roto por la letanía dolorosa de las chicharras bajo los pinos piñoneros, por la voz triste de algún lejano transistor con el que alguien se aferraba no sé si a una angustia o a una esperanza. Recuerdo aquel silencio de anuncio de sacrificio y muerte como si lo estuviera oyendo ahora. Porque el de España entera fue un silencio de los que se pueden escuchar, un silencio de albero y azahar, como el de la plaza de los toros o el de la cofradía de ruán de la Madrugada. Y recuerdo cómo, de golpe, como si un disparo asesino se hubiera oído en España entera, aquel silencio se rompió en las voces de la tragedia, en el relato impresionante del cuerpo hallado por unos cazadores con un tiro en la nuca, del hilo de vida que aún le quedaba a Miguel Ángel Blanco cuando llegó al hospital. (Al mismo hospital, por cierto, donde ahora el Estado hocicó con el Juana Chaos. De lo que luego vino, también nos acordamos todos. ¿Todos? Aquí también establezco otro sistema de valoración en torno a las circunstancias de esta noticia. Puede usted saber si un español tiene corazón o es un mal nacido si recuerda perfectamente aquellas negras horas de la sangre de Ermua o si mira para otro lado. Y más que nada, si, olvidándose de Miguel Ángel Blanco y de la España del Espíritu de Ermua, a ese lado ignominioso para el que mira con tal de no contemplar su propia indignidad le pone el vergonzante nombre de Proceso de Paz.

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