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ABC MADRID 18-06-2007 página 4
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ABC MADRID 18-06-2007 página 4

  • EdiciónABC, MADRID
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4 OPINIÓN LUNES 18 s 6 s 2007 ABC DIRECTOR: JOSÉ ANTONIO ZARZALEJOS PRESIDENTA- EDITORA: CATALINA LUCA DE TENA DIRECTOR GENERAL: JOSÉ LUIS ROMERO Área Financiera: Jorge Ortega Área de Márketing: Javier Caballero Área Técnica: José Cañizares Área de Recursos Humanos: Raquel Herrera DIRECTOR GENERAL DE DESARROLLO: EMILIO YBARRA PRESIDENTE DE HONOR: GUILLERMO LUCA DE TENA Director Adjunto: Eduardo San Martín Subdirectores: Santiago Castelo, Fernando R. Lafuente, Alberto Pérez, Alberto Aguirre de Cárcer Jefes de Área: Jaime González (Opinión) J. L. Jaraba (España) Miguel Salvatierra (Internacional) Ángel Laso (Economía) Juan Cierco (Cultura, Ciencia y Deportes) Mayte Alcaraz (Fin de Semana) Jesús Aycart (Arte) Adjuntos al director: Ramón Pérez- Maura, Enrique Ortego y Ángel Collado Redactores jefes: V. A. Pérez (Continuidad) A. Martínez (Política) M. Erice (Internacional) F. Cortés (Economía) A. Puerta (Regiones) J. Fernández- Cuesta (Sociedad) A. Garrido (Madrid) J. G. Calero (Cultura y Espectáculos) J. M. Mata (Deportes) F. Álvarez (Comunicación- TV) A. Sotillo (S 6 y D 7) L. del Álamo (Diseño) J. Romeu (Fotografía) F. Rubio (Ilustración) y S. Guijarro LOS ACTORES VUELVEN LA CARA AL PSOE I nos atuviésemos al dicho lo que mal empieza, mal acaba es indudable que la ley del Cine tramitada por el Gobierno no tendría mucho futuro. Desde un primer momento esta norma, destinada a normalizar muchos aspectos de un mercado tan necesitado de protección como de orden, ha estado caracterizada por la polémica. Enfadó a las televisiones privadas, entre otros motivos, porque imponía una cuota para la financiación de cine español que consideraron abusiva y que tuvo que renegociarse; ha molestado sobremanera a la Federación de Cines de España, que ha convocado precisamente para hoy una huelga con el cierre de las salas de exhibición; y también- -probablemente es lo más llamativo- -ha irritado a distintas asociaciones y sindicatos de actores, que se quejan de que el Gobierno del PSOE les ha ignorado por completo. Lógicamente, cada colectivo atiende a sus propias razones e intereses, que no tienen por qué ser coincidentes, pero el hecho cierto es que si en algo ha logrado consenso Carmen Calvo con esta ley es en concitar un rechazo generalizado. Los socialistas persisten en su error, latente durante toda la legislatura, de considerar que para aprobar leyes basta con pactar enmiendas con sus distintos socios en el Parlamento y presentarlas al ciudadano como un logro único en treinta años de democracia. Y no es así. Desde un punto de vista estrictamente aritmético, sí es factible para el Gobierno sacar leyes adelante, pero hacerlo de espaldas a los colectivos implicados en su desarrollo es un error de bulto que suele traer consecuencias muy negativas. Las prisas empujaron al PSOE a promover una ley integral contra la violencia de género que hoy, al cumplirse su segundo aniversario, es objeto de durísimas críticas por parte de muchas asociaciones defensoras de la mujer por su patente ineficacia. Algo parecido es previsible que ocurra en los próximos meses con la ley de Dependencia o con muchos aspectos muy demagógicos de la ley de Igualdad. Pero el Gobierno y el PSOE se resisten a aprender de sus errores. También en este caso, son los colectivos que encarnan el mundo del cine quienes censuran al Ministerio de Cultura que no haya buscado el consenso y el equilibrio del que tanto presume. Desde otra perspectiva, no deja de ser significativo- -goza de una enorme carga simbólica- -que el PSOE haya sido incapaz de atraerse esta vez a buena parte de un colectivo, el de los actores, que tan sumiso se mostró a la estrategia de Zapatero contra el Gobierno del PP durante la guerra de Irak. Aunque sólo fuera por la proactiva intervención de muchos actores en la labor de oposición, y por su beligerancia propagandística y movilizadora contra José María Aznar, es razonable pensar que sus demandas merecerían un trato no tan desagradecido por parte de Zapatero. Pero no parece que al PSOE le importe demasiado que sus aliados del no a la guerra se sientan despechados y se movilicen ahora en contra suya con el no a la ley el Cine por pancarta. Con todo, lo peor es que otra ley del Gobierno llamada a reequilibrar un sector de gran proyección social se está solucionando a base de parches. S MÁS ATENCIÓN A LA UNIVERSIDAD OS datos sobre las pruebas de selectividad para el acceso a la universidad merecen una seria reflexión. Ante todo, es llamativa la disminución del número de alumnos: desde 1995 en adelante, la cifra de aspirantes baja cerca de 10.000 personas al año, de modo que las previsiones para el curso actual se sitúan en torno a 200.000. Hay, sin duda, razones demográficas, pero si este dato se combina con un incremento imparable de las plazas disponibles el resultado es preocupante: exceso de oferta y demanda decreciente. La situación no puede ser peor para la calidad del producto final. Contamos, en efecto, con una estructura universitaria desmesurada que necesita para sobrevivir captar alumnos sin atender a unas exigencias razonables de calidad. En este contexto, la excelencia es una pura utopía cuando nos referimos a las aulas de nuestra alma mater en las que a veces el nivel de los estudiantes se sitúa bajo mínimos. Sin embargo, no es cuestión de cargar las culpas sobre los jóvenes recién ingresados. Los métodos de selección del profesorado no son precisamente los más adecuados y la nueva ley, aparte de la retórica al uso, no garantiza que el rigor y la objetividad se impongan sobre los vicios tantas veces denunciados del amiguismo y el localismo. Además, los aspirantes a desarrollar una carrera docente dedican buena parte de su tiempo a cumplir requisitos burocráticos que les permitan hacerse un currículum basado más en fórmulas cuantitativas que en el nivel de la docencia y la investigación. El desengaño de muchos jóvenes valiosos y el escepticismo de los veteranos configuran un panorama poco atractivo que, sin dramatismo ni exageración alguna, conduce a muchos centros universitarios a una vida lánguida en la que se trata de ganar un título que permita- -mejor o peor- -acceder al mercado laboral. En España hay 71 universidades, de ellas 48 públicas y 23 privadas. Algunas cuentan con infraestructuras muy limitadas y su creación obedece a razones de política territorial más que a necesidades científicas. Lo inteligente sería buscar la especialización en algunos títulos concretos, di- L rigiendo hacia ellos a los mejores profesores y alumnos. No obstante, lo habitual es que la oferta sea repetitiva y sin perfil propio, a lo que se añade un localismo sorprendente: en la era de la globalización, el 90 por ciento de los universitarios españoles no sale fuera de su comunidad autónoma para cursar estudios. También la endogamia del profesorado alcanza dimensiones incomprensibles en una sociedad abierta y dinámica. Salvo en Medicina y otras ciencias de la salud, Arquitectura y algunas ingenierías, el listón que supone la selectividad es fácilmente superable, de manera que la posibilidad de elegir carrera es ya una práctica normal. Lo más grave es que, en muchos casos, acceden a la universidad alumnos con una formación deficiente, puesto que las pruebas se han convertido casi en un puro trámite y ofrecen un altísimo porcentaje de aprobados. Un país desarrollado y con ambición de jugar fuerte en la política y en la economía internacional necesita una universidad sólida. Enseñanza de buen nivel e investigación de altura son requisitos imprescindibles para no caer en la rutina, la mediocridad o la desilusión colectiva. Con las excepciones de rigor, nuestros centros universitarios tienen que dar un paso al frente en busca de la excelencia y, en algún caso, de la pura dignidad. Quienes ocupan ahora estas aulas serán dentro de poco integrantes de las élites políticas, profesionales y empresariales que van a regir la sociedad, de manera que su preparación debe estar a la altura de las circunstancias. El PSOE debería ser particularmente consciente de que practicar un falso igualitarismo perjudica sobre todo a los sectores sociales menos favorecidos, cuyos hijos no pueden adquirir la formación de buen nivel que se imparte en algunos centros de alto coste en España o en el extranjero. El presente y el futuro de la universidad merecen un serio análisis por parte de una sociedad que debe primar el mérito y el trabajo bien hecho sobre el optimismo estadístico basado en el número de personas con título superior, de centros docentes o de profesores habilitados. El problema no es el número, sino la calidad. MENSAJE CLARO DE LOS FRANCESES OS resultados de la segunda vuelta de las elecciones legislativas han ratificado el cambio de rumbo que la sociedad francesa puso en marcha con la elección de Nicolas Sarkozy como presidente de la República. No se ha producido el tsunami de conservadurismo que profetizaban las encuestas, pero se mantiene la claridad del mandato político que los franceses han otorgado al centro derecha de la UMP- -una mayoría absoluta- -y que van a proveer al nuevo presidente de una situación muy favorable. Los socialistas, que habían presentado un modelo alternativo, han visto confirmada su derrota, cuya severidad no queda en absoluto disminuida por el hecho de que hayan logrado salvar algunos escaños que daban por perdidos en esta segunda vuelta. Tras la segunda vuelta de las legislativas, Sarkozy tiene ahora ante sí un mandato de cinco años como presidente de la República y una Asamblea en la que los ciudadanos han querido que no pueda ser un obstáculo para su gestión. En este caso, la eficiencia definitoria del sistema electoral de la segunda vuelta le deja a los votantes, y no a los estados mayores de los partidos, la potestad de decidir qué pactos prefieren a la hora de formar mayorías para sacar adelante leyes y reformas. Pero lo más relevante ha de ser el reconocimiento de la madurez política de la sociedad francesa. En su último L mandato, Jacques Chirac había sumido al país en una especie de melancolía autodestructiva, porque el mensaje que transmitía extendió y profundizó al mismo tiempo la necesidad y el miedo al cambio. Parecía que el país se hundía irremediablemente en una especie de depresión colectiva en un panorama en el que todas las puertas de salida de la crisis estaban cerradas. Ha bastado un mensaje claro y decidido por parte de Sarkozy, señalando la dirección adecuada, para cambiar el clima social de todo el país. Chirac fue elegido con una cifra récord debido a que el ultraderechista Le Pen había logrado pasar a la segunda vuelta, no porque los franceses creyesen en él. Ayer se demostró que sí creen en el proyecto que les ha propuesto Sarkozy, frente al que ofrecían los socialistas y- -si cabe- -al que ha dejado como herencia el presidente saliente. Se dan ahora todas las condiciones para que Sarkozy ponga en marcha las reformas que necesita Francia. Por ser tan claro, el mandato que ha recibido el presidente hace más grave la responsabilidad que tiene de llevar a Francia a una renovación que le permita recuperar su papel en los equilibrios continentales. No será fácil, pero resulta muy esperanzador comprobar que la sociedad francesa ha estado a la altura de la gravedad de la situación y ha dado al dirigente que ha designado para resolverla los medios legislativos necesarios para ello.

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