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ABC MADRID 23-05-2007 página 38
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  • EdiciónABC, MADRID
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38 INTERNACIONAL Viaje al último bastión ultracomunista MIÉRCOLES 23 s 5 s 2007 ABC Una sola máquina de rayos X y gemas en la Maternidad La Maternidad de Pyongyang, un hospital de 1.500 camas inaugurado en 1980, presume de las 165 gemas que adornan su vestíbulo, pero no cambió la única máquina de rayos X del centro, que databa de su apertura, hasta 2005. Además, el hospital ha comprado su primera máquina de mamografías, aparatos de ecografías y 150 incubadoras, cruciales para asegurar la supervivencia de los bebés. Debido a la Gran Hambruna de los 90, la desnutrición se ha cebado sobre la población y el peso medio de los recién nacidos se ha reducido drásticamente. Según la ONU, el 34,7 por ciento de las madres sufría anemia y un tercio de los recién nacidos eran prematuros en 2004. El 57 por ciento de los norcoreanos no come lo suficiente y el el 35 por ciento de la población está expuesto a enfermedades. Durante la última década, la esperanza de vida se ha recortado desde los 73 hasta los 68 años. Soldados norcoreanos contemplan el Monumento a la Fundación del Partido, que representa a campesinos, obreros e intelectuales Pyongyang, ciudad de sombras En Corea del Norte, un Estado bajo la sospecha permanente, la población no destaca de la uniformada masa para evitar problemas con el régimen TEXTO Y FOTO: PABLO M. DÍEZ ENVIADO ESPECIAL PYONGYANG. Vestidos todos con los mismos trajes oscuros tipo Mao los habitantes de Pyongyang, la capital de Corea del Norte, caminan como sombras por esta ciudad de amplias avenidas casi vacías e imponentes y grises edificios de estilo soviético. Viniendo de China, donde sonríen hasta los albañiles que levantan rascacielos, incluso por la noche, sorprende la tristeza norcoreana. Sin mostrar ninguna expresión en su rostro, larguísimas filas de gente esperan el autobús o a que abra la tienda estatal, refugiados en sus más impenetrables pensamientos. O se sumergen en algún libro, posiblemente escrito por el padre de la patria Kim Il- sung, para pasar desapercibidos. Se trata de la misma máscara asiática que, según cuenta en su libro Viajes con Herodoto vio Kapuscinksi en 1957 en la China de Mao. Y es que, en un Estado bajo la sospecha permanente, lo peor que le puede pasar a alguien es destacar y sobresalir de la uniformada masa, lo que enseguida despertaría los recelos de un régimen que muchos tildarían de paranoico. Por eso, y por los guías que acompañan en todo momento al extranjero que visita Pyongyang y que le impiden andar solo, es imposible hablar con libertad con un norcoreano. Agachando la cabeza o evitando la mirada, la gente apresura el paso cuando uno- -y su vigilante, convertido también en otra sombra de la ciudad- -intenta entablar conversación. pero pasado que vivió en los 70 y 80, cuando recibía divisas y petróleo de la Unión Soviética. Todas las construcciones emblemáticas de la ciudad, arrasada por los bombardeos americanos durante la guerra civil (1950- 53) fueron levantadas durante esa época. Gracias a la habitual movilización de la población por parte del régimen, en pocos años se construyeron barrios enteros como el de Kuangbok, edificado con motivo del XIII Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes que se celebró en 1989 y reunió a miles de delegados de las naciones socialistas. Mientras la capital de Corea del Sur, Seúl, había demostrado al mundo su extraordinaria evolución con los Juegos Olímpicos de 1988, Pyongyang se embarcaba en faraónicos proyectos justo cuando el comunismo empezaba a dar sus primeros estertores. En forma de lujosos palacios, grandes centros de congresos, enormes avenidas y descomunales estatuas, en la capital norcoreana abundan los monumentales ejemplos de culto al líder, pero ninguno refleja tan bien esta fallida megalomanía como el Hotel Ryugyong. La timidez coreana Son muy tímidos dicen los guías, pero a nadie se le escapa que sólo salir del anonimato ya le puede acarrear un disgusto al norcoreano de a pie. Desde sus autobuses escolares, sólo los niños, todavía inocentes, saludan sorprendidos al ver a un extranjero. Aún no son sombras en esta ciudad que parece sacada de la Europa del Este de hace 30 años. Atrapada en el tiempo por el derrumbe del comunismo, Pyongyang sigue anclada en el prós- En la gris capital norcoreana abundan los edificios de estilo soviético levantados por el culto al líder Hoteles de lujo y trolebuses Esta siniestra pirámide de 330 metros de altura, que no desentonaría en una oscura película de ciencia ficción, iba a ser el mayor recinto hotelero del mundo al contar con 105 plantas, que fueron levantadas en un par de años a finales de los 80. Pero la caída del Telón de Acero dejó a Corea del Norte en la bancarrota y redujo al Ryugyong a una grotesca mole de hormigón. Su figura, coronada por una grúa en su cima, sobresale en el horizonte de Pyongyang como uno de los mayores fracasos del régimen. Además, la capital cuenta con otros dos grandes hoteles para atender a los 3.000 turistas que visitan el país cada año. Uno de ellos se halla en las torres gemelas del edificio Koryo, que cuenta con un restaurante giratorio en su piso 40. Más moderno y lujoso es el Hotel Yanggakdo, otro rascacielos que se alza sobre un campo de golf en una isleta del río Taedong. Quizás por estar fuera de la vista de los norcoreanos, en la planta baja hay un casino regentado por una empresa de Macao y un salón de masajes donde, por 130 euros, se ofrecen prostitutas chinas. Dos actividades prohibidas, pero que han hallado su refugio aquí pa- ra satisfacer a los visitantes Mientras, viejas antiguallas de los años 60 y 70 con forma de tranvía o trolebús recorren las calles. A falta de vehículos privados, prohibidos por el Gobierno, los transportes públicos viajan abarrotados. Para regular el exiguo tráfico, compuesto por coches oficiales o camiones estatales, no hay semáforos, pues el ahorro de electricidad es una prioridad tan vital que las farolas no se encienden y las calles están a oscuras. En lugar de semáforos, en los cruces se colocan atractivas guardias que, ataviadas con gafas de sol y uniformadas de azul, dirigen el tráfico con movimientos robóticos. Más animado es el metro de la capital, donde una pancarta con la proclama Larga vida a Kim Jong- il, hijo del siglo XXI da la bienvenida a la céntrica estación de Pu Hung- -Enriquecimiento- Mientras las escaleras mecánicas descienden hasta los 130 metros de profundidad del suburbano, concebido como refugio contra bombardeos, por los altavoces se escuchan canciones en honor del Querido Líder Por sus doradas arañas que cuelgan en el techo abovedado, sus columnas de mármol y sus murales de colores, este metro parecido al de Moscú, destaca entre las sombras de Pyongyang y hace olvidar el incierto destino que aguarda a Corea del Norte al final del túnel.

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