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ABC MADRID 23-04-2007 página 4
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ABC MADRID 23-04-2007 página 4

  • EdiciónABC, MADRID
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4 OPINIÓN LUNES 23 s 4 s 2007 ABC DIRECTOR: JOSÉ ANTONIO ZARZALEJOS PRESIDENTA- EDITORA: CATALINA LUCA DE TENA DIRECTOR GENERAL: JOSÉ LUIS ROMERO Área Financiera: Jorge Ortega Área de Márketing: Javier Caballero Área Técnica: José Cañizares Área de Recursos Humanos: Raquel Herrera DIRECTOR GENERAL DE DESARROLLO: EMILIO YBARRA PRESIDENTE DE HONOR: GUILLERMO LUCA DE TENA Director Adjunto: Eduardo San Martín Subdirectores: Santiago Castelo, Fernando R. Lafuente, Alberto Pérez, Alberto Aguirre de Cárcer Jefes de Área: Jaime González (Opinión) J. L. Jaraba (España) Miguel Salvatierra (Internacional) Ángel Laso (Economía) Juan Cierco (Cultura, Ciencia y Deportes) Mayte Alcaraz (Fin de Semana) Jesús Aycart (Arte) Adjuntos al director: Ramón Pérez- Maura, Enrique Ortego y Ángel Collado Redactores jefes: V. A. Pérez (Continuidad) A. Martínez (Política) M. Erice (Internacional) F. Cortés (Economía) A. Puerta (Regiones) J. Fernández- Cuesta (Sociedad) A. Garrido (Madrid) J. G. Calero (Cultura y Espectáculos) J. M. Mata (Deportes) F. Álvarez (Comunicación- TV) A. Sotillo (S 6 y D 7) L. del Álamo (Diseño) J. Romeu (Fotografía) F. Rubio (Ilustración) y S. Guijarro EUROPA, FRENTE AL NEGACIONISMO OLERANCIA cero frente a cualquier atisbo de xenofobia o violencia racial. Europa se pone seria con el racismo. El continente que lo sufrió bajo los nazis como una práctica totalitaria que acabó con la vida de millones de inocentes, ha decidido desterrar de su geografía cualquier incitación a la violencia racial o, siquiera, a la revisión o negación del Holocausto judío. Con esta decisión, las autoridades europeas quieren ser ejemplares. Especialmente ahora, cuando la extrema derecha se organiza como grupo en el Parlamento europeo y se muestra, además, cada vez más agresiva en sus mensajes xenófobos, tal y como se puede ver cotidianamente en muchos países de la Unión Europea. Lo que sucedió en el siglo XX no puede volver a repetirse. Si Europa quiere tomarse en serio a sí misma como una unidad política que afronte los retos de la globalización y las tensiones e incertidumbres que penden de ella, debe empezar por defender inequívocamente los principios y los valores fundacionales que sustentan su proyecto como sociedad abierta. La Europa ilustrada y liberal no puede quedarse de brazos cruzados frente a los brotes de xenofobia o de revisionismo que, por ejemplo, cuestionan el horror del genocidio. Sobre todo si, como parece, la progresiva complejidad de sus estructuras sociales y la presencia de importantes comunidades de origen inmigrante dentro de sus fronteras, pueden generar tensiones que habrán de saberse encauzar eficazmente mediante políticas de integración que eviten la marginalidad de los inmigrantes y, al mismo tiempo, el respeto de los valores ciudadanos que aseguren la convivencia pacífica y tolerante dentro de las distintas sociedades europeas. La cobardía moral que se prodigó frente al nazismo y el fascismo, cuando empezaban a dar sus primeros síntomas, fue el principio del camino de servidumbre que condujo finalmente al abrazo del horror totalitario. No se puede cometer el error de confundir la tolerancia con la pasividad. Especialmente en el terreno de las conductas y de las opiniones que puedan propiciar la banalización de la xenofobia y, con ella, la incitación al odio y la violencia racial, étnica o religiosa. Hay que felicitarse por tanto de que después de varios años de negociaciones dentro del Consejo, la Unión Europea haya logrado poner en marcha una iniciativa que pretende generalizar la persecución penal de esas conductas. Europa trata así de salvaguardar su continuidad como sociedad abierta y plural. Ser intolerante con los intolerantes ha de convertirse, por tanto, en una práctica de salubridad social imprescindible si los europeos queremos ser fieles a nosotros mismos. T DOS MODELOS DE SOCIEDAD PARA FRANCIA OS franceses han confirmado a Nicolas Sarkozy como el gran triunfador de la primera vuelta de la elección presidencial y han dispuesto que deberá confirmar su ventaja frente a la socialista Ségolène Royal en la segunda. Con una tasa de participación impresionante, la mayor en los últimos treinta años, los electores han dejado claro que no tenían ninguna intención de que se repitiese el bochorno de hace un lustro, cuando permitieron que un candidato extremista pasara a la segunda vuelta. A pesar de los síntomas de desilusión social, han querido subrayar su compromiso democrático con el futuro de su país. El debate que se ha de producir en estas dos semanas se reduce a dos modelos claros: el liberal de Sarkozy y el socialista de Royal, lo que debería ayudar a la hora de clarificar los objetivos de cada cual. Para Royal va a ser más fácil presentarse como la abanderada del cambio, vinculando a su oponente con la gestión del presidente saliente, Jacques Chirac, de cuyos gobiernos formó parte. La izquierda probablemente intentará convertir la campaña en una cruzada contra Sarkozy, como se ha hecho en parte en la primera vuelta, mientras que éste tendrá que ser más concreto a la hora de mostrar sus planes de cambiar las cosas en la dirección que Francia necesita para salir del atolladero, sin que pueda arrojarse piedras sobre su propio tejado. En efecto, Chirac deja, como herencia de doce años en la jefatura del Estado y de toda una vida en la actividad política, un sistema extenuado, una Francia en crisis y sin fuerza en Europa. Chirac ha sido no sólo el sucesor del socialista Mitterrand, sino que también se ha convertido en el continuador de lo más nocivo de su política a pesar de haber trabajado bajo siglas opuestas. Hace cinco años fue reelegido de mala gana, y por el bien de la Unión Europea debió haber dimitido después de su derrota en el referéndum sobre la Constitución hace dos años. Sarkozy tiene que seguir convenciendo a los electores de que representa un cambio fren- L te a su predecesor, a pesar de que en este caso lo hace utilizando las mismas siglas de la UMP. Ni el centrista François Bayrou ni el ultra nacionalista Jean- Maríe Le Pen, cuyos votantes tienen ahora la llave de la elección, han visto cumplidas sus expectativas. El primero, porque aunque parecía que tranquilizaba a los votantes de derecha a los que la figura de Sarkozy resulta en cierto modo inquietante, no ha convencido prometiendo dejar las cosas como están. Francia necesita urgentemente una serie de reformas y por eso los electores han dado la espalda al único que ofrecía expresamente no cambiar nada. En cuanto a Le Pen, su mensaje es lo bastante antiguo como para descartar que tuviese ahora el éxito que tuvo hace cinco años, cuando el desinterés de los votantes de izquierda le llevó inesperadamente a la segunda vuelta. Ayer se cerró una década de la historia de Francia. Con el final político de Chirac termina un tiempo marcado por el protagonismo de líderes que habían conocido el nacimiento de la Quinta República y que estaban señalados de una manera u otra por su fundador, el general De Gaulle. Para Le Pen probablemente también será su última elección y también en el campo de la extrema izquierda se anuncia la retirada de varias candidaturas tradicionales. Ahora, tanto Sarkozy como Royal pertenecen a una nueva generación de políticos, que han sido educados precisamente en los llamados treinta gloriosos los años en los que el sistema conoció su esplendor. Sarkozy en especial, hijo de una familia de emigrantes atraídos por el brillo de la cultura y la imagen del país, representa perfectamente ese cierto espíritu francés que paradójicamente está ahora en crisis, entre otras cosas en la integración de los nuevos emigrantes. El próximo presidente tendrá ante sí un enorme trabajo para devolver la ilusión que hizo soñar a los franceses y reflotar un gran país cuya importancia en Europa y en el mundo ha sido siempre indiscutible. TEMOR A MÁS ATENTADOS YIHADISTAS E acuerdo con el Barómetro de primavera elaborado por Metroscopia para ABC, los españoles muestran una lógica preocupación ante el riesgo del terrorismo islamista. A pesar de que el PSOE insiste en vincular el 11- M con la presencia de nuestros soldados en Irak, lo cierto es que a día de hoy el 75 por ciento de los encuestados estima que el riesgo de un atentado yihadista es igual o mayor que en aquellas trágicas fechas de 2004. Es muy significativo que esta opinión sea compartida por un 68 por ciento de votantes socialistas, así como por casi nueve de cada diez de los que declaran su voto al PP Así pues, la sociedad española vive con inquietud el rebrote del islam radical en países como Marruecos o Argelia y se toma muy en serio las amenazas de Al Qaeda sobre la recuperación de Al Andalus. Por tanto, la gente no comparte el optimismo oficial sobre las virtudes de esa imaginaria alianza de civilizaciones que proclama Rodríguez Zapatero y no cree que la política de apaciguamiento sirva para ganar mayor seguridad frente a los fanáticos fundamentalistas. Tampoco acepta esa insólita oposición retrospectiva que practican los socialistas, como si José María Aznar fuera todavía el centro del debate varios años después de su alejamiento de la política activa. El Gobierno debería reflexionar ante esta opinión abrumadora de los ciudadanos, a quienes es preciso convencer con hechos y realidades tangibles y no con retórica carente de contenido práctico. D La opinión pública tampoco está convencida sobre la marcha del proceso de negociación con ETA. Un 38 por ciento considera que la organización terrorista está ahora más fuerte que antes y no se detecta ningún tipo de optimismo acerca del desarrollo del llamado proceso vasco Tampoco en este punto la intuición de la gente coincide con el lenguaje edulcorado de algunos políticos. Así, tres de cada cuatro encuestados piensa que el presidente del Gobierno no ha puesto punto final al diálogo con ETA y que su objetivo es mantenerlo o reabrirlo, a pesar del atentado de la T- 4 o de las muchas pruebas que han dado los terroristas de que no tienen intención alguna de abandonar las armas. La presencia de Batasuna o de otra marca similar en las próximas elecciones locales divide notoriamente a los españoles en función de su opción política. El 61 por ciento de los socialistas piensa que Zapatero no está dispuesto a permitir que los radicales participen en la convocatoria. En cambio, tres de cada cuatro simpatizantes populares considera que el Gobierno no hace todo lo posible para evitarlo. Esta discrepancia es muy significativa, ya que demuestra la importancia que la sociedad española atribuye a una decisión política que- -aunque sea por vías indirectas- -el Ejecutivo tendrá que afrontar a corto plazo. En todo caso, es notorio que los ciudadanos están inquietos ante el terrorismo en sus diversas manifestaciones, de manera que el Gobierno tendría que ser sensible ante este estado de ánimo colectivo.

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