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ABC MADRID 21-04-2007 página 102
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86 CULTURAyESPECTÁCULOS SÁBADO 21 s 4 s 2007 ABC CLÁSICA CLÁSICA Ciclo Los siglos de oro Misa de Madrid de D. Scarlatti. Intérpretes: Daniel Oyarzabal (órgano) Schola Antiqua, English Voices. Directores musicales: Juan Carlos Asensio, Thomas Blunt. Lugar: Convento de Santa Isabel. Madrid Grandes voces Obras de Rimsky- Korsakov, Mussorgsky, Ponchielli, Saint- Saëns, Bizet y Cilea. Int. Olga Borodina, mezzosoprano. Orquesta Titular del Teatro Real. Dir. Keri- Lynn Wilson. Lugar: Teatro Real. Madrid El misterio de las voces inglesas ANDRÉS IBÁÑEZ El ciclo Los siglos de Oro nos trae música de la edad áurea ambientada en los lugares donde sonó o pudo haber sonado, en esta ocasión la misa llamada de Madrid de Domenico Scarlatti. Es esta música que mira al pasado, claramente arcaizante, en la que Scarlatti muestra su amor por la polifonía renacentista. El concierto de esta noche nos trae una triple experiencia musical al recrear la celebración de una misa en la que, de acuerdo con la práctica antigua, alternan el canto llano, la polifonía y partes instrumentales, en este caso una serie de sonatas scarlattianas interpretadas al órgano por Daniel Oyarzábal. Thomas Blunt dirige esta noche a las English Voices, que son los encargados de cantar esta Missa quatuor vocum de Scarlatti, que si mi vista no me engaña (la letra de los catálogos del Grove es verdaderamente minúscula) es la única misa conservada y auténtica de su autor. Doce voces jóvenes, voces femeninas y masculinas, las dos alternando en los altos (cuerda integrada por una mujer y dos altos masculinos) Celestiales voces de las sopranos, de una luminosidad radiante, todos ellos perfectos de expresión, de ataque, de afinación, en una interpretación dotada de una extrema agilidad que se va moviendo sin esfuerzo de una sección y termina en un Agnus Dei cuyo amen culminante nos hace recordar aquella afirmación de Keats de que lo bello es verdad. Las partes de canto llano, al cargo de la Schola Antiqua dirigida por Juan Carlos Asensio, también son ejecutadas con enorme refinamiento y gran variedad expresiva, por ejemplo, en los muy diversos estilos de ejecución del Pascha nostrum y de una Victimae paschali atribuída a Wipo de Borgoña. Las contribuciones de Daniel Oyarzábal también son eminentes, destacando una brillante y ágil versión de la célebre fuga K. 30 en la que la leyenda ve a un gato caminando sobre un teclado y tocando una extraña serie de notas: sol, si bemol, mi bemol, fa sostenido... El arte grande ALBERTO GONZÁLEZ LAPUENTE Qué impresionante es la muerte, sus caras. La muerte con acento infantil, ingenua, femenina; la muerte viril, enérgica, penetrante y masculina; la muerte sibilina, sutil, la que repta y se desliza; la muerte altiva, marcial y dominante. Todas y cada una. Aquellas a la que Musorgski puso en música y reflexión a partir de los versos de Golenischchev- Kutuzov. Pero la filosofía de la muerte es una meditación sobre la vida solía decir Vladimir Jankélévitch. Tenía razón, porque al filósofo y musicólogo francés, que con tanta finura escribió sobre Albéniz y Mompou, le gustaba explicar las cosas por su contrario. Si hoy sabemos un poco más acerca de ella es gracias a la vida. La que rebosa con voz ancha y orgánica, la imponente y enérgica Olga Borodina. Acaba de actuar en el ciclo Grandes voces que organiza el Tea- Jean- Pierre Cassel, en el pasado festival de Cannes AFP Muere Jean- Pierre Cassel, otro estilo y otro modo de ser actor francés Suegro de Monica Bellucci, tenía a punto de estreno dos filmes con su hijo Vincent E. R. M. BARCELONA. Se ha muerto Jean Pierre Cassel, que era monsieur Senechal (marido de Stephane Audran en El discreto encanto de la burguesía o el padre de Vincent Cassel (es decir, el suegro de Monica Bellucci) o, si se prefiere, el actor francés que había que contratar cuando se necesitaba un francés elegante. Y a él acudieron Buñuel, Richard Lester, Robert Altman o Sidney Lumet cuando precisaron estilo y aroma francés a un tiempo. En títulos como El discreto encanto de la burguesía Los tres mosqueteros Asesinato en el Orient Express o Prêt- a- porter Algo así como un embajador del cine de su país, y en ese papel lo envolvíó George Lucas en Las aventuras del joven Indiana Jones Además de con Buñuel, también trabajó relativamente cerca de aquí con Juan Antonio Bardem a principio de los años sesenta en Nunca pasa nada Pero es, lógicamente, la cinematografía francesa la que atesora el grueso de su trabajo, que más que grueso es obeso: doscientos títulos y algunos de ellos de peso y a las órdenes de Renoir, de Chabrol, de René Clair, de René Clament, de Melville... aunque probablemente quede como protagonista de algunas de las comedias de Philippe de Brocca. Ha muerto a los setenta y cuatro años y a causa de eso que los agentes siempre denominan una larga enfermedad la cual no le impidió dejar por estrenar cinco películas, dos de ellas, L enemi public n 1 y L instinct de mort junto a su propio hijo Vincent (la gran ilusión) tro Real. Cantando a Musorgski y pocos más. Borodina deslumbra siempre por su naturaleza musical desbordante, tan opuesta a la solemnidad de su presencia escénica. No necesita más. Todo lo dice cantando. Sin gestos artificiales, rigurosa y descomunal se paseó en este recital por la Voce di donna de La Gioconda por la Primtemps qui commence de Samson et Dalila y Près des remparts de Séville de Carmen Por eso tienen un valor inmenso aquellos momentos en los que quebró la figura. Abrió los brazos al terminar los Cantos y danzas de la muerte allí donde se pisan los huesos para que no puedan jamás salir de la tierra Y muy especialmente al final de la Acerba voluttà de Adriana Lecouvreur de Cilea, cantada a más, creciendo. Su agudo de cierre bien mereció el concierto. Pero fue en la propina donde llegó lo sublime. De nuevo Saint- Saëns, Mon coeur s ouvre a ta voix jugando con la media voz, muy flexible en la línea, ¡abrazando al aire! Aquí sonó un poco fuerte la orquesta, dirigida por la estupenda directora Keri- Lynn Wilson, aunque ya se había visto en algún fragmento orquestal previo que su naturaleza era algo extravertida. No así su voluntad por estar al lado de la protagonista. Por compartir la música profunda de Borodina. CLÁSICA Ciclos Com. de Madrid Obras de A. Copland, M. Camilo, G. Gershwin e I. Stravinski. Orquesta Sinfónica de Madrid. Director: Jesús López Cobos. Solista: Michel Camilo, piano. Lugar: Auditorio Nacional, Madrid Stravinski esclarecedor ANTONIO IGLESIAS Magnífico el último concierto ofrecido por la Sinfónica de Madrid, bajo la batuta titular de Jesús López Cobos, en el colmado Auditorio, por su interpretación y por la relativa actualidad de nombres americanos, presididos al final de la sesión por el magisterio de Igor Stravinski, en la versión de 1919 de El pájaro de fuego que, hasta hace poco- -téngase en cuenta mi larga existencia- todavía se le discutía, y ahora es esclarecedor de tantas y tantas cosas. Porque luego del Salón México del neoyorquino Aaron Copland (suerte de contribución nacionalista mexicana, cuya contemporaneidad la dictan una suficiente acritud armónica, su deambular libre dentro de su va- riedad tonal más sesudo que sentido) del Concierto para piano y orquesta de Michel Camilo; y de la Rapsodia en blue de George Gershwin (oportuna contribución al entonces denigrado jazz como origen y que, por su contenido tanto técnica como estéticamente, mereció los honores de la sala de conciertos de todo el mundo) hubimos de llegar a la obra citada de una de las figuras egregias de la música del siglo XX para tornarse en esclarecedor de esa verdad musical por la que todos suspiramos. Elogio máximo para López Cobos, capaz de ofrecernos este programa erizado de dificultades de toda índole, con un problema general: el de la brillantez derivada de la velocidad y del esplendor, con mano segura, apoyada en los mimbres realmente admirables de los profesores de la estupenda Sinfónica madrileña, capaz de brillar en sus numerosos solos. Camilo pertenece a esa clase de pianistas que confunden la rápida serie de sonidos articulados con la ráfaga omnipresente, y sus dos actuaciones levantaron el clamor del público. Naturalmente, y no es una simple boutade, el genio de Stravinski resplandeció y aclaró no poco las cosas.

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