ABC MADRID 26-02-2007 página 4
- EdiciónABC, MADRID
- Página4
- Fecha de publicación26/02/2007
- ID0004990761
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4 OPINIÓN LUNES 26 s 2 s 2007 ABC DIRECTOR: JOSÉ ANTONIO ZARZALEJOS PRESIDENTA- EDITORA: CATALINA LUCA DE TENA DIRECTOR GENERAL: JOSÉ LUIS ROMERO Área Financiera: Jorge Ortega Área de Márketing: Javier Caballero Área Técnica: José Cañizares Área de Recursos Humanos: Raquel Herrera DIRECTOR GENERAL DE DESARROLLO: EMILIO YBARRA PRESIDENTE DE HONOR: GUILLERMO LUCA DE TENA Director Adjunto: Eduardo San Martín Subdirectores: Santiago Castelo, Fernando R. Lafuente, Alberto Pérez, Alberto Aguirre de Cárcer Jefes de Área: Jaime González (Opinión) J. L. Jaraba (España) Miguel Salvatierra (Internacional) Ángel Laso (Economía) Juan Cierco (Cultura, Ciencia y Deportes) Mayte Alcaraz (Fin de Semana) Jesús Aycart (Arte) Adjuntos al director: Ramón Pérez- Maura, Enrique Ortego y Ángel Collado Redactores jefes: V. A. Pérez (Continuidad) A. Martínez (Política) M. Erice (Internacional) F. Cortés (Economía) A. Puerta (Regiones) J. Fernández- Cuesta (Sociedad) A. Garrido (Madrid) J. G. 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El acuerdo de La Meca para formar un gobierno palestino de coalición entre los moderados de Al Fatah y los radicales de Hamás se produce en circunstancias inéditas: Israel está muy debilitado después de su desastrosa incursión en el sur del Líbano, la ocupación de Irak empantanada de la peor manera, el régimen teocrático iraní a punto de convertirse en potencia nuclear y Afganistán en camino de ser otra vez el centro neurálgico de la actividad de Al Qaeda. Además, la desastrosa situación en Irak y los temores de que las sanciones de la ONU contra Teherán no basten para conjurar una nueva conflagración de consecuencias impredecibles, parecen haber actuado como un elemento dinamizador de los esfuerzos por lograr la paz en el Oriente Próximo. En realidad, ahora todo el mundo tiene prisa por resolver el conflicto palestino- israelí. Los países suníes moderados, porque están viendo cómo nutre a la efervescencia integrista que amenaza su propia continuidad; y los europeos, que vemos cómo el problema se traslada a nuestras propias ciudades. Para EE. UU. implicado en Irak y sopesando los riesgos de abrir un nuevo frente en Irán, la mejor noticia que podría recibir sería la de un acuerdo de paz en Palestina. El pacto para formar un nuevo Ejecutivo palestino noincluyeunaexpresión claradelas exigencias que se han hecho tradicionalmente a quien ostentaseel liderazgo de este pueblo y que se resumen en un reconocimiento expreso del derecho de Israel a existir como país dentro de fronteras seguras y reconocidas. A pesar de ello, muchos de los actores que forman parte del llamado cuarteto están a punto de anunciar unilateralmente que reanudan la ayuda financiera a los palestinos. EE. UU. sin embargo, desearía que los dirigentes de Hamás le dieran un argumento para poder hacerlo, pero insiste en que las condiciones que eran ciertas hace dos años siguen siéndolo hoy. Hay al menos dos razones para nocedera las exigencias delos palestinos si ellos no dan antes los pasos necesarios. La primera, que una cosa así sería interpretada como si Occidente le diera la espalda a Israel y eso sería el error más grave que podríamos cometer, aunquesólofueseporqueello lelegitimaría para tomar medidas unilaterales de autodefensa, loque volvería a levantar nuevos obstáculos en el camino de una solución del conflicto. Y en segundo lugar, porque no es realista pensar en ninguna fórmula de paz si no cuenta con el apoyo expreso y activo de Estados Unidos. Lomejorquepodríasuceder hastalaformación del nuevo Gobierno palestino, es quelos extremistas de Hamás entendiesen esta situación y le dieran una oportunidad a la paz. Esperar es la actitud prudente que se impone, lanzando al mismo tiempo el mensaje a los palestinos de que si de verdad quieren la paz han de aceptar las condiciones mínimas que se exigen a cualquier otro país civilizado, y, también, que si lo hacen así tendrán el mayor apoyo posible por parte de Occidente. L EL ESTADO EN PRECARIO URANTE los primeros meses de legislatura, Rodríguez Zapatero usó reiteradamente el mensaje de que iba a rebajar la tensión territorial heredada de los ocho años de Gobierno de José María Aznar. Así se daba a entender a la opinión pública que los nacionalismos vasco y catalán se habían radicalizado por reacción al centralismo de Aznar, no porque éste hubiera decidido no seguir haciendo más concesiones a hegemonías nacionalistas que no se tradujeron en mayor lealtad constitucional. El diagnóstico de Rodríguez Zapatero era intencionadamente mendaz porque ignoraba que había sido el gobierno presidido por un socialista- -Pascual Maragall- -quien había lanzado el mayor ataque al modelo del Estado autonómico con una propuesta estatutaria de corte confederal. También silenciaba a propósito que la radicalización del nacionalismo vasco se fraguó con el pacto de Estella, que fue una reacción soberanista al Espíritu de Ermua, surgido tras el asesinato de Miguel Angel Blanco. Sin olvidar que los socialistas vascos rompieron en 1998 la coalición de gobierno con el PNV porque sabían que este partido se hallaba negociando con ETA. En todo caso, la carga de la prueba siempre recae en quien acusa, y Zapatero tenía la legislatura por delante para justificar su acusación, a pesar de que en los dos mandatos de Aznar se habían aprobado leyes de transferencias pendientes, un nuevo sistema de financiación autonómica y la renovación indefinida del concierto económico para el País Vasco. Sin embargo, adentrada esta legislatura en su último año, la tensión territorial que Zapatero iba a apaciguar- -y que iba a ser el contexto político del fin del terrorismo- -no sólo no ha desaparecido allí donde ya existía, sino que, además, se ha extendido a comunidades que nunca plantearon entre sí cuestiones de identidad, cultura, historia o recursos naturales. Rodríguez Zapatero ha impulsado personalmente una reforma del modelo autonómico que ha hecho mucho más precario al Estado, porque sus instituciones centrales D tienen ahora menos recursos legales y económicos para aplicar políticas nacionales, y también porque ha provocado una litigiosidad constitucional entre comunidades que ha puesto en manos del Tribunal Constitucional todo el futuro del modelo de Estado. El aventurerismo confederal del Estatuto catalán- -enmascarado con otras reformas estatutarias leales a la Constitución, pero impulsadas por fuerza de una connivencia oportunista de la clase política más que por una necesidad real del sistema- -ha supuesto un alto coste a la estabilidad del Estado, sin que se adivinen cuáles han de ser las ventajas para el conjunto de la nación. El nacionalismo catalán, al que está asociado el socialismo, sigue instalado en la reivindicación soberanista, impugna la enseñanza del castellano en las escuelas, amenaza con romper las reglas si el Tribunal Constitucional anula el Estatuto y mantiene sus lealtades al Gobierno central en condición provisional, siempre que sea rentable. No muy distinta es la situación del nacionalismo vasco, que nuevamente aspira a ganar terreno a costa- -pero no en contra- -del terrorismo, como ha venido haciendo en los últimos veinticinco años, y no para erradicar a ETA sin precio político, sino para cobrarlo en su integridad antes de que ETA desaparezca. A mayor abundamiento, los dos Estatutos sometidos a referéndum ciudadano, el catalán y el andaluz, han salido escaldados, en términos absolutos, pues sólo han recibido el apoyo de algo más de un tercio del censo electoral; y en términos relativos, porque cuentan con mucho menos respaldo que sus predecesores. Este nuevo Estado que quería hacer Zapatero- -realmente, un entramado de decisiones para satisfacción de alianzas partidistas- -es débil, vulnerable e inestable. Está amenazado por sólidas acusaciones de inconstitucionalidad y, en vez de unir, ha separado más y a más regiones, azuzando enfrentamientos entre comunidades por bienes históricos y naturales que eran patrimonio común de esa nación española que no era discutible hasta que Zapatero decidió que lo fuera. VULNERABLE COSTA GALLEGA S más fácil hacer promesas que cumplirlas. Durante la crisis del Prestige en pleno despliegue de la plataforma Nunca Máis y de la utilización política del asunto, los responsables nacionales y regionales del PSOE ofrecieron infraestructuras y protocolos de actuación para hacer frente a este tipo de situaciones. A día de hoy, los socialistas son responsables de la gestión de la administración estatal y autonómica, pero las costas gallegas siguen siendo vulnerables al mal tiempo y al azar de las tormentas. Más de 40.000 buques al año transitan por el litoral de Galicia, de los cuales, unos 15.000 transportan mercancías peligrosas. Por fortuna, el carguero holandés Ostedijk sólo transporta abonocomún parauso agrícola. Sifuera un petrolero, laposibilidad de una marea negra sería algo más que una hipótesis. Más allá de echar la culpa a los demás, los responsables políticos no han hecho nada útil. Alejar el buque de la costa es lamismadecisión quese adoptó en su día con el Prestige provocando un escándalo general. La letra de las boletines oficiales, pero las medidas prácticas no llegan nunca. Por supuesto, el famoso puerto refugio duerme en el archivo de los proyectos que no se llevan a cabo. Las costas gallegas siguen igual de indefensas que antes y los ciudadanos E muestran su escepticismo ante una retórica que nunca viene confirmada por los hechos. El gobierno de coalición que preside Pérez Touriño debería atender más a la gestión de los asuntos que realmente importan a la gente y dejar de lado absurdos debates identitarios y lingüísticos. En lugar de ofrecer soluciones eficaces, al portavoz de pesca del BNG solo se le ocurre reclamar para la comunidad autónoma la plenitud de las competencias en materia de salvamento marítimo y lucha contra la contaminación. Más vale no recordar el papel poco lucido que desempeñaron los responsables nacionalistas en los incendios forestales durante el pasado verano. El caso es que nadie asume el compromiso de impulsar y financiar las infraestructuras prometidas y, en estas circunstancias, no es descartable que otra desgracia ecológica ponga de nuevo en peligro las costas de Galicia. El peregrinaje de Ostedijk primero por el litoral atlántico y luego por el cantábrico dura ya demasiado tiempo, hasta el punto de que el ingenio popular ha bautizado al buque como el holandés errante. La opinión pública se pregunta si Fomento y el Ejecutivo autonómico están dispuestos a poner los medios para encauzar un problema que- -tarde o temprano- -volverá a plantearse.