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ABC MADRID 02-02-2007 página 24
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24 ESPAÑA Tribuna abierta VIERNES 2 s 2 s 2007 ABC Joaquín Calomarde Diputado del PP al Congreso por Valencia LEGITIMIDAD HISTÓRICA DE LA DERECHA LIBERAL ESPAÑOLA No puede hablarse sin más de una derecha monolítica. No ha existido jamás. Desde las Cortes de Cádiz de 1812 hasta hoy, la derecha española ha alumbrado diferentes tendencias y corrientes; ha protagonizado episodios dramáticos y bien poco aleccionadores y ha contribuido de un modo ejemplar y fehaciente a la restauración de la democracia en España y a la devolución al pueblo español de la soberanía nacional H AY una constante histórica, por más que sus frutos puedan ser considerados recientes, que consiste en suponer que la derecha democrática, es decir liberal, española sólo habla de la izquierda para censurar que lo sea. El origen de este problema radica en el profundo complejo que sectores de esa derecha democrática han tenido históricamente para saber qué eran, qué representaban y, lo que es más importante, cuál era su legitimidad. Ciertamente el asunto es complejo. Desde el punto de vista histórico no puede hablarse sin más de una derecha monolítica. No ha existido jamás. Desde las Cortes de Cádiz de 1812 hasta hoy, la derecha española ha alumbrado diferentes tendencias y corrientes; ha protagonizado episodios dramáticos y bien poco aleccionadores y ha contribuido de un modo ejemplar y fehaciente a la restauración de la democracia en España y a la devolución al pueblo español de la soberanía nacional. mada por el discurso posibilista y antihistórico del radicalismo izquierdista, que a fuer de radical, roza lo reaccionario en su etimológico sentido. Creo honestamente que ese error es responsable de no pocos de sus males y deficiencias, así como indudablemente causante de descrédito y asombro ocasional para propios y extraños. Hablar, comohacelaizquier- da intencionadamente y con éxito entre parte de la derecha liberal, de una derecha monolítica en la que es y representa lo mismo el conservadurismo liberal y reformador de Cánovas y Maura, el carlismo integrista y montaraz, el monarquismo primorriverista y Franco, y el reformismo democrático e integrador de UCD o el Partido Popular, indica hasta qué punto se puede intentar abusar de la simplificación interesada con fines de movilización electoral. Es, por otro lado, evidente que semejante estado de cosas ha sido creído por la propia derecha española, que no ha sabido muy bien dónde situarse cuando le han dicho cosas tales como que carecía de legitimidad histórica, política, social o cultural. Mejor dicho, sí ha sabido, para mal en gran parte de los casos, dejando la mencionada legitimidad en manos de la izquierda, incluso cuando ha logrado gobernar la derecha liberal española, para descrédito de algunos y confusión de los más. De acuerdo con el esquema reduccionista de la izquierda, la derecha española liberal, el centro político, estaría emparentado con el Antiguo Régimen, empalmando directamente y sin continuidad histórica precisa con las ÁNGEL CÓRDOBA dictaduras de Primo de Rivera y Franco. Como es natural, este disparate carece de cualquier validación histórica, pues ignora precisamente la tradición que alimenta la vida y obra de esa derecha centrista y liberal, que no es otra que la de los ilustrados del siglo XVIII, con Jovellanos a la cabeza, los doceañistas, los liberales moderados o los conservadores reformistas o de la Restauración, así como los regeneracionistas o la propia generación del 98 y, sobre todo, la orteguiana de 1914, hasta la UCD, que hizo posible la transición política (esa a la que, a mi juicio, no se siente vinculado, para desgracia de toda la nación, el actual presidente del Gobierno, el señor Zapatero) Esa herencia, que es la propia del centrismo liberal, no habría existido jamás. Lo extraordinario del caso, no es la falsificación histórica y política que semejante orquestación de la confusión que por parte de la izquierda se establece (excepción hecha e históricamente debida al socialismo español que haya leído o recuerde, por ejemplo, quién fue y qué represento en el Partido Socialista de la época un personaje tan ejemplar como don Julián Besteriro, a la sazón presidente del Congreso de los Diputados en delicadísimas circunstancias históricas o, en otra onda, Fernando de los Ríos) Lo extraordinario es que, a todas luces, en ocasiones y por sectores diversos, ha sido creída por la propia derecha democrática, que, al hacerlo así, abjura de sus principios, vacila en la aplicación programática de los mismos y deja en manos de la propia izquierda, en no pocas ocasiones, la gestión directa de determinadas responsabilidades públicas. Responsabilidades para las que ella, como derecha democrática y liberal, queda deslegiti- democrática española, centrista y reformista, que hoy se quiere y demanda legítimamente liberal ha de desinhibirse y, con independencia de la marca ubicadora que se autoasigne, sea ésta de derecha, centro- derecha o centro a secas, no ha de experimentar la menor vacilación en asumir plenamente sus legítimos orígenes y su historia. Hallará en ellos, además de episodios indudablemente poco edificantes, motivos sobrados de satisfacción y afirmación. Y un profundo respaldo ciudadano que ve, con estupor, cómo el señor presidente del Gobierno de España pacta antes con el independentismo radical que con el PP. E incluso, es coreado por los amigos de ETA, que con independencia de la opinión del señor presidente del Gobierno y absolutamente, claro, contra su voluntad democrática, a la vez coloca una bomba en el aeropuerto madrileño con dos víctimas mortales. Pacta antes con los radicales que con el PP, que representa en este momento en las Cortes a más de diez millones de españoles, demócratas sensatos, conservadores dignos y liberales centristas sin más que no terminan de creer, y cada día menos, el espectáculo de las incongruencias del señor Zapatero, su entreguismo, su falta de principios, de convicciones y de determinación como presidente. Que lo es, y esto es lo que de verdad debiera importarnos a todos, de los españoles en su conjunto y de la nación. Laderecha ca, menos la gratuidad del talante, la obstinación en el diálogo con extremistas de todo signo y pelaje y el rutinario optimismo, no confirmado, desgraciadamente para todos, por la tozudez de los hechos y la expresa voluntad de los que no quieren, ni desean otra cosa, que el paulatino cambio de régimen (asunto que nada tiene que ver con las legítimas pretensiones de posibles reformas constitucionales dentro de la Constitución) establecido por la voluntad soberana del pueblo español en la Constitución de l978. Todoesexplicableenpolíti-

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