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ABC MADRID 23-01-2007 página 4
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ABC MADRID 23-01-2007 página 4

  • EdiciónABC, MADRID
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4 OPINIÓN MARTES 23 s 1 s 2007 ABC DIRECTOR: JOSÉ ANTONIO ZARZALEJOS PRESIDENTE DE HONOR: GUILLERMO LUCA DE TENA PRESIDENTA- EDITORA: CATALINA LUCA DE TENA DIRECTOR GENERAL: JOSÉ LUIS ROMERO Área Financiera: Jorge Ortega Área de Márketing: Javier Caballero Área Técnica: José Cañizares Área de Recursos Humanos: Raquel Herrera DIRECTOR GENERAL DE DESARROLLO: EMILIO YBARRA Director Adjunto: Eduardo San Martín Subdirectores: Santiago Castelo, Fernando R. Lafuente, Alberto Pérez, Alberto Aguirre de Cárcer Jefes de Área: Jaime González (Opinión) J. L. Jaraba (España) Miguel Salvatierra (Internacional) Ángel Laso (Economía) Juan Cierco (Cultura, Ciencia y Deportes) Mayte Alcaraz (Fin de Semana) Jesús Aycart (Arte) Adjuntos al director: Ramón Pérez- Maura, Enrique Ortego y Ángel Collado Redactores jefes: V. A. Pérez (Continuidad) A. Martínez (Política) M. Erice (Internacional) F. Cortés (Economía) A. Puerta (Regiones) J. Fernández- Cuesta (Sociedad) A. Garrido (Madrid) J. G. 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Ante todo, estamos ante un problema de convivencia social y no de una explosión de racismo o xenofobia. La crisis de valores y la permisividad que algunos confunden interesadamente con la tolerancia generan un riesgo de conflicto que explota en cuanto surge algún pretexto. Si la escuela no transmite las normas elementales de convivencia- -incluido, por supuesto, el respeto a la autoridad legítima- -y las familias hacen dejación de sus obligaciones, los jóvenes se encuentran en un ambiente en el que impera la ley del más fuerte. De ahí a la formación de bandas callejeras y a la disputa del espacio por medios violentos no hay más que un paso. Ciertos grupos de corte mafioso aprovechan además el río revuelto para desarrollar prácticas delictivas, abusando de los derechos y libertades que otorga la sociedad democrática. La desidia de los poderes públicos hace que algunos prefieran tomarse la justicia por su mano. En este clima deteriorado, aparecen los peores instintos, que, una vez desatados, no son fáciles de controlar. La violencia juvenil no es ciertamente un fenómeno novedoso, pero es evidente que ha aumentado de forma considerable en los últimos tiempos. Bandas como Latin Kings o Ñetas ultras de uno u otro signo y grupos violentos bajo cualquier disfraz ideológico, son fenómenos muy serios que las autoridades y las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad deben combatir con firmeza y con la ley en la mano. No obstante, parece que en Alcorcón no cabe atri- buir la pelea a grupos organizados, sino a una expresión espontánea de decenas de jóvenes, convocada sobre la marcha y causada por el hastío que ha producido entre muchos ciudadanos el hecho de sentirse víctimas de la perpetuación de situaciones injustas y abusivas. Por ejemplo, por recibir amenazas e, incluso, ser extorsionados simplemente para poder disfrutar de un parque público o de una instalación deportiva. En cualquier caso, lo que ha ocurrido en esta población madrileña es un síntoma de lo que podría suceder en otras ciudades españolas si no se pone freno a la situación. Como siempre, aplicar la ley con todo rigor y adoptar medidas preventivas son las únicas soluciones razonables. Nadie debe tener esa sensación de impunidad que conduce fácilmente a la reincidencia. La presencia frecuente y visible de la Policía y el control de los espacios públicos para que todos los ciudadanos puedan usarlos de forma pacífica son actuaciones indispensables a corto plazo. De cara al futuro, hay que insistir en que una sociedad civilizada debe transmitir con la máxima eficacia a las jóvenes generaciones- -sea cual sea su origen y procedencia- -los principios de respeto a la ley y los derechos de los demás. El cumplimiento de las leyes y de las pautas sociales de convivencia es obligatorio para todos, sean nacionales o extranjeros. Alimentar las pasiones más bajas es hacer un daño grave al sentido común y ninguna persona responsable debería contribuir a ello. No obstante, el Gobierno tiene que ser consciente de que existe un problema social con diversos componentes- -política educativa, inmigratoria y de orden público, entre otros- -y que debe hacerle frente sin tardanza. Lo ocurrido no es un hecho aislado o una simple anécdota. Simplemente, ha tenido más repercusión que otros sucesos semejantes y ocultos en la cotidianidad. Si no se pone remedio a las causas estructurales, no servirá de nada poner parches, y tampoco será lícito rasgarse las vestiduras en el futuro, cuando el deterioro de la situación pueda ser aprovechado por movimientos extremistas y antidemocráticos para intentar enraizar en la sociedad con discursos xenófobos, excluyentes y violentos. EL MARKETING ELECTORAL DEMÓCRATA L Partido Demócrata norteamericano ha emprendido el proceso previo a las elecciones de 2008 acentuando el tradicional camino de gestos publicitarios. En los tres principales candidatos que han emergido en los primeros escarceos de la carrera por la candidatura presidencial ha florecido antes la pertenencia a un determinado grupo que las posibles propuestas políticas de cada uno. Sin fijarse demasiado en cuáles son las ideas que van a defender unos y otros, se han colocado en cabeza una mujer como Hillary Clinton, un mestizo como Barack Obama y un hispano como el gobernador de Nuevo México, Bill Richardson, formando así una colección completa de minorías o de grandes porciones socio- electorales, como si lo que se estuvieran buscando fuera una receta bien definida de una macedonia de etiquetas antes que un proyecto claro, destinado a desafiar a la continuidad republicana. Esta tendencia hace daño a la democracia porque tiende a convertir el proceso electoral en un simple mecanismo de marketing, de tal manera que la aspiración de dirigir el país más poderoso del mundo llega a presentarse ante la sociedad de igual forma a la de una empresa que trata de aumentar sus ventas sobre las de la competencia. Cambiar la forma por la sustancia es una receta extremadamente peligrosa en política. Ni debería haber vetos para nadie en un sistema que pro- E cure que todos los ciudadanos tengan las mismas oportunidades, ni las condiciones de raza o sexo tendrían que ser más importantes que los méritos de un proyecto político. En los primeros compases, la esposa del Bill Clinton- -condición que constituye otro de los aspectos determinantes en su candidatura- -aparece en cabeza de las encuestas, sobre todo después de que haya hecho ciertos ajustes en sus posiciones sobre la guerra de Irak, que esencialmente se contradicen con las que ella misma mantenía antes de postularse como aspirante, pero que resultan más convenientes a sus actuales objetivos. Por eso, tendrá que asumir el riesgo de enfrentarse a sus propias contradicciones y a una dosis de rechazo social más amplia de la que ella desearía para empezar su carrera hacia la Casa Blanca con mayores garantías de éxito. En cuanto a Obama, es percibido por sus seguidores como el representante de una nueva generación de dirigentes políticos por oposición a la actual, en la que se encuadran tanto Clinton como Richardson, pero a priori no parece convicente con sus soluciones a los grandes problemas. El mundo- -y eso incluye a Estados Unidos en primera línea- -tendrá que seguir afrontando trascendentales desafíos. Más vale que aquéllos que tengan que tomar las principales decisiones sean elegidos por sus méritos y no por su condición étnica o sexual. O por simple mercadotecnia. ERBIA sigue fuera de onda. Enrocada dentro de un laberinto de escombros y padecimientos, su sociedad no ha sido capaz de liberarse todavía del abrazo de su orgullo herido. Las derrotas sufridas y el progresivo cercenamiento territorial, asociado a la descomposición de la antigua Yugoslavia, siguen turbando la prudencia de un país que vive sumido en una neurosis colectiva que lastra sus posibilidades de plena normalización democrática. Sólo de esta manera puede entenderse que la resaca genocida impulsada por Slobodan Milósevic desde la guerra de Bosnia siga gozando de tirón electoral, tal y como demuestra la victoria conseguida en las elecciones del pasado domingo por el ultranacionalista Partido Radical Serbio (SRS) de Vojislav Seselj. Más allá de cualquier otra consideración democrática, resulta inquietante la noticia de que haya obtenido más de un 28 por ciento de los votos un partido que lidera desde la cárcel un procesado ante el Tribunal Penal Internacional por crímenes de guerra. Sobre todo, porque es la punta del iceberg de un estado de opinión transversalmente nacionalista que no ayuda al país a salir del atolladero en el que se encuentra desde la caída de Milósevic. Por lo pronto, los resultados de los comicios de anteayer fuerzan a reeditar un complicado equilibrio de poder entre dos partidos rivales, de los que tendrá que salir nuevamente un gobierno de coalición agrupado en torno al centrista Partido Demócrata (DS) del presidente Boris Tadic, y al conservador Partido Democrático de Serbia (DSS) del primer ministro Vojislav Kostunica. Unidos por la necesidad de estabilizar el país y oponerse a los delirios del SRS, la coalición del DS y el DSS tienen ante sí la tarea de limar sus diferencias y olvidar las rivalidades que han existido entre el europeísta Tadic y el moderadamente nacionalista Vojislav Kostunica. La agenda que tiene por delante el nuevo Gobierno exigirá poner en claro los objetivos reales que se quieren para el país. Siguen pendiente de solución la entrega de los criminales de guerra reclamados por el Tribunal Penal Internacional y, lo que aún es más grave, que se resuelva por parte de Naciones Unidas el estatus jurídico de Kosovo. No hay que olvidar que en estos momentos nadie ha encontrado una solución idónea que resuelva lo que, en principio, es un conflicto irresoluble, ya que los serbios ven en Kosovo un símbolo en el que, a pesar de la mayoría albanesa que vive en él, residen los orígenes históricos de su identidad nacional. Serbia afronta su futuro dentro de una difícil encrucijada emocional. De ella depende su estabilidad democrática y la imagen que proyecta fuera de sus fronteras. O se libera de una vez por todas de su tortuoso pasado y apuesta por Europa con medidas que la reconcilien con la Comunidad Internacional o se encerrará en un ovillo balcánico del que difícilmente podrá salir.

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