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ABC MADRID 22-01-2007 página 3
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ABC MADRID 22-01-2007 página 3

  • EdiciónABC, MADRID
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ABC LUNES 22 s 1 s 2007 OPINIÓN 3 LA TERCERA PATADAS AL SUELO No hay que llevarse a engaño, el Real Madrid de hoy es la consecuencia de la suma de todas y cada una de sus directivas, pero sobre todas las demás, de las últimas. Aunque nos pese, poco o nada han interesado los resultados en el terreno de juego. Razón por la que los goles venían escatimados... I por algo se ha caracterizado el Real Madrid de las últimas temporadas ha sido por haber convertido cada solución en un problema. La penúltima solución, el penúltimo problema venía servido en bandeja. Lo de ganar al Betis para acercar la Copa del Rey a los labios de la afición hubiese remediado algunas cosas. Entre otras la actuación de su actual presidente, cuando le entró la vomitona y salpicó a media plantilla. Pidió disculpas, al igual que las pidió su entrenador por exhibir el dedo erecto ante la afición. Pero como ya sabemos, hay momentos en que una disculpa, en vez de solución, acentúa más el problema. Y así vino el perdón de ambos. El de uno que quedó lo más parecido a un remiendo en el ojal, valga la comparación. Y el perdón del otro, un perdón con zumba, como si hubiese untado el anular en vaselina después de haberlo dado uso. S equipo y además marcar goles. Una combinación de técnica y genialidad que al Real Madrid le daría la tira de Copas. Atrás quedaron los yeyés con Pirri, Amancio y Velázquez. Atrás quedó Del Bosque, otra solución, otro problema. Un pincel de jugador que cuando le tocó la tarea de entrenar, fue despedido de un brochazo. Y atrás quedaron los de la Quinta del Buitre, también llamada de otra forma desde el día en que a Emilio Butragueño se le escapó el chute de sus vergüenzas. Bromas aparte, aquella fue la última alineación gloriosa, con Michel, Sanchís y Martín Vázquez y para apoyar el bloque las piruetas de Hugo Sánchez y la filosofía de Jorge Valdano, discípulo de Alfredo Di Stéfano y Eduardo Galeano a partes iguales, siempre tan verborreico él, haciendo autocrítica de cada pase, de cada jugada, de cada golpe. uestos en materia gris, cabe señalar que no hace falta más que escuchar a un jugador del Real Madrid para entender el motivo de los chicos de hoy en día, cuando se entrenan en dar patadas al diccionario como paso previo para llegar a lucir la camiseta que ha hecho ricos y famosos a tantos. Hay quien señala que sólo los niños y los borrachos dicen la verdad. De ser cierto esto, sobra advertir que el otro día su presidente no estaba borracho, aunque lo pareciese. Tan sólo arrastraba la resaca del que se sabe a punto de caer y ve el abismo a sus pies mientras la orquesta interpreta una danza macabra. Aunque pizca de razón llevase, pues el saber no embota las piernas, el hasta ahora presidente no es el más señalado para dar consejos de alta cultura y venir a decir que los jugadores merengues generalmente no la tienen. Hay que hacerse cargo del gusto de Calderón por los adverbios acabados en mente. Sólo escucharle hablar, para darse cuenta de que su discurso tiene cierto aire de barra americana, niñas al salón y palabras gruesas a la luz roja del reservado. A E chando un vistazo al bailoteo de cifras que se han pegado los merengues, se hace difícil concebir que los lidios inventasen el juego de la pelota con el único fin de engañar a las hambres en tiempo de carestía. Por lo menos así nos lo cuenta Herodoto desde el siglo V antes de Cristo. Según el historiador griego, un día se comía y el siguiente se dedicaba al juego. Un barbecho para entretener el vientre, poco más o menos. Sin embargo, lo que en tiempos de lidios era distracción de la andorga, llegados nuestros días y gracias al Real Madrid, se ha convertido en medio para saciar los apetitos estomacales. Y eso al final trae problemas, sobre todo si el presidente del equipo vomita sobre la pista antes de que la orquesta suene. No hay que llevarse a engaño, el Real Madrid de hoy es la consecuencia de la suma de todas y cada una de sus directivas, pero sobre todas las demás, de las últimas. Aunque nos pese, poco o nada han interesado los resultados en el terreno de juego. Razón por la que los goles venían escatimados. Llegado el caso y aunque el marcador bostezase de aburrimiento, lo que más atraía era el record de audiencia, es decir, los millones de personas que presenciaban desde el sofalito de sus casas, y a través de la televisión, cada encuentro del equipo merengue. Todos a la vez, como un solo hombre, que diría Ortega, la masa asiste a un mismo espectáculo donde se trafica con futbolistas procedentes de mercados baratos. Carne de cañón, o de lidia, que encuentra en la plaza merengue una salida para atiborrar los apetitos de la andorga y de un pelín más abajo, con perdón por señalar. Atrás quedaron los tiempos de Alfredo Di Stéfano, capaz de atender el juego de todo el P estas alturas, entre putas, lidios y merengues, la memoria del Real Madrid ha pasado a convertirse en un álbum de viejas fotografías que no valen ni para que Capello pueda limpiarse el dedo. Y menos la boca. El polvo galáctico ha quedado reducido a cenizas; pavesas que caen sobre el estadio junto con mecheros, teléfonos y otra montonera de cosas que aquí sobra decir y que taponan el camino hacia la salida. La Historia, con mayúscula, ya se encargará de bautizar con sustantivo merecido la época actual del equipo merengue. Así ha venido ocurriendo desde los tiempos de Herodoto. Mientras tanto nos toca entretenernos con el recuerdo, volver a los tiempos de gloria antes de la llegada de los galácticos, de cuando jugaban Juanito, Santillana, Pirri y Breitner y las chicas se llamaban Massiel y Sonia Bruno. Ahora se llaman Victoria Beckham y Nuria Bermúdez, y el salón ha quedado convertido en un plató donde se cocina la carne que mata los apetitos del bajo vientre. Por citar de nuevo a Ortega, mujeriego y filósofo al que asimismo le gustaba dar uso a los adverbios terminados en mente, por citar de nuevo a Ortega, sólo queda decir que la diferencia entre los tradicionalistas y los que aman el pasado radica en lo siguiente: mientras los unos lo aman verdaderamente, los otros, los tradicionalistas, lo aman de mentirijillas. Se les reconoce rápido por ser los mismos que quieren que el pasado no deje de serlo nunca, convirtiéndolo en problema presente. Llegados al final y con tan pocas esperanzas de resurrección, al equipo merengue sólo le quedan dos soluciones. La una, la de los tradicionalistas, o sea, dejar que el retrete se atore de problemas. La otra, la de los niños, la razón y los adverbios acabados en mente, la única y verdadera que consiste en tirar de la cadena y apagar el televisor, que muchas veces viene a ser lo mismo, y ponerse de una vez por todas a jugar al fútbol. Si es así, entonces y sólo entonces, la Historia empezará a ser tal y como la merecemos. Y el Real Madrid dejará de ser problema. MONTERO GLEZ Novelista

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