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ABC MADRID 31-12-2006 página 90
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90 CULTURAyESPECTÁCULOS Setenta años de la muerte de Unamuno DOMINGO 31 s 12 s 2006 ABC (Viene de la página anterior) mente hábil, por parte de Carmen Polo, acompañando y hasta protegiendo a Unamuno. Una historia tópica de tan repetida, que fue interpretada de manera contrapuesta por la España franquista y la España republicana. El franquismo consideró que se trataba de una extravagancia más del paradójico e imprevisible don Miguel, la demostración de los delirios a los que puede llevar la inteligencia teórica al margen de la realidad. Los republicanos convirtieron a Unamuno en el símbolo de la honestidad crítica intelectual frente a la dictadura que pretende exterminar la libertad de pensamiento, la representación de las desventuras de la cultura ante el fascismo. Unos y otros olvidaron la complejidad del personaje, la discontinuidad de la trayectoria de un intelectual intrínsecamente heterodoxo, la difícil dialéctica objetiva entre política y cultura. Unamuno fue un buen ejemplo de intelectual inorgánico. De carácter difícil, desgarrado, muy suyo, vivió el tobogán de situaciones políticas por las que pasó España con la pasión del compromiso de identificación con la España por él imaginada, que nunca fue la de sus gestores o administradores políticos. Ni la derecha, ni la izquierda, ni el centro. Su auténtica vocación fue la de luchar contra los vencedores en cualquier coyuntura. Ingresó en el PSOE en los años finales del siglo XIX, colaboró en el periódico La lucha de clases de Bilbao pero se decepcionó de las estrategias políticas de partido. Sus sueños regeneracionistas nada tenían que ver con el socialismo político y mucho menos con los planteamientos del dictador Primo de Rivera, del que se convirtió en 1924 en auténtico azote fustigador de todas sus limitaciones. Junto con el periodista republicano Rodrigo Soriano fue confinado a Fuerteventura, de donde escapó en 1930, cuando Primo ya había decidido levantarle la sanción. El resto de la dictadura lo pasó en París y en Hendaya, desde donde editó Hojas Libres en colaboración con Eduardo Ortega y Gasset. Sus dardos los dirigió tanto hacia Primo como hacia el rey. Al primero lo consideraba un bufón grotesco que tenía algo de inhumano y al rey lo veía como a un Habsburgo por su mezcla de lo político y lo religioso Salvo Maeztu y d Ors, todos los intelectuales de su generación acabaron haciendo filas con él contra la dictadura. No los de la generación del 27, que eludieron entonces todo compromiso social o político. La significación de Unamuno cre- El franquismo consideró que se trataba de una extravagancia más del paradójico e imprevisible don Miguel ció aún más en 1930, desde su conferencia del Ateneo en mayo de este año. El 14 de abril de 1931 estaba Unamuno en el balcón del Ayuntamiento de Salamanca proclamando la República. El 1 de mayo desfilaba, celebrando ese día, del brazo de Largo Caballero. Será nombrado Ciudadano de Honor de la República y presidente del Consejo de Instrucción Pública y elegido diputado de las Cortes Constituyentes. Estaba en la cúspide del prestigio político y cultural, pero su inconformismo era manifiesto. Cuando se elaboraba la Constitución de 1931 se quejaba de que la República se había equivocado en hacer a un tiempo una revolución y una Constitución que la encauce, en haber querido hacer una revolución constitucional o una constitución revolucionaria En octubre de 1931 se niega a votar el Estatuto catalán. En noviembre de 1932 en el ciclo de conferencias del Ateneo de Madrid se posiciona abiertamente contra Azaña, al que tildó de faraón de El Pardo En octubre de 1934 denunciará las salvajadas revolucionarias de Asturias así como la insondable mentecatez de quienes quieren monopolizar la decencia y el patriotismo El escritor, junto a una barca lectuales les estorban tanto a los hunos como a los otros. Si no les fusilan los fascistas les fusilarán los marxistas Su sensación de soledad era patética. Cuando lo visita Kazantzakis en Salamanca le dice: Todo lo que está ocurriendo en España es porque los españoles no creen en nada, están desesperados y actúan con salvaje rabia. Todos odian el espíritu... No soy ni fascista ni bolchevista. ¡Estoy solo! Solo como Croce en Italia Con uno de sus habituales neologismos, definió su posición como alterutral, otra y neutral. La guerra civil, para él, no era ya una guerra de civilizaciones, sino una guerra de España consigo misma, contra su propia capacidad de barbarie. Unos y otros contendientes eran la forma cóncava y convexa de una misma enfermedad colectiva Cesado como rector vitalicio Tras el 18 de julio de 1936 se adhirió a la causa del levantamiento militar. Se le atribuyó, incluso, que había donado 5.000 pesetas para el Alzamiento. El 19 de julio se sentaba ostentosamente en la terraza de la cafetería Novelty de la Plaza Mayor. En agosto era cesado de su condición de rector vitalicio por la República. Los intelectuales republicanos lo repudiaron. Luis Araquistain dijo de él que era un histrión calculador disfrazado de austero puritano José Bergamín, en el mitin de la Alianza de Intelectuales Antifascistas para la Defensa de la Cultura, llegó a decir de él que tenían que haberle fusilado Ehremburg dijo que habiendo querido ser Don Quijote no es ni siquiera Sancho Panza Los franquistas lo repusieron como rector vitalicio de la Universidad. Pero la conciencia crítica de Unamuno iba más allá de las ideologías en juego. En El resentimiento trágico de la vida que escribió entonces, exponía: Los motejados de inte- Los republicanos convirtieron a Unamuno en el símbolo de la honestidad crítica intelectual frente a la dictadura que pretende exterminar la libertad de pensamiento Jon Juaristi MUERTE Y MEMORIA a vida de Unamuno, que concluyó la tarde de San Silvestre de 1936, se repartió entre los siglos XIX y XX con igual número de años en cada centuria. Don Miguel fue, en mayor medida que los otros escritores del noventa y ocho, una figura de transición. Pode- L mos considerarlo, de hecho, el último de los realistas y el primero de los modernistas españoles. Esta condición fronteriza, como de bisagra entre dos épocas, marcó decisivamente su obra y su pensamiento. Su liberalismo, por ejemplo, se resintió de una cronología que, como Jano, miraba en direcciones opuestas: hacia el impulso generoso y optimista de la revolución decimonónica y hacia la crisis general de las democracias liberales que caracterizó el primer tercio del siglo XX. Los escritos de sus últimos meses expresan la conciencia trágica- -pero no ya escindida, como casi siempre estuvo- -de un liberal que asiste al derrumbe de valores que creía seguros y asentados (la libertad política, en primer lu- gar) Por tan firmes los tenía que incluso él mismo había jugado peligrosamente a rebasarlos. En ese juego tuvo un papel perverso la memoria de las guerras civiles del XIX. Unamuno concebía la nación como la manifestación histórica de una realidad subyacente e inmutable, a la que se refirió con distintos nombres: intrahistoria, tradición y, sobre todo, pueblo. Definió la guerra civil como la irrupción fecunda del pueblo en la historia para rectificar y consumar las revoluciones, y tal definición no fue ocasional ni apresurada: constituyó el meollo de su pensamiento político y surgió de una experiencia personal- -la del sitio de Bilbao por el ejército carlista en 1874- -que iría distorsionándo-

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