ABC MADRID 11-12-2006 página 36
- EdiciónABC, MADRID
- Página36
- Fecha de publicación11/12/2006
- ID0004982917
Ver también:
36 INTERNACIONAL Muere Pinochet sin ser juzgado LUNES 11 s 12 s 2006 ABC Horacio VázquezRial Escritor LOS DICTADORES MUEREN EN LA CAMA El pinochetismo se resolvió con una gran masacre inicial y la instauración de un Estado policial autoritario posterior, lo suficientemente permeable como para concluir en un referéndum y una retirada, cuando poco menos de la mitad de la población lo apoyaba P INOCHET y Castro... El primero murió ayer, pero hasta entonces permanecía en libertad y con más partidarios de los que cabría pensar y, desde luego, muchos más de los que dicen serlo. El segundo, tal vez, ya cadáver o cuerpo sin alma mantenido artificialmente vivo mientras sus secuaces preparan un futuro que los salve. En Chile hay una cierta vergüenza a la hora de reconocerle méritos al tirano, pero cuando se llamó al referéndum que debía destronarle, los resultados le fueron asombrosamente favorables: 60 en contra, 40 a favor. Recuerdo una discusión tenida entonces con un amigo chileno que me llamó por teléfono, contentísimo, para decirme que había ganado la voluntad democrática. Le dije que no, que un referéndum no se gana así, sino por más del 90 por ciento (aunque después hayamos, nosotros, legitimado un estatuto catalán refrendado por el 25 por ciento del electorado) No era voluntad de toda la sociedad que Pinochet se retirara, sino apenas de poco más de la mitad. El 40 por ciento de los chilenos pensaba que a sus paisanos les seguía haciendo falta mano dura, o que el nivel económico alcanzado con la dictadura justificaba una matanza o, lo que es peor, que había sido necesaria una matanza para arreglar la economía, y que bien estaba. Lo que hubo en el fondo fue el proyecto de cambiar la lectura, de cambiar la cultura clásica cubana, la que dio a Carpentier, a Lezama Lima, a Piñera, por otra, socialista soviética y reductoramente nacional. El número de volúmenes de las obras completas de Martí creció inusitadamente, a la vez que se editaban miles de volúmenes de filosofía marxista vulgar. La formación médica cubana, que no era precisamente de las peores del continente, se modificó sustancialmente por obra de los estudiantes privilegiados que fueron enviados a estudiar a Moscú, a la Universidad Lumumba, de segunda clase, para alumnos del Tercer Mundo, bien diferente de la Lomonósof, la universidad oficial para rusos. El magisterio, ya totalmente educado en la revolución, ha sido y es un instrumento eficaz de transmisión ideológica. Entre 1961 y 1989, la URSS entregó a Cuba, su mejor base en Occidente, 5.000 millones de dólares al año, a fondo perdido. Quinientos dólares por habitante, una cifra superior a la renta per cápita de la mayoría de los países del continente y, ni qué decir, de la región. El resultado fue la nada. Ni siquiera se pudo comprar pintura para evitar que La Habana, tan odiada por Castro, pareciera, como parece, una ciudad bombardeada. Todo hace pensar que puede ser cierto que la del dictador sea una de las primeras fortunas del mundo. Castro PoresoeljuezBaltasarGar- zón, con su afán jurídico, puso a Chile al borde del golpe de Estado. El senador vitalicio Augusto Pinochet tenía demasiados partidarios, dentro y fuera del Ejército, para que fuera cosa sencilla enviarle a la cárcel por cualquier causa. Los ingleses eran más sensatos en su actitud protectora. Yo había oído demasiadas veces el elogio económico, inclusive por boca de intelectuales de izquierdas, como para no saberlo. Y es que detrás de las luchas por lo simbólico, todo el mundo sabía, y sabe, que el gobierno de Salvador Allende iba al desastre financiero e industrial. Algo parecido a lo que sucedía en 1936 con la Segunda República Española, aunque hoy casi nadie quiera reconocerlo. Claro que para resolver esa situación no era inevitable la dictadura: bastaba con un poco de sentido común. Pero escaseaba el sentido común y Franco se murió en la cama, como ahora Pinochet. Con Castro, las cosas son ligeramente diferentes. El pinochetismo se resolvió con una gran masacre inicial y la instauración de un Estado policial autoritario posterior, lo suficientemente permeable como para concluir en un referéndum y una retirada, cuando poco menos de la mitad de la población lo apoyaba. revolución cubana se fue osificando gradualmente. Primero hubo matanza, paredón, expropiación y exilio. A partir de 1966, purgas interiores. Castro se libró de Camilo Cienfuegos, se alió con la URSS, se deshizo del Che mandándolo a morir a Bolivia en 1967, y dedicó sus mejores esfuerzos a la construcción de un régimen perso- La nal, totalitario, con jefes de manzana de modelo mussoliniano y el fantasma de la delación invadiéndolo todo. Si hoy hubiese una consulta popular en Cuba, a pesar de todo ello, o precisamente por todo ello, se vería que tiene más apoyos de los que correspondería imaginar. Está muy metido en la sociedad cubana el miedo a la reexpropiación. Los que fueron llevados a La Habana a ocupar las casas de los exiliados temen tener que devolverlas. El discurso orwelliano perpetuo respecto de los gusanos de Miami ha calado hondo. Por no hablar de los mitos impuestos contra toda evidencia: la sanidad y la educación. El acto fundacional de la revolución castrista se fundó el otro mito: la campaña de alfabetización del país más alfabetizado de América, junto con Argentina y Uruguay. deja dos sucesores: ha transmitido el liderazgo de la revolución en América latina a Hugo Chávez, y ha designado para la sucesión formal en el Gobierno cubano al tipo más despreciado de la isla, su hermano Raúl, responsable de lo peor de la represión. Raúl ya ha abierto una puerta para la negociación con los Estados Unidos, quizá la prueba más seria de que Fidel ya está muerto. No habrá caída estrepitosa de la dictadura, ni volverán masivamente los de Miami: habrá transición hacia una forma nueva de dictadura, sin liderazgo personal pero con los aparatos de seguridad en pleno funcionamiento. La transformación de Cuba ha sido profunda y, en muchos aspectos, irreversible por mucho tiempo. La pregunta que se impone es si Chávez, que lo tiene todo para seguir ganando elecciones indefinidamente y que no ve enfrente una oposición organizada, morirá también en la cama, cubriendo con una capa de petróleo las infamias de no pocos de sus amigos y socios, de México a la Patagonia.