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ABC MADRID 16-11-2006 página 3
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ABC MADRID 16-11-2006 página 3

  • EdiciónABC, MADRID
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ABC JUEVES 16 s 11 s 2006 OPINIÓN 3 LA TERCERA EDUCACIÓN Y CIUDADANÍA Esa bella tarea de educar se encuentra hoy ante dificultades graves. El primer problema moral de Europa es que estamos asistiendo a una retirada táctica del profesorado a la información técnica y a la oferta de saberes objetivos. Todos enseñamos y casi nadie se atreve a educar... ¿C ÓMO llegamos los humanos a ser aquello que en nuestra más recóndita entraña anhelamos alcanzar, necesitamos realizar y estamos destinados a vivir? Mientras que el animal nace equipado con una serie de recursos para instalarse en su medio y sobrevivir, el hombre en cambio nace desprotegido por la naturaleza quedando remitido a los demás tanto en sus necesidades primarias al nacer como en las restantes al ir creciendo. Existimos desde los demás, llegamos a ser con los demás y logramos nuestro mejor yo cuando vivimos para los demás. Ese proceso mediante el cual nos ayudamos los unos a los otros para el descubrimiento, realización y planificación de nuestra existencia humana es la educación. Educa quien da saber, sentido, responsabilidad y esperanza a otro ser humano para que él asuma su propia existencia como realidad, don y tarea, en cuanto persona ante sí mismo, como prójimo ante el otro, como ciudadano ante la sociedad y como creyente ante Dios. ¿Cómo puede lograrse una educación concebida, con esta radicalidad y amplitud? Desde la transmisión de una serie de actitudes y convicciones, criterios y conocimientos. La educación abarca por ello información de realidades objetivas y conformación del sujeto personal. Es necesario el conocimiento de las ciencias positivas, de la historia, de las propuestas éticas fundamentales que han orientado la humanidad, de las grandes creaciones artísticas y literarias, de las experiencias religiosas que han abierto el hombre a la Transcendencia. Desde todas esas fuentes de saber y de sentido se ilumina la realidad humana como posibilidad dada a los que inician existencia. A la vida personal uno se abre por las ideas recibidas y por las actitudes percibidas, por lo que uno oye explicado y por lo que ve previvido en quienes nos transmiten esos saberes. Esa bella tarea de educar se encuentra hoy ante dificultades graves. El primer problema moral de Europa es que estamos asistiendo a una retirada táctica del profesorado a la información técnica y a la oferta de saberes objetivos. Todos enseñamos y casi nadie se atreve a educar. Los educadores personales han sido sustituidos por los educadores anónimos. Hoy educa la sociedad anónima. Sus poderes sin nombre y sin rostro crean una atmósfera de evidencias, rechazos, convicciones y esperanzas que desplazan a los anteriores educadores personales (familia, escuela, grupos sociales, libro, iglesia... hora aparecen con especial gravedad el desinterés ético y democrático de las generaciones más jóvenes, expresado en su apatía política y social, en la ausencia de participación en los proyectos comunes. Es el resultado de un individualismo exacerbado que se desinteresa de los demás, suscitando a su vez como reacción contraria un incremento de los grupos cerrados, que se enfrentan a la sociedad con violencia. Lo que en decenios anteriores era preocupación por la justicia, el sentido de responsabilidad por los proyectos sociales, la pasión por el asociacionismo y la participación política ha cedido el paso a una retirada a la privaticidad, con desinterés por la convivencia y la ciudadanía. A ello ha venido a unir- se la experiencia de un pluralismo de culturas, grupos humanos, religiones y experiencias vividas, provocando desconcierto, perplejidad y rechazo agresivo. El resultado ha sido doble: por un lado un desamparo personal de los jóvenes y por otro su desinterés social, al que sigue el encerramiento en grupos donde se construyen otro mundo desde el placer, la droga o el sexo. El resultado es una agresividad, que se adentra hasta el corazón de las instituciones educativas. Ante esta pérdida de conciencia para las responsabilidades colectivas, de atonía política, de enfrentamientos humanos, de rechazo de la diferencia y del surgimiento de grupos violentos, la Unión Europea indica a los Estados el deber de ofrecer una educación para la ciudadanía, como forma de alumbrar una conciencia nueva que supere la tentación del individualismo, de la insolidaridad social, de la atonía política y positivamente provea a la abertura a los demás, al acogimiento del prójimo diverso, al interés por las situaciones que desbordan la existencia individual. En este sentido educar para la ciudadanía es evidente y urgente. La persona se realiza plenamente cuando se descubre afectada por la sociedad de la que viene, en la que está y a la que se debe. La educación abre la persona a todas sus dimensiones: biológica, social, moral, política, religiosa. La ciudadanía no es separable de la vida personal y cada uno de nosotros la vive desde lo que son sus convicciones primordiales, a la vez que desde lo que son valores definitivamente adquiridos y están ya inscritos, de manera normativa, tanto en las Declaraciones universales de derechos humanos como en la Constitución española. ero, ¿cómo realizar tal educación? ¿A través de todas las asignaturas? Esa parecería la respuesta primera y evidente. Sin embargo los hechos muestran que por más transversalidad que se ha predicado en los últimos decenios, el resultado no se ha lo- grado. ¿No es esta la preocupación que está detrás de la propuesta de una Educación para la ciudadanía Desaparecida una comprensión antropológica propia de la modernidad europea, que en sus raíces remitía al cristianismo, se intenta poner los fundamentos de la concordia y convivencia cívicas sobre unas bases comunes aceptadas por todos, ya que a todos nos compromete la común existencia en sociedad. ¿Cuál es el problema de esta asignatura? Que el aceptarla supone el fracaso o recorte a otras materias donde se deben plantear esos problemas, y por tanto colaborar a la desecación formativa del resto de los saberes. Ella no sería necesaria si en todas las asignaturas se diese una reflexión personalizadora de los conocimientos que se imparten. Educan todas las personas que forman el centro y si se renuncia a que ellas lo hagan desde cada uno de sus ámbitos, difícil tarea tendrá esta nueva materia si en las demás áreas no se respiran las mismas convicciones y esperanzas. ¿Cuál es su peligro? Moralizar trivialmente sin fundamentar en una buena teoría y sin referirse a una praxis concreta; introyectar el programa particular de un partido político; reducirse a un cajón de sastre, tomando retales de otros lados y dejándolos en pura desconexión; comprenderse como alternativa a la filosofía, la historia, la ética y la religión. i se superan con absoluta honestidad intelectual y claridad política estas ambigüedades, tal asignatura tendría la ventaja de ser un lugar de encuentro y de reconocimiento de todos en los valores comunes, sería forjadora de una conciencia de identidad ciudadana, en su dimensión personal (la dignidad fundadora de la persona humana) social y política (participación y respeto a las leyes) cultural (respeto a la diversidad de grupos, tradiciones y orientación religiosa) social y económica (conciencia de la función social de la riqueza, de los grupos y personas marginadas) local (responsabilidad por lo que nos atañe en cercanía) y universal (abertura de nuestro mundo a las necesidades y responsabilidades de los países en pobreza, guerra, carencia de derechos humanos) Tal asignatura, si es que realmente es necesaria, si el problema que intenta resolver no encuentra solución mediante el resto de materias y si se prepara un profesorado cualificado para impartirla, es bienvenida y no debe ser vista como alternativa a ninguna otra. Cada uno de estos campos tiene su contenido, su método y sus exigencias propias. Abrir a la compleja realidad europea, preparar para responder al pluralismo que la inmigración y la comunicación universal de ideas y de productos crean, forjar personas conscientes de sus responsabilidades cívicas en medio de su entorno y más allá de él, abrirles vías para la participación y solidaridad, superando el individualismo, egocentrismo y falta de conciencia comunitaria a la que invitan la lógica del mercado y en parte grupos políticos y mediáticos, es una tarea necesaria. Entre todos debemos superar las dificultades, encontrando soluciones fecundas y reconciliadoras. S P A OLEGARIO GONZÁLEZ DE CARDEDAL

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