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ABC MADRID 02-09-2006 página 4
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ABC MADRID 02-09-2006 página 4

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4 Opinión SÁBADO 2 9 2006 ABC PRESIDENTE DE HONOR: GUILLERMO PRESIDENTA- EDITORA: CATALINA LUCA DE TENA LUCA DE TENA CONSEJERO DELEGADO: SANTIAGO ALONSO PANIAGUA DIRECTOR: JOSÉ ANTONIO ZARZALEJOS Director Adjunto: Eduardo San Martín Subdirectores: Santiago Castelo, Rodrigo Gutiérrez, Carlos Maribona, Fernando R. Lafuente, Juan María Gastaca, Alberto Pérez, Alberto Aguirre de Cárcer Jefes de área: Jaime González (Opinión) Mayte Alcaraz (Nacional) Miguel Salvatierra (Internacional) Ángel Laso (Economía) Jesús Aycart (Arte) Adjuntos al director: Ramón Pérez- Maura, Enrique Ortego Redactores jefes: V. A. Pérez, S. Guijarro (Continuidad) A. Collado, M. Erice (Nacional) F. Cortés (Economía) A. Puerta (Regiones) J. Fernández- Cuesta (Sociedad) A. Garrido (Madrid) J. G. Calero (Cultura) J. López Jaraba (Deportes) F. Álvarez (TV- Comunicación) L. del Álamo (Diseño) J. Romeu (Fotografía) F. Rubio (Ilustración) Director General: José Luis Romero Adjunto al Consejero Delegado: Emilio Ybarra Aznar Económico- financiero: José María Cea Comercial: Laura Múgica Producción y sistemas: Francisco García Mendívil DESBARAJUSTE Y AIRES DE FUGA EN EL PSC A traca final de Pasqual Maragall está siendo realmente sonada, porque no está ahorrando oportunidad alguna para ajustarle cuentas a Rodríguez Zapatero y, de paso, dejarle un camino minado a su sucesor en la candidatura a la Generalidadcatalana, JoséMontilla. Las denuncias del aún presidente catalán contra los acuerdos de conveniencia de Rodríguez Zapatero con el líder convergente, Artur Mas, confirman lo que era un hecho evidente durante la tramitación del Estatuto: que el jefe del Ejecutivo estaba segando la hierba bajo los pies a Maragall, pactando con el partido de la oposición en Cataluña el futuro político de la Comunidad, del nuevo Estatuto y del propio presidente autonómico. En este sentido, la baja de la esposa de Maragall en el PSC, cualquiera que sea su incidencia real como ejemplo para otros militantes, es un sumando simbólico y sintomático en la serie de despropósitos que ha acumulado el socialismo catalán en su paso por el poder autonómico. También ha emprendido la fuga Ciudadanos porel Cambio, plataforma de apoyo a Maragall, que cuenta con decenas de diputados en el actual Parlamento y que ya ha comenzado a hablar con ERC. A la crisis política coronada con una disolución anticipada de la Cámara autonómica, se le unen la defenestración de Pasqual Maragall, la homologación- -frustrada, a la vista de los resultados- -de Esquerra Republicana de Catalunya como un partido institucional, la imposición de un cambio constitucional disfrazado de reforma estatutaria avalada sólo por un tercio de los catalanes y la puesta de los recursos políticos y financieros del Estado a disposición de las necesidades partidistas del PSOE en sus equilibrios de poder con los nacionalistas catalanes. Ahorabien, más allá de lo que estas discordias internas puedan perjudicar las expectativas electorales del PSC en las próximasautonómicas- -que es unaposibilidad no despreciable- el canibalismo político practicado con Maragall- -que cuenta con antecedentes en el PSOE, como el que acabó con José Borrell para dar paso a Joaquín Almunia- -demuestra hasta qué punto la ideología del socialismo es, ante todo, la conservación del poder a toda costa. Los principios y los programas (la coherencia, en fin) tienen cierta tendencia a pasar a un plano secundario en momento de apreturas. En Cataluña, el socialismo no se ha contenido lo más mínimo en pactar con el separatismo republicano para echar del poder al nacionalismo moderado, volver a pactar con éste para echar a los republicanos, una vez amortizados, y aprobar un Estatuto que cambia el modelo constitucional del Estado y su régimen político, para, finalmente, acabar devorando a quien, como Maragall, fue decisivo en la elección de Rodríguez Zapatero para la Secretaría General del PSOE. Toda una forma de hacer política radicalmente incompatible con los modos y maneras quehabrían de suponerse a la legislatura del talante y el sosiego, que ahora ya empiezan a ser especies en extinción dentro del PSC. L EL PROBLEMA IRANÍ E L presidente iraní, Mahmud Ahmadineyad, se ha propuesto poner en graves apuros a la comunidad internacional y lo va a conseguir. Ayer mismo, sin ir más lejos, prometió que su país nunca renunciará al programa nuclear, confirmando de este modo que todo lo negociado con él hasta el momento no ha servido de nada. El año de idas y venidas, de rondas, consultas, ofertas, propuestas y contraofertas que ha tenido lugar con el único propósito de que interrumpiera su programa de enriquecimiento de uranio ha sido, cuando menos, una pérdida de tiempo. El fracaso, por tanto, es evidente. Estamos en el punto de partida, aunque con un inquietante matiz: que los físicos y técnicos a sueldo de Ahmadineyad han avanzado un año en sus trabajos, sea cual sea la naturaleza de los mismos. Lamentablemente lo reconocía la Agencia Internacional de la Energía Atómica (OIEA) el pasado jueves. Su informe pone en evidencia que durante estos meses la actitud negociadora basada en la confianza tan sólo ha provenido de una de las partes: Naciones Unidas. De hecho, Irán nunca se ha tomado en serio a sus interlocutores. Además de no prestar ninguna colaboración a los técnicos de la OIEA, ha seguido adelante con su programa nuclear y ha ampliado la red de instalaciones. De ahí que en estos momentos sea imposible saber si el programa de enriquecimiento de uranio que desarrolla tiene una finalidad civil o militar y si, por tanto, está, o no, a punto de disponer de la bomba atómica u otro tipo de armamento nuclear. La gravedad de la situación es evidente, lo mismo que los riesgos que acarrea para toda la comunidad internacional. Cuarenta y ocho después de que finalizara el ultimátum dado por Naciones Unidas a Irán para que interrumpiera su programa nuclear, Ahmadineyad no sólo ha hecho caso omiso del mismo sino que ha decidido dar una vuelta de tuerca a la crisis convirtiéndola en una cuestión nacional o, si se prefiere, en una nueva baza con la que reforzar su ascendente protagonismo dentro del islam, tal y como acaba de ponerse de manifiesto con el éxito de Hamás entre los palestinos y la política de agresión seguida por Hizbolá contra Israel. Al llevar las cosas a tan delicado terreno ha introducido nuevos registros de tensión. Por lo pronto ha colocado a Naciones Unidas ante el aprieto de tener que gestionar un escenario que se le va más de las manos, no sólo porque los cauces de diálogo están seriamente dañados tras el fracaso negociador cosechado durante este último año, sino porque en la práctica su margen de maniobra para presionar a Teherán es muy escaso debido a la actitud de Rusia y China que, por ahora, no parecen dispuestos a respaldar la adopción de sanciones por parte del Consejo de Seguridad. Es imprescindible encontrar vías que fuercen eficazmente el apoyo de ambos países, reconociendo de antemano que será más fácil hallarlos en Moscú que en Pekín, sobre todo si tenemos en cuenta la vista gorda con la que desgraciadamente Estados Unidos y Europa han tratado la deriva autoritaria del presidente Vladimir Putin y la manera en que gestiona la lucha contraterrorista en Chechenia. Resulta paradójico que el Kremlin reclame la ayuda y la comprensión de la comunidad internacional cuando se trata de reprimir el terror checheno (que sin duda se la va a prestar para que matanzas como la de la escuela de Beslán no se produzcan más) y pase por alto los auxilios que el régimen de los ayatolás dedica a grupos terroristas que operan en Oriente Próximo. Por tanto, es momento para la diplomacia con mayúsculas, no para iniciativas particulares como la que acaba de protagonizar el ex presidente Felipe González en Teherán. Que haya decidido mediar en la crisis y hacer suyas las tesis iraníes resulta bastante inoportuno. Sobre todo por el momento crucial que eligió para aceptar la invitación de Ahmadineyad, al que cada foto sonriente con un político occidental le supone un balón de oxígeno con el que tomar aire para poder seguir toreando a la comunidad internacional. LA XUNTA CONFIESA SU FRACASO U N poco tarde, pero con claridad meridiana, el consejero de Medio Rural de la Xunta reconoce lo que ya sabía todo el mundo: que la administración autonómica no estaba preparada para afrontar la trágica ola de incendios forestales que arrasó Galicia. La confesión es muy significativa, porque procede del responsable político directo y se realiza además en sede parlamentaria. Suárez Canal califica de excepcional la cantidad y calidad de los incendios entre el 4 y el 14 de agosto, así como la intencionalidad de los mismos. El adjetivo es sin duda exagerado. Como es notorio, Galicia es una región muy vulnerable ante ese riesgo y todos los años se producen- -por desgracia- -situaciones análogas. Si acaso, las cifras aportadas abundan en la necesidad de una política de prevención bien diseñada y en una gestión rigurosa de los medios personales y materiales. Esta vez, no ha ocurrido ni una cosa ni la otra. Está probado que no había un plan de emergencia y que el tiempo necesario para poner en acción los dispositivos de lucha contra el fuego ha pasado de un año a otro desde veinte minutos a casi una hora, sin justificación objetiva para ello. Además, son bien conocidos los dislates cometidos por el gobierno social- nacionalista al descabezar los equipos técnicos establecidos en la etapa anterior y, en particular, al imponer el certificado de lengua gallega como requisito para formar parte de las brigadas. En política, los errores se pagan caros y no sirven los lamentos a posteriori Tampoco basta con el descargo de conciencia del consejero al reconocer que había pensado en dimitir. Lo que procede es asumir la propia responsabilidad, sobre todo si se admite que los ciudadanos tienen una sensación muy negativa por la descoordinación entre Administraciones Públicas y la falta de medios. Entre otras cosas, la Xunta debe aclarar la lentitud en la compra de materiales de extinción y la no ejecución de una inversión en vehículos aptos para la lucha contra el fuego. Está claro que hay que perseguir a los delincuentes y profesionalizar las brigadas, pero estas buenas intenciones deben traducirse de inmediato en hechos concretos. Si no es fácil adivinar que el próximo verano se van a repetir las mismas circunstancias. La confesión de la incapacidad de la Xunta pone punto final a la teoría insidiosa de una trama organizada con intenciones políticas, puesta en circulación por los ministros de Interior y Medio Ambiente, aunque desmentida en su momento por el propio Pérez Touriño. Ni trama ni organizada: hubo un grave fracaso en la gestión. Todo ello con un coste dramático en vidas humanas y un serio deterioro del patrimonio forestal.

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