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ABC MADRID 17-08-2006 página 26
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  • EdiciónABC, MADRID
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26 Internacional FRÁGIL ALTO EL FUEGO EN ORIENTE PRÓXIMO JUEVES 17 8 2006 ABC Nunca el Tsahal penetró tan hondo en el mapa libanés durante esta guerra como cuando atacó el valle de la Bekaa. Los combatientes guerrilleros se ríen hoy del enemigo, se sienten vencedores y reconstruyen su bastión Baalbek, dos semanas después LAURA L. CARO. ENVIADA ESPECIAL BAALBEK (LÍBANO) Tiradas por el suelo sin ningún pudor están todavía las dianas con las que se entrenan para matar los milicianos de Hizbolá. Dianas de papel barato estremecedoras, con la silueta negra de un hombre que tiene estampada a la altura de la cabeza una bandera norteamericana, y a la altura del pecho, bien centrada para apuntar, una estrella de David. Muchas están cosidas a disparos certeros, como los restos de las casas entre cuyas ruinas están esparcidas: montañas de polvo y alambre salpicadas de casquillos de balas a las que quedaron reducidas las viviendas de presuntos- -o no tan presuntos- -miembros del Partido de Dios la noche del Apocalypse now Noche del 2 de agosto, cuando una nube de helicópteros Apache israelíes se abalanzó sobre la ciudad a oscuras- eran cuarenta o cincuenta asegura Hussein, viejo guía de los viejos templos Patrimonio de la Humanidad de Baalbek, hoy sin nada que hacer porque no hay turistas- -y rompieron a cohetes y a llamaradas el duermevela nervioso de este bastión de Hizbolá en busca de un líder de la organización. O quizás, se jactan irónicos por aquí, de los dos soldados hebreos atrapados por las milicias el 12 de julio, por los que el Ejército hebreo emprendió esta guerra feroz de la que se han ido mohinos. Y además sin los dos muchachos, se sonríen. Y mascullan ambiguos, ¿es que nos creen tan estúpidos de guardarlos aquí... Fue la del 2 de agosto la noche en que la infantería judía aerotransportada hizo la incursión más profunda en el mapa libanés de toda esta guerra. Una misión que cortó la respiración al Líbano. Y entraron a fuego asaltando el hospital Dar el Hikman, que estaba vacío desde el primer día, pero donde las milicias habían colocado como cebo el coche de jeque Mohammed Yazbek, un jefe chií que probablemente era el mismo que los enemigos trataban de cazar. Les engañamos en esta operación, sí... vuelve a regocijarse el combatiente sin dignarse a explicar qué le parece tan divertido. No deja de sorprender cómo se aplauden a sí mismos cuando han llorado un millar de muertos y el país, y este Baalbek, son pura devastación. Un cartel del líder de Hizbolá, Hasán Nasralah, cuelga de un edificio de la ciudad libanesa de Baalbek, al norte de Beirut REUTERS Los milicianos chiíes se preocupan por las necesidades de la gente afectada y aseguran que ellos lo pagan todo Israel ha quedado por los suelos, todo el mundo puede pisarlos, ¡no han podido comerse a Oriente Próximo! pués de la incursión salvaje en la que murieron 19 vecinos y los soldados del IDF secuestraron a otros cinco, nadie oculta, a pesar de todo, su sensación extrema de triunfo ni su devoción al Partido de Dios. Que lo ocupa todo. Baalbek huele a tensión y a Hizbolá. Hay huchas revolucionarias para captar fondos de ayuda a la organización en cada esquina, y los carteles con las imágenes de los ayatolás y los mártires que cuelgan en lo alto de las farolas que en otras ciudades son de cartón, en este reducto engastado entre las laderas vitivinícolas del Valle de la Bekaa son de primoroso plástico armado y emarcado. Con soportes para colgar una vela en señal de devoción. Las ayudas de Hizbolá Por todas las calles, controlando recelosos con mirada de soslayo. En los coches, desfilando despacio carretera adelante para no perder detalle de los extranjeros y mandar rápido un equipo a preguntar: ¿tú qué haces aquí? Que no se mueva nadie. Entre los escombros, valorando destrozos sin temor a que les reviente una pieza de artillería aún sin explosionar, preguntando a los afectados qué les hace falta, que Hizbolá lo paga, y apuntando datos en una libreta. Baalbek está literalmente en manos de los hombres del Partido, que se reencuentran dos días después del alto el fuego y un mes después de guerras y guaridas y se pegan tres besos sonoros y reverenciales con el ansia feliz de quien se topa con un resucitado. Haji, título de los que ya han ido a la Meca, Ahmed Raya, responsable de la oficina de información del partido di- vino recibe pleitesía de unos y otros mientras atiende una entrevista a la que seguirá una visita guiada por los escenarios de la masacre a mayor gloria de los informativos de Al Yazira. 133 muertos civiles en el valle, 3 combatientes, 310 heridos, 2.203 viviendas completamente arrasadas en Baalbek, 1.450 gravemente dañadas... Recita cifras imperturbable, el dinero no es problema. Nasralah ha dicho a la gente que ayude a la resistencia, y así lo van a hacer los que aman al Líbano tanto dentro como fuera del país Del desarme, ni hablar Del desarme, ni habla. No es un portavoz militar, se excusa. En su recorrido delante de las cámaras aparece el pequeño Mohammed Nasralah, al que los israelíes atraparon junto a su hermano y su padre, pero lo soltaron de inmediato por su edad, sólo 14 años, que sube y baja por los montones de cascotes enredados entre las dianas con estrellas de David que quedan de este Baalbek que da miedo, ahora más que por las bombas, por la frialdad indiferente con que dicen haber ganado la guerra. Para padecer esta paz. Orgullosos del Partido de Dios Israel se ha quedado por los suelos, todo el mundo puede pisarlos, ¡no han podido comerse a Oriente Próximo! Ahmed Yuma, tendero de souvenirs al pie mismo del parque arqueológico de Baalbek y orgulloso de vender en temporada buena cada día 150 o 200 camisetas amarillas de Hizbolá a los visitantes patalea el piso divertido y victorioso como si tuviera debajo de sus zapatazos una bandera hebrea. Aquí, en esta ciudad histórica, dos semanas des-

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