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ABC MADRID 17-07-2006 página 33
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ABC MADRID 17-07-2006 página 33

  • EdiciónABC, MADRID
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ABC LUNES 17 7 2006 Internacional 33 VIENTOS DE GUERRA EN ORIENTE PRÓXIMO Una pareja observaba ayer desde un mirador la bahía de Haifa, la tercera mayor ciudad israelí, blanco de los últimos ataques de Hizbolá AP Los 250.000 habitantes de la ciudad de Haifa, desierta, asustada, bajo tierra, viajan en vagones de tercera al pasado empujados por los cohetes Katiusha lanzados de manera indiscriminada por Hizbolá desde suelo libanés ¡Esto es peor que la Guerra del Golfo! J. CIERCO. CORRESPONSAL HAIFA. Todo pasa muy rápido. Todo sucede demasiado cerca. Todos corren hacia todas partes pasando antes por ninguna. Todos se cobijan en los refugios. Todos miran al cielo, azul, límpido, claro... pero más amenazador que nunca. Las sirenas suenan una y otra vez, y erizan el vello, y hielan la sangre, y arrinconan el alma, y aceleran el corazón, que salta sin red de protección dentro de unos cuerpos temblorosos y demasiado frágiles. El ulular de esas sirenas que no se oían hace mucho, mucho tiempo, advierte de otra oleada, la enésima, de cohetes Katiushas y de algunos más, más mortíferos y precisos, de mayor alcance, con una carga explosiva más desarrollada. Y vuelta a correr. De aquí para allá. Conectados al teléfono móvil para avisar a sus familiares de que están bien, de que no se preocupen, de que siguen vivos... Aviso que no llega: Cellcom le informa de sobrecarga en la red. Vuelva a intentarlo pasados unos minutos. Gracias Los coches circulan a gran velocidad para llegar a sus destinos lo antes posible, sin respetar semáforos ni señales de tráfico. Las calles se han vaciado en un truco de magia que firmaría David Copperfield pero lleva la maldita firma del jeque Nasralah. Los barcos abandonan el puerto, a punto de ser cerrado, para refugiarse en alta mar. El hospital Ramban no da abasto. La Universidad mete bajo tierra a sus estudiantes, como se esconden en cuanto pueden todos y cada uno de los habitantes de la tercera ciudad más importante de Israel, de 250.000 personas. Los trenes no llegan ya al norte, se quedan en el centro del país. Los depósitos químicos se protegen con tres baterías de misiles Patriot Los de combustible se vacían en la medida de lo posible para evitar que el impacto de un cohete Katiusha provoque una catástrofe de imprevisibles consecuencias. El teleférico que te baja de lo alto del Mote Carmelo al pie del Mar Mediterráneo está tan cerrado como los cines, como los restaurantes, como los hoteles, como los comercios. Las emisoras de radio previenen a los ciudadanos y les instan a donar sangre por si con el tiempo fuera necesaria. Dominio del miedo Los niños se agarran de la mano temblorosa de sus padres. Los padres intentan consolar a sus hijos. Los nietos se preocupan de sus abuelas. Las abuelas no están ya para correr hacia ningún lado pero rejuvenecen de golpe, qué remedio, rumbo al refugio. Hace tres días, cuando cayó el primer cohete Katiusha que apenas provocó daños, nadie se cobijó en los subterráneos. Ahora vamos todos, esto es otra cosa, esto es peor que la Guerra del Golfo dice Shmoni, mientras ayuda a levantarse a una mujer que ha tropezado víctima del miedo, de sus años, de sus kilos. Como la Guerra del Golfo, como los Scuds que nos lanzaba Sadam Husein insiste Yona Yahar, alcalde de Haifa, quien llama a la población a quedarse en sus casas, a protegerse en los refugios, a evitar las concentraciones, a estar de manera permanente bajo alerta. Alerta que se traslada a Tel Aviv, por lo que pueda pasar; que lleva varios días durmiendo, cama con cama con el miedo, en la habitación de invitados de los amenazados habitantes de Carmiel, Nahariya, Kiryat Shmona, Safed, San Juan de Acre. Todo el norte rehén de un estado de emergencia decretado por el ministro de Defensa, Amir Peretz; y rehén del caprichoso punto de aterrizaje de un Katiusha y de otro, y de otro, y de otro, hasta 700 en apenas cinco días tan largos como sus cinco eternas noches. Los coches fúnebres llevan a la morgue, y de allí al cementerio, a los ocho trabajadores de la Compañía de Ferrocarriles muertos minutos después de comenzar su jornada laboral. Pasan muy rápido. Muy cerca.

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