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ABC MADRID 14-05-2006 página 51
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  • EdiciónABC, MADRID
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6- 7 D 7 LOS DOMINGOS DE de esa base étnica para hacerse con el poder después de ayudar a deshacerse de Patrice Lumumba) Que términos como estado, gobierno, democracia, ejército, ciudadanía, ley, educación o sanidad carezcan por completo de significado reitera la condición fantasmal de Kinshasa. Se pregunta De Boeck cómo se puede llamar banco central a un edifico con 2.000 dólares y un puñado de francos suizos en caja, o universidad a donde el sueldo de los profesores es una hipótesis, apenas hay libros y no se ha leído una tesis desde los 70. O qué significa una ciudad donde de seis millones de almas en la que apenas hay transporte público y la inmensa mayoría recurre a la Línea II (el coche de san Fernando) El presidente que lleva las de ganar en las elecciones de julio, Joseph Kabila, ha puesto al servicio del pueblo camiones militares para paliar ese déficit. Los accidentes abundan y en ellos se muere gratis: okufi ya ofele Chicos del keroseno La economía sumergida se ha convertido en la única economía. Hace tiempo que es un cliché decir que ningún modelo económico puede explicar cómo es posible que Kinshasa funcione cada día. La vida no ha dejado de deteriorarse cada año desde hace casi cincuenta. En ese magma sobreviven los poussepousseurs (los que empujan vehículos) los quados (mecánicos informales) los khaddafis (vendedores ilegales de fuel) los cambistes (los que cambian dinero) taxistas, limpiadores de zapatos, pintadores de uñas de manos y pies, vigilantes nocturnos y ligabos (vendedores callejeros) O los chicos del keroseno como luciérnagas, dice De Boeck, que aparecen en las calles golpeando sus botellas con un hierro para anunciar su mercancía al grito de ¡kolo- kolo, kolo- kolooo! Cuando al final del día queda algo de dinero en el monedero, los padres mandan a los niños a la calle para hacerse con un poco de keroseno para alimentar la lámpara de Aladino made in China y burlar la oscuridad de las míseras viviendas, porque SNEL, la compañía nacional de electricidad, es tan incierta como la linde entre lo visible y lo invisible. Desde el coche en que pasamos a salvo camino del aeropuerto contemplamos fascinados las bujías de keroseno con que mujeres y niñas alumbran sus tienditas a la intemperie, donde venden cacahuetes, cigarrillos, manojitos de leña, y a veces incluso a sí mismas En tiempos de Mobutu y justo después, se decía: Mboka ekufi (el país ha muerto) La orquesta Staf Benda Bilili no comparte esa condena. Tienen fe en las elecciones que saquen a Kinshasa del pozo. Stop Benda Bilili Parte de la sección vocal de la orquesta Staf Benda Bilili, ensayando en el zoo de Kinshasa desde sus triciclos sa como el país apenas han conocido otro régimen que la opresión y el saqueo, desde el emperador de los belgas, Leopoldo II, a la larga dictadura de Mobutu y sus secuelas. Ladrones y extorsionadores abundan, el crimen violento es cosa común y policías y soldados hacen de los visitantes víctimas de sus chantajes. Cuando llegues al aeropuerto de Kinshasa, serás rodeado por una panda de militares disfrazos de civiles que te secuestrarán, confiscarán equipaje y pasaporte hasta que apoquines Así era cuando Mobutu, uno de los lugares más angustiosos de la Tierra. Algo han cambiado las cosas, pero más les vale a las tropas españolas que se desplegarán allí en julio para vigilar las elecciones que vayan avisadas. Kinshasa y todo el Congo aparecen en libros clásicos como los de Conrad y Naipaul como una imagen en negativo del propio Occidente, un espejo donde proyectar miedos y fantasías, anota De Boeck. Es así como la falla entre el Congo de la imaginación y el de la realidad se hicieran cada noche más profundos y Kinshasa más impalpable. Vemos a menudo a África en la televisión: sida, matanzas, guerras tribales, miserias. Pero, en realidad, no vemos nada de África. Es invisible dice Edouard Glissant. Lo mismo ocurre con el mapa de Kinshasa, se lee en Historias de la ciudad invisible Ninguno reproduce la ciudad en su integridad. Centenares de vidas son vividas en zonas que se han ido ocupando tras la independencia y están literalmente fuera del mapa Y en ese plano ciego, dos ciudades reflejan dos mitades: la visible del primer mundo, que es la del día, y la invisible, el segundo mundo, el de la noche, una ciudad de sombras, que existe en la mente local y en la imaginación tanto de los indígenas como de los visitantes. Afrique fantôme fantasmal villa nocturna, donde en barrios como Matonge triunfan fenómenos como la Sape (Societé des ambienceurs et personnes élégantes: Sociedad de los enrollados y elegantes) que sortean la miseria total adulando al cuerpo, disfrazándose de europeos. Playa Ngobila es uno de los pocos puntos que permite un acceso directo a la corriente del Congo en esta ciudad que vive completamente de espaldas al río, y que sólo de FRANCESCA FONTANINI El río es casi invisible desde la calle, parapetado tras muros, tinglados, astilleros, destartaladas y sospechosas industrias pesqueras, factorías de hierro y salitre vez en cuando recuerda su existencia ante la aparición de un navío huérfano, arrastrado y varado en una de sus arenosos callejones anota De Boeck. Es cierto que el río es casi invisible desde la calle, parapetado tras muros, tinglados, astilleros, destartaladas y sospechosas industrias pesqueras, factorías de hierro y salitre, y tienes que encaramarte a un mirador, como los hoteles internacionales al alcance de muy pocos para verlo, como el Grand Hotel (antiguo Intercontinental que casi hundieron en la miseria los oficiales y ministros de Laurent Kabila cuando conquistaron Kinshasa) La playa es un maremágnum de uniformes, vendedores, aduaneros, descuideros, pescadores, niños de la calle y viajeros. Cae la noche y al resplandor de los hoteles donde se atrincheran los occidentales florecen las prostitutas. Ville occidental y la Cité indígena, que proceden de líneas raciales trazadas en tiempos de la colonia, cuando era Léopoldville, o Lipopo, como la llamaban los indígenas, apenas se rozan. La segregación potenció la llegada de mano de obra negra, barata y masculina, que cuando se quejaba era reprimida por una Force publique integrada por negros de Ecuador (la provincia de Mobutu, que se sirvió

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