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ABC MADRID 20-03-2006 página 30
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  • EdiciónABC, MADRID
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30 Internacional LUNES 20 3 2006 ABC LA INDIA Y ESTADOS UNIDOS HENRY A. KISSINGER. Ex secretario de Estado norteamericano a visita del presidente George W. Bush a la India ha llevado las relaciones entre ambos países a un nivel de cooperación e interdependencia sin precedentes. En Estados Unidos, el debate sobre sus consecuencias, incluida la cooperación nuclear, debería enmarcarse en el contexto de la contribución trascendental que esta asociación puede hacer a la paz y la prosperidad internacionales. Es curioso que esta relación haya tardado tanto en desarrollarse. Ambos países son democracias. El inglés es el idioma de trabajo de la India y las clases cultas lo hablan con retórica floritura. La burocracia india está bien preparada y es competente, aunque lenta. Sin embargo, hasta hace muy pocos años, las relaciones entre las dos grandes democracias han estado marcadas por la precaución. Para que la nueva relación aproveche esta oportunidad es importante comprender por qué. Durante la Guerra Fría y en nombre de un no alineamiento que proclamaba la equivalencia moral de ambos bandos, la India navegó entre dos aguas, inclinándose en la mayoría de los casos del lado soviético o manteniéndose al margen. La actitud estadounidense hacia la India se vio igualmente acosada por la ambigüedad, situándose entre el respeto y la irritación ante las tácticas cotidianas del país. Para que esta incipiente colaboración prospere, ambas partes necesitan comprender qué las ha reunido aparte de sus instituciones. No debe considerarse este análisis dentro de la polémica actual sobre la viabilidad de la difusión de la democracia, sino como la evaluación de una relación incipiente que nos permitirá plantear sus congruencias, profundizar en sus objetivos comunes y definir sus límites. Los estadounidenses creen que su país es la ciudad que brilla en la colina y sus instituciones políticas se consideran únicas y relevantes para el resto del mundo como garantía de paz universal. La cruzada en defensa de la democracia ha sido un elemento tácito del pensamiento político de EE. UU. explícito periódicamente en sus políticas desde la época de Woodrow Wilson, y especialmente acusado en la administración de George W. Bush. L George W. Bush, en la Universidad Agraria de Acharya Ranga, el pasado 3 de marzo, en uno acto programado durante su reciente visita oficial a la India indio. La India, que nunca fue un único Estado con las dimensiones actuales hasta el periodo poscolonial, conservó su identidad no incorporando a los extranjeros, sino segregándolos y hallando espacio para su variedad. Los hunos, los mongoles, los griegos, los persas, los afganos, los portugueses y, finalmente, los británicos conquistaron territorios indios, levantaron imperios y después se desvanecieron, dejando tras de sí a multitudes aferradas a la impermeable cultura india, a cuya religión no es posible convertirse; o se nace en su seno o nunca se podrá acceder a sus rigores y consuelos. En consecuencia, la India, que no lucha por difundir ni su cultura ni sus instituciones, no es un aliado cómodo para misiones ideológicas en el mundo. Lo que analiza con gran precisión son sus necesidades en materia de seguridad nacional, más relacionadas con conceptos tradicionales de equilibrio e interés nacional- -en parte como legado del dominio británico- -que con los debates ideológicos contemporáneos. La India busca un margen de seguridad en el que su cultura pueda prosperar y sus plurilingües nacionalidades trabajar al unísono para alcanzar objetivos prácticos. Esto ha llevado al país a diversos niveles de participación en el panorama internacional. Respecto a sus vecinos más próximos y Estados pequeños como Bután, Sikkim, Nepal, Sri Lanka e incluso Bangla Desh, la política india ha sido comparable a la de EE. UU. en lo tocan- AP En la zona que se extiende entre Bombay y Yemen, el interés de la India y de Estados Unidos en la derrota del islam radical corre paralelo corazón de Asia. En el futuro inmediato, ambos países, aun protegiendo sus intereses, tendrían demasiado que perder con un enfrentamiento. La política de EE. UU. hacia la India se ha definido con demasiada frecuencia como una forma de contener a China. Pero lo cierto es que hasta el momento tanto la India como Estados Unidos han tenido interés en mantener una relación constructiva con China. No hay duda de que a la estrategia mundial estadounidense le beneficia la participación india en el desarrollo de un nuevo orden mundial. Pero la India no será el complemento de la política de EE. UU. hacia China y se ofendería si fuera utilizada como tal. En la zona que discurre entre Calcuta y Singapur, la India pretende desempeñar un papel que se ajuste a su relevancia económica, política y estratégica, cuya magnitud tiene que ver hasta cierto punto con la cercanía de cada país a sus fronteras (de manera que existe más interés, por ejemplo, en Myanmar y Bangla Desh, que en Vietnam o Malasia) La India es muy consciente de que el futuro del sureste de Asia se verá determinado por unas relaciones económicas y políticas en las que China, EE. UU. y Japón, junto a la India, serán los principales actores. A todos ellos les interesaría o debería interesarles el desarrollo de la Asociación de Naciones del Sureste de Asia. En la zona que se extiende entre Bombay y Yemen, el interés de la India y de Estados Unidos en la derrota del islam radical corre paralelo. Hasta los atentados del 11- S, los sistemas políticos del mundo musulmán solían estar en manos de autócratas. Los dirigentes indios utilizaron la no alineación para apaciguar a su minoría islámica, cooperando con esos Estados musulmanes y autócratas. Gamal Abdel Naser, en su enfrentamiento con Occidente, siempre disfrutó de una estrecha relación con Nehru y sus sucesores. a situación ya no es la misma. Los dirigentes indios se han dado cuenta de que un islam fundamentalista procedente de Estados de Oriente Próximo financia escuelas religiosas que llegan hasta el subcontinente Indio. Saben que el yihad integrista pretende radicalizar a las minorías musulmanas socavando las sociedades laicas mediante llamativos actos de terrorismo. Los líderes indios de la actualidad han comprendido que si esta manifestación de inquietud mundial se extiende- -y más si triunfa- su país sufrirá tarde o temprano atentados similares. En este sentido, aunque la India hubiera preferido otros campos de batalla, el resultado de la lucha de EE. UU. contra el terrorismo afecta a largo plazo y de manera fundamental a la seguridad india. Estados Unidos está librando algunas de las batallas de la India y ambos países tienen objetivos paralelos aunque sus tácticas difieran. También ha surgido una confluencia de intereses geopolíticos. La India pudo asumir el papel de equilibrista durante la Guerra Fría porque el conflicto entre EE. UU. y la Unión Soviética sólo la amenazaba indirectamente. Para Washington, la opción era abordar el desafío o fracasar. La contribu- L N o es así como los indios contemplan su papel internacional. Sin duda la sociedad india se considera única, pero de una forma tremendamente diferente a la de Estados Unidos. La democracia no se concibe como una expresión de la cultura india, sino una adaptación práctica, el medio más eficaz para conciliar los componentes políglotas de un Estado que emerge de un pasado colonial. El aspecto más definitorio de la cultura de la India ha sido la imponente hazaña de mantener su identidad durante siglos de dominio extranjero sin contar, hasta hace bien poco, con las ventajas de un Estado unificado, específicamente te a la aplicación de la doctrina Monroe en el hemisferio occidental: ha intentado mantener la hegemonía del país, mediante el uso de la fuerza si ha sido necesario. La política estadounidense no ha solido participar en dichas campañas, salvo en el caso de Bangla Desh hace 30 años, debido a una particular constelación de elementos relacionados con la Guerra Fría. A l norte, la India se enfrenta al gigante chino a lo largo de la difícil barrera del Himalaya y del macizo tibetano. Aquí la India ha aplicado la receta tradicional de una superpotencia que lidia con un rival comparable: ha establecido un cinturón de seguridad frente a la presión militar. Los choques fronterizos de 1962 tenían que ver con la llamada línea MacMahon, una zona intermedia creada por los británicos entre China (o Tíbet) y esa histórica línea de demarcación. Hasta el momento, ni China ni la India han tratado de competir por la supremacía en el

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