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ABC MADRID 22-01-2006 página 74
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ABC MADRID 22-01-2006 página 74

  • EdiciónABC, MADRID
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74 DOMINGO 22 1 2006 ABC FIRMAS EN ABC FRANCISCO SOSA WAGNER CATEDRÁTICO DE DERECHO ADMINISTRATIVO F. DE DERECHO. UNIVERSIDAD DE LEÓN AZAÑA Y CATALUÑA Azaña se mueve intelectualmente en el ámbito del regeneracionismo hispano que protagonizaron los hombres de la Institución Libre de Enseñanza... A figura de Manuel Azaña encarna desde hace varias décadas el mito del eterno retorno. En efecto, a partir más o menos de los años sesenta del pasado siglo se cuentan por decenas los estudios solventes que se han publicado sobre este político, el personaje que más expresivamente simboliza la imagen de la II República, también el más injuriado por los franquistas. Ahora es Eduardo García de Enterría (Tecnos, Clásicos del Pensamiento, y Fundación Martín Escudero) quien se adentra en el análisis de una faceta de su ideario, el referido a la autonomía política de Cataluña, con el rigor y la brillante pluma que en él son habituales. ¿Hay algún asunto de mayor actualidad en el debate constitucional? Parece que pocos y de ahí el interés de las cogitaciones de Enterría, elaboradas al hilo de los textos personales de Azaña, de sus discursos parlamentarios, de sus memorias, de algunos de sus artículos. Azaña, lo sabemos, se mueve intelectualmente en el ámbito del regeracionismo hispano que protagonizaron los hombres de la Institución Libre de Enseñanza- -siempre se declaró discípulo de don Francisco Giner de los Ríos- -y se enmarca en ese momento espléndido que vive la cultura española a principios del siglo XX y que tan bien supo realzar Gregorio Marañón en sus Ensayos liberales Un espacio en el que se dan cita plumas creativas y valientes, que aciertan a conceptuales o implícitos que la Constitución impone, es decir a aquellas barreras ínsitas en su arquitectura básica. Todo ello frente a las pretensiones dirigidas a conseguir el respeto íntegro del texto por las Cortes, apoyadas en el derecho de autodeterminación formulado por el presidente americano Woodrow Wilson, una de las más funestas ocurrencias del siglo XX. Tal parece, cuando se advierte la seguridad con la que Azaña razona, que conociera las obras capitales del derecho constitucional alemán escritas por Rudolf Smend y Carl y que se habían publicado en 1928. Manuel Azaña respaldó las reivindicaciones del nacionalismo catalán. Así lo había hecho desde los días del Pacto de San Sebastián, momento temprano en el que ya resulta claro su compromiso explícito y formal con ellas. Hizo afirmaciones en tal sentido tan contundentes como esta yo concibo a España con una Cataluña gobernada por las instituciones que quiera darse mediante la manifestación libre de su propia voluntad. Unión libre de iguales con el mismo rango, para así vivir en paz, dentro del mundo hispánico que nos es común O esta otra: creía yo tener la comprensión del catalanismo Ahora, además de comprenderlo, siento el catalanismo Su alma de escritor ¿qué español culto no ha leído con entusiasmo El jardín de los frailes o sus estudios como crítico literario sobre don Juan Valera? se manifiesta en bellas oraciones; nosotros no queremos seguir siendo los guardianes de un ascua mortecina en las cenizas de este hogar español desertado por la Historia. Queremos reinstalar la Historia en nuestro L denunciar sin muchas contemplaciones los males que aquejan a nuestra patria ¡ay, qué nostalgia en estos tiempos que corren! En los Fragmentos de mis memorias nos cuenta Adolfo Posada que, cuando en 1909 se le encargó redactar un borrador de la ley de régimen local, le pareció oportuno conocer las Ordenanzas vigentes en los pueblos españoles y al efecto se pidió desde el ministerio de la Gobernación la información pertinente a los alcaldes. Para la labor de sacar jugo a todo aquel material formó una pequeña comisión de jóvenes juristas. En ella figuraba precisamente Manuel Azaña. Esta faceta, la del jurista capaz de mirar por encima de las bardas y no dejarse enredar por el garbuglio de la prosa leguleyesca, está muy bien destacada por García de Enterría. Azaña tenía una formación sólida como privatista, menos sólida como iuspublicista, lógica deficiencia si conocemos la situación penosa de los estudios españoles de derecho público en la época. Sin embargo, Azaña, cuando se enfrenta como gobernante al texto del proyecto de Estatuto de Autonomía de Cataluña, que venía avalado desde aquel territorio por todo tipo de pronunciamientos democráticos, desarrolla el argumento de su inevitable adecuación a la Constitución y no solo a aquellos preceptos expresamente referidos a la organización básica de la República (artículos 11 y sgs) sino, y aquí su aportación decisiva, a los límites JAVIER TOMEO Escritor A PROPÓSITO DE LA TELEVISIÓN LGUNAS noches de plenilunio- -mientras algunos hombres, tal vez ciertos vecinos, se convierten fatalmente en lobos- -me siento en el sillón más cómodo de la casa y me paso un par de horas viendo la televisión. Le pregunto a Ramón si en el fondo no seré un masoquista de tomo y lomo, y mi amigo, siempre tan preciso, me explica que el masoquismo sólo puede ser entendido como una perversión sexual que consiste en verse humillado o maltratado por una persona de otro sexo. A -Cuidado- -le advierto- ¿No fue el gran Sigmund Freud quien extendió el masoquismo más allá de la simple perversión sexual? Mi amigo no sabe que replicar y aprovecho su desconcierto para decirle que mi afición por la televisión podría tener algo que ver con el llamado masoquismo moral, consecuencia, a su vez, de un inconsciente sentimiento de culpabilidad. -Sea como fuere, y sin meterme en más berenjenales- -le digo luego- -lo cierto es que cada noche me encierro en el saloncito donde hace ya varios años entronizamos un televisor de 23 pulgadas y me paso dos o tres horas viendo todo lo que me echan. Aprieto el botoncito rojo del mando a distancia, recorro todos los canales y me detengo precisamente en el que me parece que están emitiendo el peor programa. Y te aseguro que me resulta difícil decidirme por uno. Ramón entorna los ojos y mueve varias veces la cabeza, dándome la razón. -Es cierto. -dice- -Es difícil determinar cual es el programa más zafio, vulgar y hortera. Pero creo que todas los canales, ya sean de la televisión estatal, autonómicas o privadas, rivalizan para conseguir el programa más detestable. Y lo hacen, sin lugar a dudas, porque saben de antemano que será precisamente ese programa el que conseguirá mayor número de televidentes, que, al fin y al cabo, es lo único que les interesa. hogar, que la tea pasada de mano a mano en las generaciones que nos han precedido y llegó a las nuestras podamos transferirla a la generación que nos suceda, más brillante, más ardorosa, iluminando los caminos del porvenir Y sin embargo... Sin embargo, la decepción de Azaña cuando, ya desde la altura de la presidencia de la República, vea la obra en la que tan desinteresado empeño había puesto, caminando por el lodo de la política diaria, será sencillamente clamorosa. Sus estados de ánimo los formula, como en él era usual, con la belleza y la fuerza de su garra expresiva, con el vigor de quien está acostumbrado a decirse y decir- -a quien quiera escucharle- -el puñado de convicciones que siente allá en los hondones de su alma. Más, si ésta se halla rota y desgarrada. Y que lo estaba se demuestra cuando se le oye pronunciar en Barcelona aquellas palabras inolvidables, una suerte de tríada mágica con la que Azaña parece convocar a unas divinidades esquivas: paz, piedad, perdón Es probable que la emoción, ese sismógrafo de los tormentos íntimos, le quebrara la voz. Las muestras de desengaño son abundantes en el Cuaderno de la Pobleta y en las reflexiones que desgrana en momentos muy duros: así, por ejemplo, cuando se ha producido nada menos que el desmoronamiento de las provincias del norte. En esa encrucijada dramática, lo que más preocupa a Azaña y así lo transmite al Gobierno que preside Juan Negrín, es la necesidad de que el Estado recupere en Cataluña los poderes que le corresponden, de acuerdo con la Constitución y las leyes, con el objeto de poner coto a los excesos y desmanes de las autoridades autonómicas ya que son muchas y muy enormes y escandalosas las pruebas de insolidaridad y despego, de hostilidad, de chantajismo, que la política catalana de estos meses ha dado frente al Gobierno de la República Estaban en juego los poderes de dirección de las operaciones bélicas, de los suministros al Ejército, de la producción industrial catalana, asuntos de enjundia que hunden en amargas vigilias al presidente de la República. En el exilio, desinhibido por la muerte que presiente, será aún más duro: producido el alzamiento de julio del 36, nacionalismo y sindicalismo, en una acción muy confusa, pero convergente, usurparon todas las funciones del Estado en Cataluña Cuenta Azaña cómo en el verano de 1937 se reunieron en Barcelona personalidades del Gobierno vasco con sus homólogas catalanas para proclamar el eje Barcelona- Bilbao lo que encubría una caricatura que significaba que los nacionalistas vascos y catalanes harían un frente común frente al Gobierno de la República Destacar la actualidad del trabajo de Enterría resulta ocioso. En esta hora española, en la que se está metiendo al Estado en un quirófano sin luces, ¿alguien sabrá recibir los mensajes que nos manda la Historia, depositaria de las ciencias de los cielos serenos?

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