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ABC MADRID 31-10-2005 página 31
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ABC MADRID 31-10-2005 página 31

  • EdiciónABC, MADRID
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ABC LUNES 31 10 2005 Internacional 31 Más que un acto de fe, ser sacerdote en Colombia implica estar dispuesto a morir por ello. En los últimos cinco años han sido asesinados 33 curas, convirtiendo este país andino en uno de los más peligrosos para los pastores de almas Curas entre el Evangelio y la guerrilla TEXTO Y FOTO: ALEJANDRA DE VENGOECHEA, CORRESPONSAL BOGOTÁ. Hace muchos años que el padre Ricardo Lorenzo Cantalapiedra entendió que en cuestión de sentimientos no hay absolución que valga. Quisiera no querer a los guerrilleros de las FARC. Pero les quiere. Y por culpa de ellos estuvo preso más de tres meses. Los conoció hace 28 años, cuando tenía 36 y llegó desde España para evangelizar las selvas del sur de Colombia. En aquel entonces no había guerra, tampoco había paz; no había hambre, tampoco prosperidad. Había guerrilla pero, sobre todo, desencanto. El padre Lorenzo, natural de la localidad de La Seca (Valladolid) aprendió a convivir con ello. Montado en burro o en un jeep de chapa carcomida, sin un policía que representara al Estado, recorría las montañas para llevar sosiego a quienes se atrevían a vivir entre la guerrilla. El sacerdote vallisoletano se convirtió en una institución viviente. Aprendió a la vez a castigar y a perdonar a los rebeldes, se ilusionó de buena fe con sus metas pero se entristeció sobremanera cuando un buen día los guerrilleros dejaron de apoyar a los campesinos para cultivar ellos mismos la coca necesaria para financiar su guerra. Uno tiene que vivir con la gente que tiene en casa. Es mejor estar de amigo que de enemigo explica el padre Cantalapiedra cuando se le pregunta por qué lo arrestaron por colaboración con las FARC. me Internacional sobre la libertad religiosa realizado por el Departamento de Estado en Washington. Por eso, Cantalapiedra siente que con él se está cometiendo un atropello. Aunque es injusto, estoy con la conciencia tranquila porque todo lo que he hecho es ayudar a la gente señalaba desde su lugar de reclusión, la sede de la comunidad salesiana en Bogotá. La política es el Evangelio. Para mí todos son iguales sean guerrilleros, soldados, policías. La persona se respeta al margen de sus ideas. Y si he colaborado, como dicen, ha sido para liberar secuestrados o ayudar a la gente. Mi trabajo ha sido humanitario se defiende. Equilibrio complejo Pero en un país católico que lo ha perdido todo menos la fe, ¿cómo proteger las sotanas de las balas? Para monseñor Jorge Enrique Jiménez, arzobispo de Cartagena de Indias que hace tres años fue secuestrado por las FARC, el hecho de convivir en zonas de conflicto hace todo más complejo. Nuestra norma es no colaborar con las gentes armadas. Pero los dos lados siempre intentan involucrarnos. A veces, frente al revólver no hay más remedio que colaborar explicó. Tanto él como varios sacerdotes consultados expusieron las dificultades a las que se ven sometidos. No sólo se les piden sus favores para ayudar en un rescate, o evitar una masacre, o intentar persuadir a un asesino. ¡Hasta nos llaman para mediar en matrimonios, o rescatar a una mascota, o ayudar a un enfermo! Cuando no hay ni Policía, ni hospitales, ni colegios, e incluso ni padres, los sacerdotes somos la última instancia de afecto explicaba a ABC uno de los 5.000 párrocos que hay en Colombia. Pero es sin lugar a dudas una labor en solitario en la que se juegan la vida. Hace cuatro meses, por ejemplo, la diócesis de Quibdó, una de las ciudades más pobres del Pacífico colombiano, denunció cómo los paramilitares robaban las tierras. El presidente Álvaro Uribe escuchó a los sacerdotes y frente a las cámaras de televisión recriminó con dureza a los paramilitares. No ha pasado nada desde entonces. Quienes denunciaron, siguen luchando solos. Como Cantalapiedra. Aunque es libre desde hace una semana, aún sigue incoado su proceso. Por ahora hará trabajos pastorales en una popular iglesia de Bogotá, la capital colombiana. Pero quiere volver a La Uribe, un pueblo que desde siempre ha sido visto como el bastión de la FARC. A terminar la iglesia, a organizar una microempresa de mujeres... afirma. ¿Y si no puede volver? Suspira. Cantalapiedra es ya parte de esas selvas. No lo quiere ni imaginar. Tradición de lucha Aunque hace una semana fue revocada la orden de arresto contra Cantalapiedra, que a un sacerdote se le señale por tener vínculos con la izquierda no es nuevo en este país donde lo político suele mimetizarse con lo humanitario. Vale recordar la historia del colombiano Camilo Torres Restrepo, el primer cura guerrillero de América, que murió en 1966 combatiendo con el recién fundado Ejército de Liberación Nacional (ELN) o del español Manuel Pérez, el cura Pérez que le sucedió hasta que murió en 1998... Han marcado hitos en la historia colombiana. Por eso, en este país, con los religiosos no hay término medio. O se les ve con recelo, o se les venera con frenesí. Hace un mes, un sicario llegó a la escuela donde el padre Jesús Adrián Sánchez daba clases de ética y le descargó tres tiros en presencia de sus alumnos. El padre Jesús llevaba meses intentado convencer a sus estudiantes de no dejarse reclutar por las FARC. Por eso le asesinaron. Como él, más de un centenar de religiosos han desaparecido y han sido secuestrados o asesinados en los últimos años. La situación es tan extrema que el propio Vaticano consideró a Colombia en 2003 como el país más peligroso El padre Cantalapiedra hace ahora trabajo pastoral en una iglesia de Bogotá El padre Cantalapiedra, vallisoletano, llegó hace 28 años a Colombia para evangelizar las selvas del sur La política es el Evangelio, para mí todos son iguales sean guerrilleros, soldados o policías Quiere volver a su selva para terminar la iglesia, para organizar una microempresa de mujeres... para la evangelización. En 2004 lo superaron Burkina Faso, Uganda, Burundi y Suráfrica. Colombia, sin embargo, aún está en la lista. Según la Conferencia Episcopal, en sólo cinco años se ha asesinado a 33 miembros de la Iglesia, la mayoría sacerdotes, pero también a un obispo y hasta a un arzobispo. Pisando la selva La razón es lógica. A medida que el conflicto armado se ha extendido por el país, las iglesias son las únicas que han estado cerca de las comunidades, han defendido sus derechos y han denunciado los atropellos a los que se les somete. Las organizaciones armadas, en especial las FARC, amenazaron y atacaron a miembros del clero por oponerse al reclutamiento de menores, defender los derechos humanos, ayudar a los desplazados y desmovilizar el cultivo de coca advierte el último Infor-

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