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ABC MADRID 15-10-2005 página 103
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ABC MADRID 15-10-2005 página 103

  • EdiciónABC, MADRID
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ABC SÁBADO 15 10 2005 Los sábados de ABC 103 EL GUINDO MÓNICA F. ACEYTUNO Pastillero dorado con la Virgen y perlas negras de río en oro de 24 quilates Colgante- lupa, el regalo que más se hacía en el siglo XIX, con el Niño Dios de Rafael UN PARAGUAS NUEVO Bolígrafo con el símbolo religioso de la cruz cuenta con interesantes y curiosos objetos científicos de la época y artilugios mecánicos. En esta Biblioteca Vaticana, por ejemplo, está la famosa Virgen con el Niño que pintó Rafael, mil veces reproducida (y no siempre con licencia) en numerosas imágenes. La Biblioteca Vaticana, cuya sede está en el célebre patio de San Dámaso en la Ciudad del Vaticano, fue fundada por el Papa Sixto IV en el año 1475 y contiene más de 60.000 piezas únicas de la cultura occidental. cristales tallados, unidos por bolitas chapadas en oro que imitan las cuentas de los rosarios hechos con rosas aplastadas, y todo, con unos cuidados cierres, pura tendencia. Llevan colgando, y muy visible, la imagen de la Madonna de Rafael, o una cruz antigua estilo renacentista. También hay colgantes con la corona papal. Los broches, marcalibros, bolígrafos y pendientes llevan imágenes religiosas o la cruz de la Capilla Sixtina. Y para los amantes de los animales hay medallones para la cadena del perro, con la imagen de su protector, San Francisco de Asís. (Información para España, en Tel. 626 45 91 72) Hsf sdfsdfs dfa, sdfs, df japonesesdfngkdfgdf, gmsdfg sdfg sdfg M Colgante para la cadena del perro con la imagen de San Francisco de Asís Medallones caninos La bisutería The Vatican Library Collections ha pedido permiso a este organismo eclesiástico para reproducir algunas imágenes en sus joyas y, tras pagar las licencias correspondientes, parte de las ganancias por sus ventas las dedica a las ONG. Fabricadas en metales propios bañados en oro de 24 quilates, todas las joyas llevan el logo de la casa: una pequeña chapita colgando con la corona vaticana. Piedras semipreciosas como la olivina, la tanzanita (en cristales de roca tallados) el zafiro de Montana, el ojo de tigre, las perlas negras de agua dulce... sirven para las cuentas de los rosarios, las bolas de las pulseras y colgantes, las cajitas- pastillero, los pendientes, los broches, los llaveros, los marcalibros, o los colgantes- lupa, el típico regalo que se hacía en el siglo XIX y que por su comodidad han querido restacar, pues aparte de lucir como colgante, con la imagen del Niño Dios de Rafael, tiene un sentido muy práctico al sustituir a las gafas para una correcta visión de cerca. Las pulseras están realizadas en llamativos colores en Marcalibros con la cruz de la Capilla Sixtina Broches y colgantes La mayoría de los católicos han tenido y tienen un adorno con un símbolo religioso, pero este año los grandes modistas los han puesto bajo los focos de la moda. Los complementos, que son el punto clave de la ropa, la nota chic y el toque final, han tenido en la joyería, y ahora en la bisutería, su aliado, Y el adorno este otoño viene con un fuerte sentido religioso. Staphono Piletti, el nuevo diseñador de Gucci, no ha dudado en diseñar y colocar a sus modelos unos colgantes con cruces o en hacer cadenas con medallas, tanto en dorado como en plata, con incrustaciones de piedras preciosas. Christian Lacroix, para hacer honor a su apellido, también tiene una lujosa y llamativa bisutería donde la cruz griega es la protagonista, sin olvidar que Yves Saint Laurent, tiempo ha, subió las cruces a la pasarela. Dolce Gabanna, este verano, volvió a insistir en el tema, y para invierno ha sacado una bisutería de lujo. Un broche con la Cruz de los Ángeles, obra de Alfonso Martos, fue el primer regalo que recibió del alcalde de Oviedo la Princesa de Asturias, a los dos días de hacerse público su compromiso con el Príncipe. Y grandes cruces de brillantes y zafiros montados en oro y plata son las que llevan Melanie Griffith, Kate Moss y cientos de personajes conocidos que, aparte de sus creencias, se han sumado a la moda de la nueva joyería religiosa. i querida cuñada Loreto me ha regalado un paraguas. En un día muy parecido, recibí el mismo regalo. Era otoño y se oía el ruido de los coches, sus pisadas con la lluvia, y las calles eran grises y brillaban con el agua, y las hojas amarillas de las acacias se pegaban como sellos a las aceras. Era un día desapacible y luminoso de la infancia. Mi madre, cada vez que lo recuerdo me lleno de gratitud hacia ella, nos iba a buscar al colegio. Caminaba desde el final de la Castellana, que entonces se llamaba avenida del Generalísimo, hasta Pío XII, lo cual suponía calculo que, teniendo en cuenta los ocho viajes que hacía para ahorrar el autobús y la comida, al menos dieciséis kilómetros diarios. Ese camino con mis hermanas y mi madre, no sé cuántos días llegué a hacerlo, pero si exceptuamos el puesto verde que había a la salida del colegio, y una tienda que hacía esquina con su olor a tienda de esquina, y unos cuantos solares abandonados, no recuerdo más que un día, una sola mañana gris y de lluvia en la que mi madre vino a buscarnos con mi abuela y tres paraguas en la mano, uno para cada hermana. El de la mayor azul, el de mi hermana pequeña ámbar, y el mío rosa, de rosas de color rosa. Un paraguas para mí sola. Aquel día era como el de hoy, llovía y las hojas caían de los árboles empujadas por las gotas de la lluvia, porque no hacía viento, lo que permitía ir bajo el paraguas tranquilamente, pensando en que volvía a casa, a comer, que estaba lloviendo. El agua corría por las montañas de arena de los solares abandonados y provocaba escorrentías que eran como ríos que desembocaban, turbios, en las aceras. El puesto verde brillaba con la lluvia como las hojas de una camelia. La tienda de la esquina estaba encendida y su aliento era más cálido que otras veces. Las hojas amarillas y divididas de las acacias no despegaban. Las ruedas de los coches levantaban el agua. Y esa hambre de media mañana en el estómago. Si yo tengo que decir qué es el otoño, es ese día, las aceras grises, el paso de los coches, la felicidad de regresar a comer a casa, un paraguas nuevo bajo la lluvia, que nunca ha vuelto a ser la misma lluvia.

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