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ABC MADRID 17-08-2005 página 3
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ABC MADRID 17-08-2005 página 3

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ABC MIÉRCOLES 17 8 2005 Opinión 3 LA TERCERA DE ABC HÉROES SIN PARTIDO POR BENIGNO PENDÁS PROFESOR DE HISTORIA DE LAS IDEAS POLÍTICAS España debe estar al lado de sus aliados naturales en el marco de la OTAN y de la Unión Europea. Debería estar en otros sitios, según creo, pero hoy no es el día para ese tipo de debates. Aquí o allá, las Fuerzas Armadas cumplen su misión de forma modélica... NTE todo, dolor. Después, admiración. Siempre, gratitud. La tristeza limita la capacidad de reflexión. La sociedad del riesgo no conoce tregua veraniega. He aquí la hora final en esta vida terrena para diecisiete héroes españoles: personas de carne y hueso, con su nombre y apellidos, con su familia y amigos, incluso en esta época dominada por la soberbia estadística. Una sociedad sanamente constituida tiene que afrontar las tragedias con madurez, nunca con indiferencia. Aunque la política (espejo, como siempre de la vida) se complace con crueldad en la paradoja. Accidente o ataque, el orden de los factores no altera el producto. Si accidente, como parece, ¿quién no ha pensado en el Yak? Si agresión, como algunos dicen, surgen de inmediato las sombras del Irak y del 11- M. ¿Qué hacemos en Afganistán? Corremos sin sentido para regresar al mismo punto de partida. Tiene razón Claudio Magris: Es posible que Heráclito esté equivocado; siempre nos bañamos en el mismo río Así pues, examen para el Gobierno; dilema- -ético y político- -para la oposición; incógnita para los ciudadanos. Esta vez, igual que las anteriores, el sentido común impone una única solución razonable. España necesita dar prioridad a la política sobre el partidismo. La patria no son ellos ni somos nosotros. No es, ni mucho menos, propiedad de quien gobierna al día de la fecha en esta sucesión efímera que llamamos democracia. Otros países- -muy pocos para ser sinceros- -lo consiguen. Nosotros lo logramos mal que bien durante la Transición. También ahora debe ser posible. Contexto internacional. Irak concentra el ruido y la furia pero Afganistán sigue en la retaguardia. Ecos de la resistencia talibán. Sólidas bases de AlQaida. Criminales disfrazados con el rótulo inmerecido de señores de la guerra La primera decisión de Bush tras el 11- S no estaba exenta de riesgo. Porque, según viejas páginas de geopolítica, EE. UU. es una talasocracia imbatible, pero sufre graves carencias cuando trata de ocupar militarmente un territorio. Los afganos son el mejor ejemplo de aquella inteligente doctrina de Toynbee sobre el estímulo de los Hard Countries Los ancianos que dirigían el Kremlim en su fase terminal no eran aventureros, sino políticos responsables. El Ejército Rojo enterró su nombre y su fama en aquella tierra infernal porque los soviéticos eran conscientes de los peligros del Islam radical. La mitad de los musulmanes del mundo vive en Asia. En las fronteras de ese país se concentran potencias nucleares y gigantes demográficos. No hablamos de ridículos debates identitarios. Allí se ubica hoy día la isla del mundo en sentido estratégico: no es baladí determinar quién controla ese paraje desolado que nos golpea desde su inocuidad aparente desde la pantalla de televisión. A historiadores. Recuerdos del porvenir se llama, en un estupendo sin sentido, la taberna que pinta Alejo Carpentier al borde mismo de la selva tropical, justo al otro extremo del mundo. España debe estar al lado de sus aliados naturales en el marco de la OTAN y de la Unión Europea. Debería estar en otros sitios, según creo, pero hoy no es el día para ese tipo de debates. Aquí o allá, las Fuerza Armadas cumplen su misión de forma modélica. Una sociedad decente (antes de Zapatero lo decían los conservadores americanos) se muestra por definición orgullosa de sus ejércitos. Solo los dogmáticos, algunos simplemente tontos, repiten una y otra vez el rancio discurso antimilitarista. Digamos, pues, la verdad en voz alta y clara. Se trata de profesionales bien preparados, con sentido del deber y alta capacidad técnica. Gozan del máximo respeto en los organismos internacionales. Resisten con holgura la comparación con sus colegas extranjeros. Se dejan la vida en el empeño, como es notorio. Merecen, pues, no solo el esfuerzo presupuestario que ahora se anuncia con un cierto alarde teatral. Debe también multiplicarse la cultura de defensa y la consideración social de la profesión. Las Fuerzas Armadas son, en su realidad actual pieza nuclear de la España constitucional porque participan junto a sus iguales en la lucha por una causa justa. Venturosa novedad, después de un aislamiento que ha resultado demasiado largo. Lección para sectarios, sean inocentes o malintencionados, que de todo hay. La realidad no cambia aunque se contemple desde el optimismo antropológico. Ha salido trágico este verano de 2005. Guadalajara y Roquetas; ahora, los helicópteros... Deslinde entre lo ingenuo y lo malévolo. Ironías del destino. Desengaño acerca del mundo feliz que nos esperaba. Comprendo que la tentación de pasar factura es difícil de resistir. Pero ha reaccionado con acierto el Partido Popular y Rajoy presenta esa sobriedad institucional que es propia de una oposición digna en momentos complicados. Véase, cómo no, el ejemplo británico tras el 7- J. Zapatero ha vuelto a tiempo a su despacho, pero no hacía falta poner énfasis en la identificación de los cadáveres con plenas garantías Es elemental, y reabre una polémica que nos llevará por mal camino. Siempre el presidente del Gobierno debe precisar las palabras y modular el tono, pero mucho más cuando se trata de una declaración institucional. Se agolpan los desafíos en torno al ministro Bono. Ahora tiene que demostrar su talla política. En la investigación, por supuesto. También con decisiones de alcance retroactivo. Aprendamos de los errores. Sobriedad en los gestos, transparencia absoluta, apoyo a las familias sin minucias burocráticas. Caso Yak. La responsabilidad política se extingue con el juicio del cuerpo electoral, inapelable en democracia. La responsabilidad jurídica, sí y cuando procede, es cuestión de jueces y tribunales sometidos únicamente al imperio de la ley. Pero la política de Defensa es y debe ser una política de Estado. Diré algo más: debe ser una política patriótica. Igual sucede con la Corona: el Rey, téngase presente, es jefe supremo de las Fuerzas Armadas, según la sabia decisión constituyente. Como debería ocurrir, sin pretexto alguno, respecto del terrorismo y de la arquitectura territorial. Política, en fin, en el sentido más noble, que deja espacios exentos de la controversia- -por supuesto legítima- -entre los partidos en otras múltiples materias. ¿Qué hacen entonces nuestros soldados? Respuesta concluyente: sitúan a España en el lugar que le corresponde, a la altura de esta época desquiciada de la que pocas alegrías podrán rescatar los futuros El ser humano busca la certeza absoluta con empeño digno de mejor suerte. Pero sería inútil apuntarse al optimismo, dejándose llevar por el dolor de los primeros momentos. Ataque o accidente, este caso traerá secuelas: dentro del Gobierno, en la institución militar, entre el Gobierno y la oposición. Por ahora, vamos a llorar- -si nos dejan- -a esta minoría de héroes que prefiere asumir deberes antes que reclamar derechos y renuncia al bienestar hedonista que perseguimos con ardor. Son, en sentido orteguiano, los mejores. Las lecciones, me temo, las vamos a aprender a medias, en el mejor de los casos. Lo terrible es que habrá más víctimas, más desgracias, más atentados, en esta guerra por fragmentos que afecta al núcleo duro de nuestro dilema existencial. Las reglas del juego han cambiado decía hace unos días Tony Blair. Muchos esperan el regreso de vacaciones para no dejarle respirar. La sombra de la sospecha extenderá su huella en cada actuación pública de los responsables. Se medirán las palabras con obsesión enfermiza. Las alusiones malintencionadas ocuparán el puesto de los conceptos claros y precisos. Un colectivo equívoco los muertos las víctimas los afectados borrará de la frágil memoria colectiva el recuerdo personal del capitán y de sus soldados. Muertos en acto de servicio, en defensa del honor de una sociedad que, ojalá sepa- -por una vez- -estar a la altura de las circunstancias. Suerte y hasta pronto Dios mío, decían las pancartas de despedida...

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