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ABC MADRID 08-08-2005 página 6
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ABC MADRID 08-08-2005 página 6

  • EdiciónABC, MADRID
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6 Opinión LUNES 8 8 2005 ABC VADE MECUM TRIBUNA ABIERTA MATHIAS DÖPFNER PRESIDENTE DE AXEL SPRINGER, GRUPO DE COMUNICACIÓN ALEMÁN EL VERANO DE SIEMPRE A mí me pasa lo contrario que a Prada, me gusta el verano, el que comienzaa mediadosde junio ytermina a finales de septiembre y que coincide, casi, casi, con el verano estacional que es de 21 a 21 de esos meses. Es decir, el verano de nuestras vacaciones escolares y que para quienes rondamos los cincuenta comenzaba dos días antes de San Juan y terminaba entre el 4 y el 6 de octubre, coincidiendo con elfineiniciodelcolegio. Juntoamissietehermanos pasábamos el verano en Vilasar de Mar, un pueblecito a 25 kilómetrosdeBarcelona, por donde discurría la primera línea de ferrocarril que se construyó en España y queiba de Barcelona a Mataró. De ahí era mi familia materna cuyo tatarabuelo, JORGE TRIAS propietariodeunbarco, iba SAGNIER y venía de Ecuador. La casa donde he pasado todos los veranos de mi infanciaes, pues, lamisma casa, intacta, que hizo en su estructura actual ese indiano y que conserva, todavía, algunos muebles que se recuperaron del saqueo de la Guerra Civil. Otro dato para la memoria histórica. PeroVilasar, queahora sellamaVilassar, comoCataluña que ahora es Catalunya ycomo España, de la que está de moda renegar, ya no es lo que era, amigo Prada. Ahora la chancleta y las bermudas se usan incluso para ir a misa. Dicho finamente escribiríamos que nos encontramos ante un nuevo paradigma aunque la realidad más se parezca a un cierto desorden sin reglas fijas. El relativismo se ha apoderado hasta del buen gusto, y hoy sólo una minoría sabe lo que piensa y en lo que cree. A la mayoría, incluida gente muy principal, hay que decírselo. Afortunadamente, aunque tengas ese defecto de que no te guste el verano, tú, Juan Manuel, eres de la minoría selecta que marca tendencias. Lo importante es saber dónde está uno o dónde quiere estar y comprendo que determinado estereotipo de veraneo te parezca horrible, como ese que se practica en la playa de la costa barcelonesa en la que hay que pedir la vez para colocar una toalla o para bañarse. ¿Por qué no disfrutar, entonces, en las vacaciones de verano de esos placeres tan baratos económicamente pero tan escasos como son la familia, la soledad, los baños de mar que curan todas esas pequeñas dolencias y cicatrices que hemos ido acumulandoa lo largodel año, los largos paseos y, también, las lecturas pendientes? Yo hecambiado esa especie de suburbio veraniego de Barcelona- ¡qué pena de urbanismo sin urbanidad! -por el mar de Castilla, cerca de Santander, donde nadie se pregunta al salir por la mañana si somos una nación y donde todavía quedan pedazos de bosque atlántico como el que se atraviesa, entre algunos restos espectaculares de robles y hayas, para llegar al monte Corona en cuya ermita de San Esteban- -que en griego significa corona- -ha habido, como todos los años, romería y misa celebrada por el párroco y presidida por la alcaldesa de Comillas. A mí, Prada, qué quieres que te diga, sí me gusta el verano, el de España, el del pueblo, el de los veraneantes, el del monte Corona, el de toda la vida. EUROPA, TU NOMBRE ES COBARDÍA Europa todavía no ha aprendido la lección del pasado y sigue dormida en lugar de proteger la democracia en Oriente Próximo, explica el autor. Y se pregunta ¿qué atrocidad tiene que acaecer para que la ciudadanía europea y sus líderes comprendan lo que está ocurriendo en el mundo? ACE poco, el escritor Henryk Broder formulaba una mordaz acusación: Europa, tu apellido es Apaciguamiento Esa frase se nos queda grabada porque es terriblemente cierta. El apaciguamiento costó la vida a millones de judíos y no judíos mientras Inglaterra y Francia, por aquel entonces aliados, negociaban y titubeaban demasiado tiempo antes de darse cuenta de que había que combatir y derrotar a Hitler, ya que no se le podía amarrar con acuerdos inútiles. Más tarde, el apaciguamiento legitimó y estabilizó el comunismo en la Unión Soviética, luego en Alemania Oriental, y después en el resto del este de Europa, donde se glorificaron gobiernos inhumanos, represivos y asesinos durante décadas. El apaciguamiento paralizó a Europa de forma similar cuando el genocidio proliferaba en Bosnia y Kosovo. De hecho, aunque teníamos pruebas irrefutables de continuos asesinatos masivos en esos países, nosotros, los europeos, debatimos y debatimos, y luego debatimos todavía más. Seguíamos debatiendo cuando, finalmente, los estadounidenses tuvieron que recorrer medio mundo hasta Europa para hacer el trabajo por nosotros, una vez más. Europa todavía no ha aprendido la lección. En lugar de proteger la democracia en Oriente Próximo, el apaciguamiento europeo, camuflado tras el difuso término equidistancia a menudo parece aprobar los atentados suicidas en Israel perpetrados por palestinos fundamentalistas. De forma similar, genera una mentalidad que permite a Europa hacer caso omiso de las casi 500.000 víctimas de la maquina- H ria de tortura y asesinato de Sadam y, motivada por la pretendida superioridad moral del movimiento pacifista, acusar a George W. Bush de belicista. Esta hipocresía prosigue, a pesar de que se haya descubierto que algunos de los detractores más ruidosos de la acción estadounidense en Irak ganaron ilícitamente miles de millones- -y, de hecho, billones- -de dólares en el corrupto programa Petróleo por comida de la Organización de Naciones Unidas. En la actualidad, nos enfrentamos a una forma especialmente grotesca de apaciguamiento. ¿Cómo está reaccionando Alemania ante la escalada de violencia de fundamentalistas islámicos en Holanda, Gran Bretaña y el resto de Europa? Insinuando- -atención- -que la respuesta adecuada a dicha barbarie es iniciar una festividad musulmana en Alemania. Ojalá lo estuviera diciendo en broma, pero no es así. Un sector considerable del Gobierno alemán- -y, si nos creemos los sondeos, del pueblo alemán- -realmente piensa que crear una festividad oficial musulmana nos librará de algún modo de la ira de los islamistas fanáticos. No puedo evitar acordarme del británico Neville Chamberlain a su regreso de Múnich, ondeando aquel risible tratado firmado por Adolf Hitler y declarando el advenimiento de la paz en nuestra era ¿Qué atrocidad tiene que acaecer para que la ciudadanía europea y sus líderes políticos comprendan lo que verdaderamente está ocurriendo en el mundo? Se está tramando una especie de cruzada, una campaña especialmente pérfida que consiste en ataques sistemáticos perpe-

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