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ABC MADRID 17-07-2005 página 76
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ABC MADRID 17-07-2005 página 76

  • EdiciónABC, MADRID
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76 Espectáculos DOMINGO 17 7 2005 ABC CLÁSICA Caja Madrid Obras de J. Adams, J. Turina, M. Ravel y S. Prokofiev. Intérpretes: Orquesta Mundial de Juventudes Musicales. Director: J. Vicent. Lugar: Teatro Monumental, Madrid. Fecha: 14. VII POP Peter Frampton Lugar: Sala La Riviera, Madrid. Fecha: 15- VII MÚSICA POPULAR Veranos de la Villa Concierto: Cheikh Lo. Lugar: Cuartel del Conde Duque, Madrid. Fecha: 15- VII EN FAMILIA PABLO CARRERO ORQUESTA MUNDIAL DE JUVENTUDES ANTONIO IGLESIAS SALSA AFRICANA L. M. n el LX aniversario de la Federación Internacional de Juventudes Musicales, su Orquesta Mundial, formada por un centenar de jóvenes músicos sin fronteras acaba de iniciar en el Monumental madrileño una gira que, en este verano, la llevará a actuar en nueve ciudades chinas, en conmemoración de la firma del tratado de paz entre esta nación y Japón. Procamada como Artista para la paz por la Unesco, desde junio de 2004 tiene su sede en la Comunidad valenciana, y es su actual director titular nuestro Josep Vicent, percusionista de rango internacional quien, con elocuencia gestual- -con batuta o sin ella- sabe cómo reflejar en los profesores el conocimiento de las partituras desde un atril con nervio que se torna eficaz rector desde el reducido número de ensayos habido, por lo cual, en esta ocasión, nos pareció más lleno de aciertos en Prokofiev que en las anteriores páginas, también merecedoras del desbordado entusiasmo del público, que pidió y no obtuvo el esperado bis Un tanto insulsos los pentagramas de John Adams, extraídos de su ópera Nixon in China de 1985, insisten de lejos en el foxtrot, con un desarrollo instrumental de indudable interés y, en efecto, es un momento de excelente propiedad para su traducción juvenil. La oración del torero de Joaquín Turina, página excelsa para lucir la cuerda con aromas de pasodoble, exige un sentido emocional que prende en el oyente si le llega con esa capacidad tan magníficamente prendida en sus notas, por lo que cabe unir al elogio traductor el notorio volcado afán revelado por la joven orquesta. Fue el celebérrimo Bolero de Ravel el momento que cerró la primera parte, como obra de prueba para toda orquesta que desee mostrar una categoría; no necesita solista alguno y la caja es, simplemente, uno de los instrumentos principales de su preciosa tímbrica. Todo su proceso vario y, en verdad, genial, se torna en eficaz demostración de una clase sinfónica. Triunfo de la sesión, la interpretación de las suites de Romeo y Julieta de Profofiev, cuando las excelencias de los jóvenes músicos cobraron con la batuta sus más altos vuelos. Es toda una hazaña cuanto hacen. Que prosigan en la ascensión y éxitos. E uizá la mayoría no lo sepa, pero todo el mundo conoce la música de Peter Frampton o, al menos, una canción suya. Usuarios de ascensores, clientes de grandes superficies, oyentes de cualquier emisora de radio tendrán probablemente grabado en su memoria el estribillo de Baby I love your way una canción pegadiza- -adhesiva- amable y radiante que se convirtió en el más rotundo éxito de este guitarrista, cantante y compositor británico con mayor predicamento al otro lado del Atlántico que en su propio país. Además, Frampton hizo un surtido puñado de discos que se movían entre el pop más convencional y accesible y el rock duro, intercalando melodías pegadizas con interminables solos de guitarra. Definitivamente, la época dorada del AOR Adult Oriented Rock pasó hace mucho tiempo y, al menos en nuestro país, los restos de esa afición se reducen, según lo visto en la madrileña sala La Riviera el pasado viernes, a un pequeño grupo de cuarentañeros nostálgicos que apenas ocupaban las primeras filas del recinto. Fue un concierto casi familiar, aunque finalmente quienes acudieron a la cita obtuvieron su recompensa. La cosa pintaba muy mal cuando, al filo de las nueve de la noche ¿de la tarde, más bien? Frampton y su banda subían al escenario de una sala prácticamente vacía y en la que la luz de un sol todavía muy alto aumentaba aún más una cierta sensación de desolación. Sin embargo, el músico británico, que perdió hace tiempo sus característi- Q D Peter Frampton ca melena rubia rizada, pero no su afable sonrisa, fue capaz de sobreponerse a la situación, ayudado, eso sí, por el propio público que se convirtió rápidamente en el cómplice necesario para que el concierto saliera adelante. Y lo hizo. Felizmente, el sonido fue muy bueno, y tanto la guitarra de Frampton, elegante y fina, solamente excesiva en algunos momentos un tanto plúmbeos- -hubo un par de solos infinitos sin ningún sentido- como su contundente voz se abrieron paso entre una audiencia feliz de reecontrarse con los viejos éxitos de los setenta, que conformaron buena parte del repertorio. Particularmente emotivos fueron dos o tres números acústicos en los que Frampton demostró su habilidad con las seis cuerdas. el cantante Boncana Maiga a la Orchestre Baobab, sin olvidar el proyecto Africando o la Star Band, un buen número de formaciones del antiguo imperio Songhai ha hecho patente la omnipresencia del catálogo musical caribeño en sus creaciones autóctonas. Estamos dentro de la moda de los mestizajes y le toca turno ahora a Cheikh Lo, que Senegal convirtió hace tiempo en un personaje de hondo calado popular. En Lo también hay fusión de esencias, hay proyecto y hay ideas. El paisaje sonoro que destila su música es vistoso y se demuestra en sus discos, que incluyen un glosario de composiciones en el que las piezas jaraneras alternan con las baladas. Todo sucede con asombrosa naturalidad en la escena. Siete hombres capaces de dejar convertidos en sauna los recintos donde actúan, aunque ahora haya que decir que el público fue escaso. Desde los lejanos años del inicio del periodo poscolonial, Cheikh Lo apenas conoce iguales en su país. Su rítmica está resuelta con un par de tambores locales, sabar y tama, y la propia batería de Lo que, por supuesto, dobla en voces, además de hacerlo también en guitarra. Los dos teclados crean un ropaje multicolor y, junto a la guitarra y el bajo, dan solidez a una propuesta que, alguna vez, adornó la danza espontánea de algún espectador. Y, cuando entonan piezas como M Bedemmi de Guillermo Portabales, el personal queda boquiabierto. Cuba en África. Desde la reflexión islámica, Lo recibe el concepto musical que, primero, fue llevado al Caribe por una multitud de esclavos. Hace buena la afirmación no existe mejor salsa que la africana

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