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ABC MADRID 06-07-2005 página 98
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  • EdiciónABC, MADRID
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98 Deportes JUEGOS OLÍMPICOS 2012 MIÉRCOLES 6 7 2005 ABC Singapur, el paraíso habitacional Una ciudad con orden y concierto, donde los edificios acarician el cielo MANUEL DE LA FUENTE ENVIADO ESPECIAL SINGAPUR. Sabemos por nuestros corresponsales ahí, en Madrid, en España, que la cosa anda calentita y que los termómetros se están ganando el sueldo a base de bien. Aquí, en Singapur, al otro lado del mundo, prefieren prevenir antes de curar, por eso no hay termómetros por la calle, para que no cunda el pánico. El calor de la meseta y del páramo manchego es seco, como un mazazo. Aquí no, es un calor como por aspersores. El calor mesetario es sólido; el de Singapur es líquido y, si me apuran, hasta gaseoso. La gente lo combate de muchas formas, pero sobre todo con tranquilidad, ante todo mucha calma. No se ve un singapurense (es mas chulo singapureño, ¿no creen? correr así que le pase por delante de los ojos el último tren de su vida. Tampoco hay atascos. Ni nadie toca el claxon. Ni nadie silba, ni nadie grita, ni nadie anda j... con la radial ni con la taladradora. Y no es que no haya obras, que las hay, para que nuestro alcalde esté en su salsa. Pero hay medios realmente sofisticados de combatir la canícula, aparte de que te dejen una sombrilla en el armario empotrado de la habitación. Ejemplo espumoso: en algunas terrazas de algunos restaurantes los ventiladores, gracias a un curioso sistema dan aire, más o menos acondicionado, más o menos en condiciones, pero lo mejor es que el aire está impregnado de agua, con lo cual uno cena mientras le cae encima el sirimiri del Índico. Ingenio no les falta por estas latitudes. Y lo del calor lo aprovechan, vaya que si lo aprovechan. Sobre todo los ficus, que los hay como el ciprés de Silos, de tamaño y condición. Ni Tarzán ni Chita tendrían en Singapur problemas de desplazamiento. Tome nota el concejal correspondiente, esto sí que es movilidad urbana. De copa en copa. En Singapur, primero hacen la instalacion del aire acondicionado y después levantan la casa. Por eso, entre las costumbres de esta gente también se encuentran la de irse a echar la siesta, a almorzar, a bailar hip- hop a hacer amigos, o a recostarse sobre el regazo de la novia. Hasta aquí todo normal, si no fuera porque lo hacen en los subterráneos peatonales, que para eso están como los chorros del oro y también y por supuesto con su correspondiente aire acondicionado, que, así en general, digamos que es un poquito mejor que el de los taxistas madrileños. ríen siempre, incluso sin motivo. Casi como el presidente Zapatero en la rueda de Prensa de ayer. En cuanto a lo tipical singapureño, el barrio chino (Chinatown) y, especialmente, el Little India (la pequeña India) son dos típicos y hasta tópicos lugares (y maravillosos mercados) como las medinas, zocos y bazares de todas Todo el que cae por esta isla tiene que admirar la sorprendente y singular belleza de sus rascacielos las ciudades que pillan un poquito al este de Chamberí. Muestras de artesanía, sabiduría y aromas populares (el origen de las especias, de Little India) las mismas dentaduras, los mismos regateos (dan menos la murga que en Marruecos, desde luego, aunque también se saben lo de España, Madrid, Barça, Raúl, Ronaldinho) los mismos rascamientos de los pies, las mismas comidas a pie de comercio y entre sus variadísimos géneros. Sin embargo, estos lugares los pueden ustedes encontrar en medio mundo. Todo Oriente es un gigantesco bazar de la sorpresas. Pero lo que nadie que caiga por esta isla puede dejar de ver y admirar es la belleza de los rascacielos. Quizá, dentro de diez mil años, cuando los marcianos (los de verdad, no los de Spielberg, invadan la Tierra) y vean sus ruinas creerán que los griegos y los romanos eran unos albañiles de tres al cuarto, unos napas, unos chapuzas, una civilización primitiva. Pero es que están encajados como las piezas del Exin castillos o, mejor aún, como los juegos de civilizaciones de los ordenadores. De formas singulares, bellísimas, casi siempre estilizados, con zonas arboladas a mitad de su altura, con jardines de estilo zen en sus áticos, con flores en sus terrazas. Parecen catedrales del futuro, templos de un tiempo que vendrá. Estos sí que tienen soluciones habitacionales. Vamos, que porque ya murió el hombre, pero si a Raffles, el inglés que se inventó esta isla, lo pilla ZP le cae un ministerio. O por lo menos unos cuantos cubitos o cubiletes junto al Prado. Singapur muestra casi en cada esquina una imagen curiosa, como ésta de dos comensales orando IGNACIO GIL Beckham ironiza: No me puedo meter con Madrid, Raúl es mi capitán y quiero jugar la temporada que viene Los Beckham en la tierra de las spices Aquí en Singapur también cotiza lo de una imagen vale más que mil palabras. Y ya puestos, ni siquiera una imagen, mejor todavía un icono. Así, por esas cosas de la vida, Londres ha querido ofrecer su mejor cara buscándola en Madrid, trayéndose a los Beckam; sí, a los Beckham de toda la vida: David y Victoria. Lo tienen claro. El chico de los tatuajes se lo ha tomado a guasa: No puedo meterme mucho con la candidatura de Madrid, porque Raúl es mi capitán y quiero jugar la temporada que viene Lo de Victoria es peor, Si Madrid le huele a ajo, como se pase por el barrio indio de esta ciudad le da un tabardillo que se le van a ir por la penquilla las pocas chichas que le quedan. También de aquí para allá estuvo Hillary Clinton, se supone que por alejarse lo más posible del saxo de su marido. De hecho, el hotel de la delegación norteamericana se ve de lejos por las horterísimas estatuas de la libertad que han puesto sobre el césped, como enanitos de jardín pero en cartón. Desde luego, sus declaraciones no tienen nada de becaria: Vivir en Nueva York es como vivir en la Villa Olímpica todos los días Con Mohamed Alí nos ha sucedido como con Foreman y Frazier, que no le hemos visto, aunque el campeón olímpico en Roma 1960 iba y venía ayer por la ciudad. Pero a estas alturas, a un momentín de la última palabra, lo que realmente está claro es que Beckham no está aquí por la candidatura londinense, lo que pasa es que se enteró de que el restaurante Txistu (por el que ha pasado absolutamente toda la delegación española, y hasta es probable que haya servido de escenario a algún que otro jeque político) había abierto aquí una sucursal para estos días. Aunque a Victoria las croquetas le dan dentera. Qué mujer, no cambia ni en la tierra de las spices Ni un esfuerzo de más ni de menos Por lo demás, esto parece lo del chiste, organización, organización. No hay una sola i (no les pongo un ideograma por no liarles) sin su correspondiente punto. La flema británica pasada por el filtro de los treinta y pico de temperatura y el noventa por ciento de humedad han tenido un efecto balsámico sobre este pueblo. No hacen un esfuerzo de más pero tampoco de menos. Se ceden el paso en las puertas, se saludan constantemente y, sobre todo, son-

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