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ABC MADRID 27-04-2005 página 62
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  • EdiciónABC, MADRID
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62 Cultura EN LA MUERTE DE AUGUSTO ROA BASTOS MIÉRCOLES 27 4 2005 ABC El 18 de mayo de 1986 un artículo de Augusto Roa Bastos en ABC, Las últimas boqueadas iniciaba una serie bajo el encabezamiento común de El tiranosaurio de Paraguay cuya publicación se prolongaría hasta el 7 de junio. El 21 de mayo, ABC recogía en su portada la reacción popular unánime que, contra el general Stroessner, había producido en Paraguay ese artículo. Un acontecimiento único en treinta y dos años que convirtió las principales calles de Asunción y otras ciudades paraguayas en escenario de manifestaciones y actos de repulsa contra el dictador. Fueron en total cinco artículos, cinco textos magistrales y un impresionante alegato contra la dictadura de Stroessner. Éste fue el último. La guerra psicológica AUGUSTO ROA BASTOS on motivo de los actos celebratorios del XXXII aniversario de su arribo al poder con escalamiento y fractura (4 de mayo 1954- 1986) apareció el general presidente ante una concentración de sus adictos. En esta asamblea fuera de programa el abanderado de los macheteros le exigió que otorgara su autorización a las fuerzas de choque a fin de que ellas se hicieran cargo de la represión. Esta singular reunión conmemorativa- -que tornaba irregular desde el principio todo el programa regular y oficial del jubileo en el trigésimo segundo aniversario de la era stroessneriana- -se realizó ante el local de la Junta de Gobierno del partido oficialista. Otro signo de los tiempos fue que la reunión contó con la presencia de un invitado especial: el señor Floro Bogado, gobernador peronista de la provincia argentina de Formosa. En su presencia, la autorización fue concedida a los batallones de choque. Desde ese mismo lugar y hora los violentos ataques y los actos vandálicos comenzaron. Ramón Aquino habrá sentido en su garganta el escozor agridulce de su hora más gloriosa: ser elegido por el mismísimo caudillo de la segunda reconstrucción como el centurión de estas vengadoras jornadas de castigo y demolición. En la noche del 3 al 4 de mayo 1986 más de un centenar de encapuchados, reconocidos después como efectivos de los batallones de garroteros cubiertos por efectivos policiales, asediaron y asaltaron durante horas la planta transmisora de Radio Nanduti, procediendo al saqueo de sus equipos de transmisión, con lo que la única radio libre de Asunción quedaba acallada. Del mismo modo que con la clausura del diario ABC Color, hace más de dos años, se había silenciado otro de los canales de información y de libre expresión del pensamiento. La Voz del coloradismo, pasquín del régimen, pedía a voz en cuello en todas sus emisiones la cabeza de Humberto C Ahora hay policías de vigilancia dentro de los estudios y la planta transmisora de Radio Nanduti, no con carácter de protección, sino de control e intimidación Rubín, el valeroso propietario y director de la emisora, que trabaja en ella con la colaboración de su esposa e hijos. Su serenidad y coraje consiguieron poner freno al asedio de los garroteros e incluso restablecer pocos días después el funcionamiento de la planta. Así salía de nuevo al aire esa voz que se identifica con el anhelo de libertad de sus centenares de millares de oyentes. Sólo que ahora hay policías de vigilancia dentro de los estudios y la planta transmisora, desde luego no con carácter de protección, sino de control e intimidación. Vale decir de guerra psicológica, que es otro de los métodos tácticos de represión del régimen. En los mismos días fuertes concentraciones de contingentes policiales y parapoliciales impidieron las reuniones de la Comisión Intersindical de la Federación de Sindicatos Independientes y de la Federación Universitaria de Interfacultades, en curso de organización. Ambas manifestaciones contaron con la afluencia de alrededor de tres mil personas, cada una en sitios y momentos diferentes. El sábado 3 de mayo una formación de medio centenar de matones parapoliciales, de nuevo protegidos por efectivos policiales, asaltaron el Hospital de Clínicas, que funciona como hospitalescuela de la Facultad de Medicina. Atacaron con verdadera saña todos los servicios, las salas de partos y de terapia intensiva, destruyendo a porrazos todo lo que estaba a su alcance e interrumpiendo incluso una intervención en el quirófano. Los médicos, enfermeras y el resto del personal de los servicios fueron golpeados, arrastrados fuera del recinto hospitalario y reducidos a prisión. Este hecho vandálico- desconocido en la historia de violencias del Paraguay según expresión de uno de los médicos, el doctor Balanzá- -dejó desde entonces bloqueado y sitiado el hospital por los batallones de asalto. Las tropas de custodia que cerraban el asedio no dejaban entrar ni salir a nadie. Los enfermos, en su totalidad, quedaron librados a su suerte, desatendidos y vejados, sin alimentos, sin agua y sin corriente eléctrica, pues todas las instalaciones fueron destruidas o cortadas. En este mismo hospital, unos días antes, murió el estudiante de Derecho Rodolfo González, dirigente del frente estudiantil de esta Facultad. La autopsia comprobó su muerte por bala y las señales de las torturas que se le infligieron. Este hecho y la posterior deten- La crisis final pone de resalto que el aparato del poder ha dejado de funcionar de concierto y con su antigua eficacia Su mayor error ha sido creer que durando indefinidamente podía escapar de la suerte que aguarda fatalmente a los tiranos: su autodestrucción ción de los médicos que realizaron la autopsia originaron una gran manifestación de protesta, que también fue violentamente reprimida. He aquí sólo un resumen de algunos de los hechos vandálicos que se vienen produciendo como una ciega respuesta del régimen al despertar y la acción de la ciudadanía democrática. En esta encrucijada el régimen, en bancarrota y a la deriva, no tiene alternativas intermedias como paliativos de su crisis. El miedo se ha contagiado al poder y lo ha envuelto en el torbellino de su propia violencia. Es significativo que los actos fuertes del jubileo, los verdaderamente rituales y reverenciales del dictador, hayan consistido en estos juegos de masacre de sus matones fanatizados. No puede darse una definición mas cabal de su naturaleza reconstructora y carismática. Por de pronto, es evidente que este desesperado endurecimiento de los sectores irregulares del régimen lo ha retrotraído al punto de partida de mayo del 54, con el definitivo desmantelamiento de su fachada seudodemocrática. Con un cambio importante: en aquel entonces el asalto al poder fue un típico golpe de cuartel. Pero lo que ahora la crisis final pone de resalto es que el aparato del poder ha dejado de funcionar de concierto y con su antigua eficacia. La suerte del tiranosaurio ha quedado, pues, en manos de sus cohortes de irregulares. Él mismo ha optado por ellas. Lo que no augura solución a ninguno de sus problemas, ni siquiera tal vez la posibilidad de una salida decorosa y menos aún una retirada con armas y bagajes y todo lo demás a lo Duvalier o Marcos. El sentimiento democrático de la ciudadanía, en su anhelo de evitar un alto coste político, en pérdidas de vidas humanas, de sufrimientos, de devastación y de ruina, le ha tendido un puente de plata. El tiranosaurio lo ha rechazado, esperando quizá un imposible puente de oro, como precio de un rescate acaso también imposible por un rehen prisionero de su propia obsesión del poder: el propio dictador. Su mayor error ha sido éste: el de creer que durando indefinidamente podía escapar de la suerte que aguarda fatalmente a los tiranos: su autodestrucción. EN LOS LÍMITES DEL REALISMO JUAN ÁNGEL JURISTO H ay destinos en los escritores que los semejan a los de sus países, como si de alguna manera los representaran para lo mejor y lo peor. Había en Onetti, por ejemplo, una vocación de no saber de los límites muy propia de un uruguayo que tiene enfrente a Buenos Aires; existía, también, esa misma vocación, pero de fracaso caballeroso, en Julio Ramón Ribeyro, sin ir más lejos. Hoy, cuando acaba de morir Augusto Roa Bastos, es esto lo primero que me viene a la memoria, y es así porque para las gentes de mi generación, que conocimos el sonido moderno del español como idioma literario gracias al boom y a los que éste dio a conocer pertenecientes a hornadas anteriores, Roa Bastos representó aquello que este movimiento podía permitirse en cuanto a agotar los límites del realismo, y esto, curiosamente, le venía de su situación periférica, como paraguayo. Muchos han creído, o han identificado, al boom con cierta hiperestesia en los límites del realismo, como

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