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ABC MADRID 08-04-2005 página 4
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ABC MADRID 08-04-2005 página 4

  • EdiciónABC, MADRID
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4 Opinión VIERNES 8 4 2005 ABC Directores Adjuntos: Eduardo San Martín, Juan Carlos Martínez Subdirectores: Santiago Castelo, Rodrigo Gutiérrez, Carlos Maribona, Fernando R. Lafuente, Juan María Gastaca, Alberto Pérez Jefes de área: Jaime González (Opinión) Mayte Alcaraz (Nacional) Miguel Salvatierra (Internacional) Alberto Aguirre de Cárcer (Sociedad- Cultura) Ángel Laso (Economía) Jesús Aycart (Arte) Adjunto al director: Ramón Pérez- Maura GUILLERMO LUCA DE TENA PRESIDENTA- EDITORA: CATALINA LUCA DE TENA CONSEJERO DELEGADO: SANTIAGO ALONSO PANIAGUA PRESIDENTE DE HONOR: DIRECTOR: Redactores jefes: V. A. Pérez, S. Guijarro (Continuidad) A. Collado, M. Erice (Nacional) F. Cortés (Economía) A. Puerta (Regiones) J. Fernández- Cuesta (Sociedad) A. Garrido (Madrid) J. G. Calero (Cultura) E. Ortego (Deportes) F. Álvarez (TV- Comunicación) L. del Álamo (Diseño) J. Romeu (Fotografía) F. Rubio (Ilustración) Director General: Héctor Casado Económico- financiero: José María Cea Comercial: Laura Múgica Producción y sistemas: Francisco García Mendívil IGNACIO CAMACHO BARRA LIBRE A LA DEUDA AUTONÓMICA DUELO MUNDIAL A masiva asistencia de jefes de Estado y de Gobierno al funeral de Juan Pablo II, que tendrá lugar hoy en el Vaticano, ha puesto de relieve que el reconocimiento unánime hacia la figura del Santo Padre fallecido no era sólo un gesto obligado por el protocolo ni una respuesta simplemente emotiva de millones de fieles. Hay algo más profundo y duradero que lo que sugiere esta corta explicación. Algo que tiene que ver con la autoridad moral que Juan Pablo II supo adquirir ante los Estados y los pueblos, pese a que su discurso, o precisamente gracias a esto mismo, nunca fue condescendiente ni con la situación de la política internacional ni con las nuevas costumbres sociales en alza. Juan Pablo II irrumpió en un escenario mundial marcado por la Guerra Fría, con múltiples conflictos regionales, con un abismo entre Norte y Sur y una Iglesia Católica que necesitaba un sólido liderazgo para recomponer su mensaje a unas sociedades fuertemente transformadas. Todos estos retos fueron asumidos por el Papa con una voluntad decidida de afrontarlos mediante la afirmación del mensaje evangélico. Sus continuos viajes por los cinco continentes fueron el instrumento de la universalidad que Juan Pablo II quería imprimir a su pontificado, fiel, por tanto, a la propia naturaleza de la Iglesia Católica. El testamento de Juan Pablo II, dado a conocer ayer por la Santa Sede, ofrece muchas claves de la inmensa fuerza interior de este hombre de Dios. Hoy, esa universalidad recorre el camino inverso, con dirección a Roma, y se condensa en San Pedro del Vaticano, con la presencia de cerca de doscientos dignatarios mundiales. Ilustrativa lección para la Historia acerca de cómo el indefenso e inconmensurable poder espiritual de Juan Pablo II atrajo la mayor concentración de poder temporal jamás producida. De Juan Pablo II nadie preguntó cuántas divisiones tenía bajo su mando, como hiciera Josef Stalin cuando le hablaron del poder de la Santa Sede. Fuera del excepcional sentido trascendente que tiene todo cuanto está sucediendo alrededor del Papa, resulta clarificador el porte del elenco de personalidades y dirigentes mundiales que asistirán al funeral de hoy para compartir el duelo que ha afligido al mundo tras la muerte de Wojtyla. La Iglesia Católica tiene en sus manos un ingente patrimonio moral y político, legado por Juan Pablo II, para hacerse cargo de su papel en el siglo XXI, con la fidelidad que debe al bien común, a la causa de la justicia y la paz y al amparo de los pobres. Ningún otro mensaje dará a la Iglesia la autoridad que precisa su misión evangélica. E L vicepresidente Solbes ha presentado en el Congreso las líneas maestras de la reforma de la Ley de Estabilidad Presupuestaria. Y por una vez ha sido claro y contundente, se ha atenido al programa electoral, ha puesto fin a la política fiscal popular y nos ha acercado un poco más a Europa. Aunque el coste sea adoptar las malas prácticas impuestas por franceses y alemanes e importar una filosofía económica que insiste en que el crecimiento es producto del gasto público, cuando la evidencia dice exactamente lo contrario. Pero es una reforma que se justifica en términos de política nacional, no de racionalidad económica. El seguidismo europeo le permitirá al Gobierno justificar futuras cesiones a sus socios nacionalistas, que ya tienen espacio presupuestario para acomodar sus demandas de gasto, y a Izquierda Unida, que siempre ha creído que la disciplina fiscal era un corsé ideológico innecesario. En definitiva, que todo apunta a que nos encaminamos a un modelo fiscal asimétrico y a la carta. La reforma anunciada traslada a España las modificaciones del Pacto de Estabilidad y Crecimiento aprobadas en el último Consejo Europeo. Y por tanto le son de aplicación las mismas críticas que entonces hicieron los expertos económicos, los bancos centrales y la comunidad financiera. En síntesis, que el proyecto supone una relajación de la disciplina fiscal, una invitación al crecimiento del déficit público. En este caso, de un punto del PIB, 8.500 millones de euros, que se convertirá en un suelo, como la inflación pasada en la negociación colectiva, sobre el que empezar a hacer el Presupuesto. Porque ni el más ingenuo de los políticos puede pensar que las Comunidades Autónomas dejarán pasar la oportunidad para acrecentar sus demandas de reparación histórica en materia sanitaria, de infraestructuras o de educación. Sobre todo porque el proyecto incluye una cláusula general omnicomprensiva, muy del gusto del actual equipo económico, que permitirá superar cualquier límite de déficit siempre que contribuya a mejorar la productividad de la economía Un cajón de sastre en el que cabe todo para lo que haya voluntad política o capacidad de negociación. Pero además el proyecto plantea interrogantes específicos. El proceso de negociación en las reuniones del Ecofin es muy complicado, pero al final los países retienen el derecho de veto, limitado en la práctica por la necesidad de volver a la mesa de negociación en otros asuntos estratégicos. Produce insomnio pensar lo que serán las reuniones del Consejo de Política Fiscal y Financiera a diecisiete. Sobre todo si además, como también parece, cada Comunidad va a tener su Agencia Tributaria propia. Se dibuja así un régimen fiscal confederal en el que no sólo el gasto público y la política tributaria están básicamente transferidas a las Autonomías, sino que la política fiscal, la contribución del sector público a la marcha de la economía, también. Porque sólo mediante el acuerdo de traspasar al Gobierno central el incremento de déficit resultante será posible superar las desavenencias entre Comunidades. Llama la atención que una reforma de estas características sea propuesta por un gobierno cuyos principales representantes criticaban en la oposición el equilibrio presupuestario por insuficiente y predicaban la necesidad de superávit fiscales como la única manera de poner fin al modelo de crecimiento del ladrillo y la especulación financiera. Porque el hecho cierto es que esta reforma hace más difícil, si no imposible, conseguir un ajuste fiscal. No sólo por el enfoque intervencionista implícito, sino también por la realidad política, de la que hay evidentes ejemplos internacionales, de delegarlo a diecisiete Comunidades Autónomas. Es, pues, sorprendente el silencio con que esta reforma ha sido recibida y dice poco sobre la regeneración democrática prometida. L FIN DEL TERRORISMO EN IRLANDA RAS casi cuarenta años de lucha armada, el grupo terrorista IRA, el llamado Ejército Republicano Irlandés ha llegado al final de una vía muerta y se ha convertido a efectos prácticos en una simple banda de maleantes, ladrones de bancos y asesinos. El líder de su brazo político, Gerry Adams, no es ningún héroe por haber pedido públicamente a sus amigos de la ametralladora que se decidan de una vez a deponer las armas. Lo habría sido si se hubiera atrevido a hacerlo hace diez años cuando aquéllos estaban en el apogeo de su actividad criminal y él y sus correligionarios vivían cómodamente de las rentas políticas del terrorismo. Si ha tomado ahora esta decisión es porque la banda ha sido vencida y porque él se ha sentido personalmente arrinconado en su último viaje a Estados T Unidos, donde la Casa Blanca y toda la comunidad irlandesa le hicieron el más absoluto vacío mientras acogían con los brazos abiertos a la familia de una de las víctimas. Es posible que aún haya un puñado de inconscientes que desoigan el llamamiento, porque no es fácil reconducir con la razón a quienes no han tenido más razón que la violencia. Poco importa, puesto que mucho antes de los atentados del 11- S su destino estaba claramente marcado con la idea de Europa y la imparable globalización reduciendo a cenizas los mitos del nacionalismo romántico que confundieron durante un siglo a las dos comunidades de Irlanda del Norte. Ahora es el momento de preguntarles a Gerry Adams y a muchos otros que justificaban los atentados: entonces, ¿para qué ha servido tanta violencia?

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