ABC MADRID 23-03-2005 página 57
- EdiciónABC, MADRID
- Página57
- Fecha de publicación23/03/2005
- ID0004915358
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ABC MIÉRCOLES 23 3 2005 Tribuna 57 NTRE las líneas maestras del presidente Bush para su segundo mandato, llamaba la atención el objetivo de reducir las indemnizaciones de daños y perjuicios en los pleitos de torts (esto es, entuertos, en castellano viejo o, más correctamente, de responsabilidad civil) Este empeño era ya perseguido desde hace años por el Partido Republicano (el líder del partido en los años 90 Newt Gringich, en su famoso Contrato para América incluía la reducción drástica de los punitive damages (las indemnizaciones punitivas) en los pleitos de responsabilidad civil. El pasado 12 de febrero el Senado norteamericano, por 72 votos a 26, ha aprobado dicha reforma de la Ley de acciones de clase. En España ahora somos más conscientes de la trascendencia pública de las leyes civiles que en teoría giran sobre asuntos privados: buen ejemplo es la reforma del derecho de familia en marcha, sobre los requisitos de separación y divorcio y la regulación estatal de las parejas o uniones de hecho. Además, el derecho de contratos, sobre la responsabilidad civil y las normas de protección de los consumidores afectan a todos los ciudadanos todos los días. A pesar de la publicidad de las asociaciones de consumidores, la exigua indemnización posible y la interminable duración de los pleitos en España disuaden a la mayoría de reclamar judicialmente sus derechos y una compensación de los daños causados por mercancías o por accidentes del ejercicio profesional, muy especialmente, de la profesión médica o de la industria farmacéutica. Pero el derecho civil es una herramienta económica de primera categoría. En Estados Unidos, la proliferación de estas prácticas se basó en dos ejes: el primero, el temprano reconocimiento de las llamadas acciones de clase (que en Europa y en España fueron reconocidas en los años 80 y 90, para otorgar legitimación procesal a las asociaciones de consumidores o de afectados, en protección de intereses colectivos y difusos) el segundo- -y aquí radica el problema político -en la intervención en estos pleitos civiles de jurados, ciudadanos de a pie mucho más proclives que un juez para otorgar indemnizaciones muy altas, como escarmiento o punición, mucho más allá de los daños realmente sufridos por los demandantes. El efecto económico es bien conocido: estas indemnizaciones punitivas o de escarmiento llevan años produciendo alarma en el sector de profesionales (especialmente médicos) y de empresarios E BUSH RECORTA LAS INDEMNIZACIONES J. M. RODRÍGUEZ TAPIA Catedrático de Derecho Civil. Universidad de Málaga que suministran bienes de consumo o bienes y servicios de salud (como hospitales e industria farmacéutica) Por ello, las primas de los seguros médicos de los pacientes y los de responsabilidad civil de los profesionales subieron mucho en los últimos años. Según The Economist (26 enero 2005, The war on tort) los costes del sistema indemnizatorio ascendieron en 2003 a la cifra de 246.000 millones de dólares. En Europa, en cambio, es difícil o imposible que un tribunal condene al demandado a pagar más indemnización que los daños probados por la víctima Limitar la responsabilidad por riesgo puede ser una opción sensata de incentivo económico y de la investigación del accidente, de la negligencia o del incumplimiento contractual. De hecho, todo lo que paga el demandado y excede del daño no es propiamente una indemnización sino una pena, multa, escarmiento o punición, condena que cumple, sin duda, una función disuasoria. En Europa, sólo cabría cierto escarmiento pecuniario del demandado, de forma indirecta, condenándolo además a indemnizar una cifra muy alta de daños morales, intangibles, por el sufrimiento causado a la víctima, pero que no tienen una vara contable de medir hasta el céntimo, como los daños patrimoniales (que se calculan; los daños morales se estiman) Sin embargo, ninguna de las cifras europeas de indemnización no llegan ni de lejos a las cifras estadounidenses. Para vender esta reforma impopular, el Partido Republicano ha conseguido aprobar en el Congreso distintas reformas parciales de la Class Action Fairness Act de 2003 (Ley para el ejercicio leal de las acciones de clase) con todo lujo de propaganda mediática en todo el país. Al electorado se le ha vendido la siguiente idea: las acciones de clase son correctas y democráticas, la protección judicial, colectiva o individual, de los consumidores y de pacientes es una clave de su sistema legal, pero lo que no cabe es que en nueve de cada diez casos los abogados y los gastos judiciales se lleven la parte del león de las indemnizaciones punitivas que arruinan a los empresarios, hospitales y médicos, que encarecen los seguros y no llegan a los perjudicados. El lobby pro reforma hizo propaganda masiva de acuerdos alcanzados en grandes pleitos de clase, por ejemplo, donde se pagan 16 millones de dólares a los abogados demandantes por Ameritech Inside Wire que, en manos del consumidores se convertía en una tarjeta de telefónica de 5 dólares de uso geográfico limitado; o los 8,5 millones cobrados por los letrados a Bankboston Mortgage Inc que se tradujo en 2,19 dólares por demandante, que sin embargo debía hacer frente cada uno a 91,33 de gastos legales; o los 22 millones que obtuvieron los asesores legales contrarios a Thomson Consumer Electronics mientras los perjudicados sólo obtuvieron descuentos en compras futuras) En resumen, los malos son los abogados: su calamitosa fama mundial (tiburones en los cinco rincones del planeta) tenía en Estados Unidos acuñado desde antaño un término especial: perseguidor de ambulancias, que entrega su tarjeta en caliente a las víctimas de un accidente. El Partido Demócrata, por boca del senador Kennedy, ponía el grito en el cielo hace unos días en Collinsville, Illinois: Dos meses después de prometer que reunificaría al país, Bush promueve una reforma legal que lo va a dividir más. El plan de limitación de indemnizaciones por negligencias médicas no es sino una protección vergonzosa de las compañías farmacéuticas y de las aseguradoras médicas que dañan a la gente por negligencia No obstante su queja, también ha habido votos demócratas a la reforma por la influencia de las grandes empresas y por un hecho incontestable: ha prendido la campaña sembrada de anécdotas, ejemplos basura donde los consumidores eligen el tri- bunal más complaciente, según sus fallos precedentes, y los abogados han ganado unos honorarios muy superiores a lo normal. Pero han parecido pasar por alto la categoría: no hay sistema de protección de derechos que funcione sin abogados eficientes, sin tribunales sensibles y Estados Unidos, hasta ayer, era el país más seguro para los consumidores, justo porque los empresarios se cuidan muy mucho de incurrir en negligencias que les cuesten muy caro. La paradoja política aparente es que el partido republicano ha promovido una reforma que atribuye la competencia a los tribunales federales (y la sustrae a los estatales) los casos de cuantía mayor a 5 millones de dólares, con la idea de unificar criterios y evitar la diversidad de criterios (más o menos generosos, a gusto del consumidor o paciente litigante) Se trata de opciones de política legislativa: el legislador debe sopesar los intereses en juego y calibrar las ventajas e inconvenientes del sistema vigente y de su reforma casi consumada, cuyos efectos se verán en los próximos años. Desde el punto de vista económico y de política legislativa, la limitación de la responsabilidad objetiva o, en su caso, la prohibición de establecer indemnizaciones punitivas, esto es, más allá del daño realmente probado, son consideraciones que cualquier legislador debe calibrar para el incentivo de la actividad económica. Por un lado, el sistema y el mercado exigen que los servicios y los bienes los presten sujetos responsables. Por otro, la medicina nunca hubiera avanzado sin errores médicos, porque se avanzó arriesgándose en terapias o cirugía antes desconocidas. Pero riesgo y negligencia no son sinónimos, aunque por ambos se responda. Limitar la responsabilidad por riesgo puede ser una opción sensata de incentivo económico y de la investigación; pero limitarla en los casos de negligencia profesional o malpractice es una insensatez plena de inmoralidad. Por contra, en España y en Europa, aunque los seguros de responsabilidad civil se van incrementando, no sería posible la reforma Bush por el desigual punto de partida. Directivas europeas y leyes nacionales limitan ya las indemnizaciones por responsabilidad objetiva por daños a los consumidores; los casos de negligencia médica no acarrean- -hasta donde yo sé- -indemnización punitiva alguna, y los abogados, cuando ganan un pleito, no privan a sus clientes de la indemnización, sino que aumentan la factura del condenado. E manda un amigo a través de internet fotos de Marte. Y me pongo a llorar. Marte me recuerda a mi infancia, cuando miraba al cielo en las noches estrelladas y sentía que la vida sólo era futuro. Quizá Marte sea el futuro. Yo creo haber estado en Marte, haber cogido alguna de esas piedras marcianas y haberla arrojado contra el cielo. No me es desconocido Marte. Marte me devuelve la fe en la vida, en mi vida. Es una prueba de que existe la grandeza y el silencio. Grandes avenidas de Marte, con sus rascacielos de frío. Marte muerto porque nadie lo con- M ODA A MARTE MANUEL VILAS Escritor templa, pero tan vivo en esa muerte. Porque los hombres no contemplan simplemente, sino que devoran. Así que es mejor, querido Marte, que hagas lo posible por alejarte unas cuantas órbitas de nosotros, o te invadiremos. Y lo que hoy es silencio y pesadilla del no- ser, a lo me- jor se convierte en New Marte, en ciudades con casinos, en autopistas, en aeropuertos, en hoteles, en centros comerciales, en rascacielos, en casas de pisos, en subterráneos heladores, en cementerios, en pistas de tenis, en piscinas cubiertas, en campos de golf, en basureros florecientes, en naves industriales, en fábricas, en zoos, en cárceles. Oh, Marte, llévame contigo ahora que todavía no hay nadie en ti, déjame pasear por tu cuerpo sin caminos, déjame volver a la tierra antes del mundo, a la tierra quinientos mil años antes de Cristo. Pisar Madrid entonces. Pisar Zaragoza entonces. Pisar Nueva York entonces. Pisar París entonces. Pisar el viento. Las cuevas. Las colinas. Las piedras. Marte, te quiero. Cásate conmigo, yo también soy un ángel que vaga en este cosmos enamorado. Marte, amado mío, lárgate de aquí.