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ABC MADRID 01-03-2005 página 62
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  • EdiciónABC, MADRID
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62 Cultura OSCAR 2005 GANADORES Y PERDEDORES MARTES 1 3 2005 ABC El fértil fracaso de Nacho Vigalondo A. A. HOLLYWOOD. Sentado junto a las azules y humeantes aguas de la piscina del hotel Mondrian, Nacho Vigalondo (cántabro de Cabezón de la Sal) confesaba con la clarividencia que proporcionan residuos de ibuprofeno y alcoholes de inextricable estirpe su corto trágico Habían llegado muy lejos desde que 7: 35 de la mañana fue concebido. No pudo evitar que cuando extraviaron su nombre le doliera. Pero más le dolían las muelas. El día empezó raro, cuando en el ya emblemático Ramada Inn de la Pequeña Armenia angelina descubrió que el traje de Hugo Boss venía sin camisa. En un Mustang descapotable hicieron demasiado pronto el camino hasta la alfombra roja: llegaron con una hora y media de antelación. Apuraron el metraje extra de agonía comiendo nachos en uno de los barrios más broncos de Los Ángeles, en el que desembocaron por error, saboreando en carne viva el contraste entre sus disfraces y el atuendo de los extras de la realidad: gente que empujaba carritos y trasegaba jarabes de alta graduación en- Después de la frustración y la polémica, al no permitirle los productores de la gala de los Oscar cantar su canción en la ceremonia, Jorge Drexler pudo resarcirse y, tras lograr la estatuilla, cantó a pelo unas estrofas de Al otro lado del río El dulce desquite de Jorge Drexler TEXTO: A. A. Nacho Vigalondo vueltos en bolsas de papel de estraza y prefirió perdonarles la vida. Entonces le entró la pájara y se obsesionó con la camisa que no tenía, como si fuera el talismán: Sin camisa de esmoquin pierdo Y perdió. Para colmo, en el Ramada Inn se quedó el ibuprofeno que le calmaba el dolor de muelas que trajo de la Península, y tuvo que hacer uso frecuente de la barra del Kodak Theater para anestesiar al monstruo. Vigalondo vivió el domingo en Hollywood una serie de catastróficas desdichas pero hizo buenas migas con Alexander Payne y la gente de Pixar. Su desconsuelo era sin embargo menor que el de los amigos que volaron desde España para compartir gloria y excesos de Los Ángeles y Las Vegas. Hemos llegado mucho más lejos de lo previsto sentenció el director. HOLLYWOOD. Había citado a Unamuno, a Borges y a Onetti, y a la melancolía de un país tan lluvioso como su Uruguay natal como fragmentos de una identidad latina que ni tiene una sola voz ni es el estereotipo que Hollywood quiere comprar. Jorge Drexler estaba dolido de que no le dejaran cantar Al otro lado del río pese a que era la primera vez que una canción en español optaba a un Oscar. Pero se pudo desquitar con una elegancia intachable. Para sorpresa general, ganó. Subió al escenario, recibió la estatuilla de manos de Prince haciéndole una genuflexión y no citó a nadie: cantó unos versos, a pelo, a capella, bien entonado, en español, dijo chao y gracias Fue uno de los momentos más emocionantes de la velada. Una estocada de artista. La volvió a cantar más veces: entera ante la prensa que cubre los Oscar, unas estrofas (con su mujer haciéndole los coros) ante los plumillas y camarógrafos hispanos. Agradeció el gesto de Gael García Bernal, el actor mexicano que, con una valentía infrecuente en las colinas de Hollywood, le dijo nones a la Academia y se negó a acudir a la ceremonia y presentar el tema de un Drexler que no cantaba. Se prestó a hacerlo la mexicana Salma Hayek, que tradujo parte de la letra al inglés, y la interpretaron Antonio Banderas- -con un estilo harto dudoso, a medio camino entre Raphael y un hijo de Julio Iglesias- -y Carlos Santana a la guitarra, enfundado en una camiseta del Che. A toro pasado, contento como unas pascuas, sentado junto a su mujer (quien, con una elegancia que parece gen familiar, comentó: A veces hay finales felices Drexler dijo que no lo esperaba, pero sí que tenía pensado cantar su canción si la fortuna le sonreía: Aprovechaba cada intervalo para practicar. Realmente quería cantarla y estoy muy feliz de haberlo hecho Hizo hincapié en que otro ganador de la noche era Antonio Banderas y volvió a agradecerle su apoyo en el pequeño rifirrafe con la organización del evento: Vi a alguien emocionado cantando la canción. Vi a una persona que se dejaba el corazón De la vestimenta guevariana de Santana dijo que él no lo hubiera hecho: Me cuesta mucho la iconografía, convertir las cosas en iconos. Eso es lo que me gustó de la película, que habla de alguien que hace un viaje y aprende de lo que ve, a ponerse en el lugar de otro y sentir empatía, que es algo que nos hace falta Afincado en España desde hace diez años, dijo que el Oscar iba para allá: Esto se ha generado para mí desde España. Soy hijo, nieto y bisnieto de inmigrantes, padre de un inmigrante, y toda mi vida he querido echar raíces. Hacedme vuestro Jorge Drexler se inclinó ante Prince al recibir su galardón AFP Carlos Santana y Antonio Banderas interpretan Al otro lado del río AP ESE SUEÑO IMPOSIBLE VENTURA PONS os Oscar son y serán los Oscar y punto. Bueno, punto y coma, ya que no se acaban ahí; el evento se prolonga meses en los cines de todo el mundo ingresando dinero que pasará a las arcas de los mandamases del imperio, las multinacionales de Hollywood, Cal. USA. El espectáculo, la tarta está servida. Ese pastel, básicamente glorificación del producto de habla inglesa, reserva un pedacito para que los otros luchemos por él: la mejor película de habla no inglesa; pa- L ra mí, el Oscar de los parientes pobres. Pero la tarta es tan apetitosa, que a ver dónde está el valiente que no sueñe en conseguirla. Es el Oscar más difícil: hay que competir con el talento y las promociones de cinematografías muy audaces que batallan lo indecible. Por eso hay que felicitar, felicitar y felicitar a Alejandro, a Bardem, a Bovaira, a Sogecine y a todos los que han hecho posible este sueño- -ese sueño imposible, que cantaba el Hombre de La Mancha- -de hacer creer que el público nos percibe en igualdad de condiciones a provincianos e imperialistas, que nuestro cine es posible, que vivimos en el mejor de los mercados libres, y, en fin, que somos dueños de nuestro destino. ¡Y bravo por Jorge Drexler!

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