ABC MADRID 01-03-2005 página 56
- EdiciónABC, MADRID
- Página56
- Fecha de publicación01/03/2005
- ID0004912973
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56 Cultura OSCAR 2005 CLINT EASTWOOD, RUMBO A LA GLORIA MARTES 1 3 2005 ABC MAR ADENTRO Nacionalidad: España, 2004 Duración: 125 min. Género: Melodrama Dirección: Alejandro Amenábar Guión: A. Amenábar y Mateo Gil Intérpretes: Belén Rueda, Joan Película de Dalmau, Celso Bugallo, Clara Habla no Segura, Javier Bardem, Lola DueInglesa: ñas, Mabel Rivera y Tamar Novas Mar adentro Música: Alejandro Amenábar EL AVIADOR Nacionalidad: EE. UU. 2004 Duración: 166 min. Género: Drama Dirección: Martin Scorsese Guión: John Logan Intérpretes: Alan Alda, Ian Holm, Cate Blanchett Gwen Stefani, Alec Baldwin, John C. Reilly, Kate Beckinsale y Leonardo DiCaprio Mejor Actriz de Reparto: Cate Blanchett Mejor Fotografía: Robert Richardson Mejor Montaje: Thelma Schoonmaker Mejor Vestuario: Sandy Powell Mejor Dirección Artística: Francesca Lo Schiavo Million Dollar Baby ha sido la mejor película. Eastwood, el mejor director. Hilary Swank, la mejor actriz principal. Morgan Freeman, el mejor actor secundario. Hay un hueco en este paisaje perfecto: nos falta un actor, el propio Clint Eastwood Eastwood TEXTO: E. RODRÍGUEZ MARCHANTE Eastwood no es un actor. Tiene las habilidades necesarias para adecuarse a un personaje, llenarlo y tirar de él hasta el final de la película. Y tiene eso que se llama planta, pero no es un actor. No sabe fingir. En su jeta de terrazo mal pulido caben los mismos disimulos y trolas que en la Biblia. Eastwood recubre de sí mismo a ese viejo entrenador Frankie Dunn lleno de pudores y fantasmas como también recubría al romántico y vividor Robert Kincaid de Los puentes de Madison o al anestesiado y justiciero William Munny de Sin perdón o al brutal y cínico Harry Callahan. Todos ellos son tan Clint Eastwood como el propio Eastwood. Y por eso, porque no finge o porque finge mal, la Academia nunca le ha reconocido ese talento con un Oscar de interpretación. Prefiere dárselo a los actores. Allá ella. Hay un detalle que prueba esta idea: Eastwood se maneja mejor en el silencio que en el parloteo, lo cual va contra la esencia de lo que desde hace dé- Lo fácil es no darle el Oscar a un actor como él; ya le costó un mundo que se le reconociera como director Eastwood recubre de sí mismo a ese viejo entrenador Frankie Dunn lleno de pudores y fantasmas Habrá dicho más cantidad de palabras en una sola escena Eddie Murphy que él en toda su filmografía Clint Eastwood posa con los dos Oscar al mejor director y a la mejor película AP cadas se entiende por actor. Se podría hacer un cálculo que arrojara la siguiente probabilidad matemática: habrá dicho más cantidad de palabras en una sola escena Eddie Murphy, que él sí es un actor de los que fingen, que Clint Eastwood en toda su filmografía. Hasta, pongamos, el año setenta, incluida Dos mulas y una mujer Clint Eastwood había hecho unas veinte películas, entre cine y televisión, y con lo que dijo en ellas no se tapa el hueco en el que entra un soneto. Luego, dirigiéndose ya él mismo, los recitados que se encomendó eran igualmente afilados y escuetos como lo que entra de un dardo en la diana. ¡Bah! hay artistas que se tiran toda la vida en el intento de desentrañar la fuerza y la emoción que puede alojar un instante de silencio. Que se quiebran en el ansia de encontrar el lugar idóneo en el que alojar esa plenitud silenciosa. Una tela negra. Un folio en blanco. Un vaso vacío... En ningún lugar del mundo ha habido tanto silencio como el que creó Clint Eastwood con un intermitente a la izquierda y con un semáforo en verde, al final de Los puentes de Madison y momentos después de que Robert Kincaid (en realidad, él) se calara hasta los huesos con ese aguacero silencioso y amargo. ¿Qué podía fingir ahí un tipo como Clint Eastwood, que ya había puesto a volar el saxo huesudo y pterodáctilo de Charlie Parker en Bird Lo fácil es no darle el Oscar a un actor como Clint Eastwood; ya le costó un mundo y varias obras maestras que se le reconociera como director. Un mundo, por cierto, que no sabría caminar con la botas de William Munny ni ver con la mirada de este Frankie Dunn, pero que, aunque a regañadientes, ha tenido que amoldarse a su paso y su mirada en varias ocasiones y hacerle una reverencia (a regañadientes, porque durante décadas y películas la morcillosa inteligencia que todo lo juzga y lo clasifica consideró a Clint Eastwood algo así como un