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ABC MADRID 05-09-2004 página 64
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64 Los domingos DOMINGO 5 9 2004 ABC ELECCIONES EN EE. UU. Nueva York redescubre la pasión por la política gracias a la decisión del Partido Republicano de proclamar candidato a Bush en Manhattan La contraconvención TEXTO: ALFONSO ARMADA FOTOS: CORINA ARRANZ entras se plegaban pancartas, se removían detectores de radioactividad, se levantaban barreras metálicas y de hormigón que habían hecho del Madison Square Garden una aparentemente inexpugnable fortaleza frente a las amenazas terroristas, en algo coincidían los miles de policías que han custodiado la Convención Nacional Republicana y las decenas de miles de manifestantes que se han lanzado a las calles de Nueva York para negarle a George W. Bush cuatro años más en la Casa Blanca: la pesadilla ha terminado. Con cerca de 2.000 detenciones, la ciudad que nunca duerme, el reducto demócrata por antonomasia- -aunque tanto su alcalde como el gobernador del Estado son republicanos- -descubrió su profundo enraizamiento político, su pasión por el debate. George W. Bush, proclamado esta semana entre el éxtasis de sus partidarios, ha logrado hacer devolver a Manhattan la condición de ágora de encendidos debates y protestas como en las primeras décadas del siglo XX. Mi dos y acallados por una nube de agentes y los gritos de los republicanos. Novecientos pares de zapatos La secta Falum Gong, perseguida de forma implacable por las autoridades chinas, aprovechó Union Square para escenificar varias escenas de torturas que sufren sus militantes a manos de la policía de Pekín: parecía un prontuario actualizado de la Inquisición. En la misma plaza se desplegaron 900 pares de zapatos, zapatillas y botas militares en memoria de todos los miles de soldados y civiles muertos en la guerra de Irak. A pesar de que el 11 de septiembre y la lucha contra el terrorismo en Afganistán y en Irak han sido elementos claves de la convención republicana, figuras como Frida Berrigan, de la Liga de Resistencia contra la Guerra, y muchos de los manifestantes que durante toda la semana tuvieron en jaque a la Policía por las calles de Manhattan, recalcaron que la guerra no es la solución y que el tiránico régimen de Sadam Husein, a pesar de todas sus maldades, nada tuvo que ver con los atentados contra las Torres Gemelas y el Pentágono. Si más de 200.000 personas desfilaron pacíficamente por Nueva York hace una semana, el calendario de la contraconvención iba cada día en paralelo a las actividades del cónclave republicano, con puntuales citas ante hoteles, restaurantes y teatros en los que los delegados republicanos celebraban desayunos, cenas o fiestas con patrocinadores y amigos- -como la famosa Halliburton, la ex empresa de Cheney, reina de los contratos en Irak- Gritos e insultos trataban de hacer la estancia más ingrata a los inconfundibles delegados de Texas, Minesota o Iowa. De Seatle llegó la Brigada del Ruido Infernal, una de las más celebradas de la manifestación del domingo y de otras marchas. Sus componentes descansaban el martes en las escalinatas de Union Square, a un tiro de piedra de la estatua ecuestre del presidente George Washington y del bronce a ras de suelo de Gandhi, comiendo huevos duros. A su espalda, una apasionada discusión se suscitó en torno a las pancartas que enarbolaban dos tipos con pinta de apóstoles. Parecían frases tomadas de un apócrifo Antiguo Testamento. Podían interpretarse con ironía, pero a los pacifistas y anti- republicanos- -muchos de ellos nada entusiasmados con John Kerry como única salvación para librarse de Bush- -no parecía hacerles la menor gracia. Una rezaba: Apoya al presidente Bush, confía en Jesús Juan, 14: 27 y Heb. 9: 22. En medio, una panoplia de armas silueteadas en negro. El otro supuesto profeta de la ironía, proclamaba en su estan- La plaza de Sacco y Vanzetti Union Square, la plaza en la que se vivieron a comienzos del siglo pasado grandes manifestaciones en contra de la ejecución de Sacco y Vanzetti y donde se escucharon con fervor los arrebatados discursos de la anarquista Emma Goldman, la plaza que tras el 11 de septiembre acogió numerosas ceremonias en memoria de las víctimas de los atentados, ha vuelto a convertirse estos días de fines de agosto y principios de septiembre en parlamento popular. Allí confluían marchas de pacifistas, antirrepublicanos, demócratas y anarquistas, encorajinados por la decisión del Partido Republicano de haber elegido por primera vez en su historia la díscola Nueva York como sede de su convención, como plataforma para lanzar la candidatura de Bush para cuatro años más en la Casa Blanca, el grito de guerra de los delegados venidos muchos de ellos a Manhattan por primera vez y contrarrestado en las calles por un no más años Alertada por supuestos informes de espionaje acerca de la eventualidad de un nuevo atentado terrorista aprovechando el caldo y la atención mediática generada por la convención, e inquieta por la movilización de disidentes contra la guerra de Irak y la figura de Bush, la policía neoyorquina y el servicio secreto montaron un dispositivo de seguridad tan aparatoso como vulnerable. Era mucho más fácil acceder al Madison Square Garden que a los Oscar de la Academia de Hollywood, donde cada acreditación lleva la fotografía de su titular y no son intercambiables. Manifestación de zapatos, botas, zapatillas para recordar a los muertos darte: En Dios y en el presidente Bush podemos confiar 2 Chron. 7: 14. La discusión subía de tono, y luego volvía a amainar. Pasó un homeless arrastrando un carrito gritándole a la concurrida audiencia: Amo a Bush, me gusta Bush El dispositivo de seguridad fue tan aparatoso, que resultó vulnerable. Por los agujeros se colaron los manifestantes Cadena humana de kilómetros A lo largo de la Quinta Avenida, Broadway, la Sexta, la Séptima y la Octava era fácil encontrarse a cualquier hora del día y primeras horas de la noche con hileras de manifestantes con pancartas o camisetas que de forma inequívoca manifestaban su poca fe en Bush. Mentiroso era una constante. Para luego coincidir devorando hamburguesas en el mismo café policías, manifestantes y periodistas, casi codo con codo. Cada día de la semana republicana parecía, como en el interior del Madison Square Garden, seguir un lema: el paro, el sida, los derechos de los inmigrantes. Miles de personas formaron el miércoles una cadena humana de varios kilómetros entre Wall Street y las cercanías del emblemático palacio de los deportes para criticar a Los agujeros de seguridad fueron bien aprovechados por los manifestantes, que en cinco ocasiones lograron hacer oír su voz- -o al menos lo intentaron- -en la propia arena del Madison: uno llegó a escasos metros del vicepresidente, Dick Cheney, y dos trataron de increpar al presidente mientras pronunciaba su discurso del jueves, antes de ser expeditivamente reduci-

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