ABC MADRID 06-04-2003 página 72
- EdiciónABC, MADRID
- Página72
- Fecha de publicación06/04/2003
- ID0004838542
Ver también:
72 Cultura 80 AÑOS DE LA MALDICIÓN DE TUTANKAMÓN DOMINGO 6 4 2003 ABC Secuencia en la que Lord Carnavon y Howard Carter (que mira a la cámara en la tercera imagen) descubren la tumba del faraón Tutankamón, que murió con 18 años Con la muerte de Lord Carnarvon hace 80 años, comenzó la maldición de Tutankamón. ¿Farsa? ¿Leyenda? ¿Mito? Tras el hallazgo realizado por Carter y Carnarvon de la tumba del faraón de la XVIII Dinastía, 30 personas que tuvieron relación con la cámara sepulcral perecieron por la venganza faraónica El primero, Carnarvon, en El Cairo, mientras se apagó la ciudad y su perra aullaba... La muerte tocará con sus veloces alas al que moleste al faraón muerto... TEXTO: ANTONIO ASTORGA MADRID. ...Todo ha terminado; he oído la llamada y me preparo... Así expiró Lord Carnarvon en la madrugada del 5 de abril de 1923, cinco meses después de que desenterrara, junto a Howard Carter, la tumba de Tutankamón en el Valle de los Reyes. Carter fue el primero en entrar: ¿Puede usted ver algo? le preguntó Carnarvon. ¡Cosas maravillosas! respondió el arqueólogo. Veía un reino en el que brillaba el oro. Lo que vería después, tras la muerte de su mecenas, serían historias para no dormir. El conde de Carnarvon, que financió el hallazgo, viajó hacia Asuán el 28 de febrero de 1923, once días después de que fuera abierta oficialmente la cámara sepulcral de Tutankamón. En Tebas le picó un mosquito (curiosamente su hermana, lady Elizabeth Carnarvon, moriría en 1929 a consecuencia de la picadura de otro mosquito) Pero mientras se afeitaba, la navaja del lord perforó su herida. Rápidamente le aplicaron yodo, pero le subió la fiebre y alcanzó una temperatura de 38,3 grados. Su hija Evelyn decidió trasladarlo a El Cairo el 14 de marzo. A sus cincuenta y siete años y tras un accidente de automóvil en 1903, el conde de Carnarvon era un tipo demasiado debilitado. Había ido a Egipto para huir de los gélidos inviernos británicos aconsejado por su médico. Pero la picadura del maldito mosquito derivó en erisipela (infección de la piel que se manifiesta por su enrojecimiento y, generalmente, por la aparición de fiebre) prosiguió en una septicemia y culminó en una pulmonía demoledora. La leyenda cuenta que la madrugada que murió Carnarvon se apagaron todas las luces de El Cairo. Y que a la misma hora en Inglaterra, en su castillo de Highclere, su perra terrier, de solamente tres patas- Susie -dio un aullido y murió. Catálogo de seres y maldiciones Dos semanas antes de la desaparición de Carnarvon, la novelista gótica Marie Corelli envió una carta a The New York Times en donde aseguraba que poseía un antiguo texto en árabe que vaticinaba la maldición: Sobre los intrusos en una tumba sellada cae el castigo más horrible. La muerte llega volando hasta quien entra en la tumba de un faraón Excluidos de las primicias a las que accedía The Times tras firmar una exclusiva Carnarvon, los diarios británicos alimentaron la leyenda. Los rumores seguían el curso de Osiris Mito, rito y leyenda emergían desde las profundidades de la tumba. Así, Arthur Weigall, antiguo inspector del Servicio de Antigüedades de Egipto, comentó al observar el buen humor de Carnarvon al abrir la tumba: Si entra con este ánimo, le doy seis meses de vida Justamente, seis meses después fallecería. Sir Arthur Conan Doyle, el padre de Sherlock Holmes, agitó y atizó el fuego de la maldición el día que moría Carnarvon. Le concede absoluto crédito a la sobrecogedora inscripción que supuestamente cobijaba la tumba- La muerte tocará con sus veloces alas al que moleste al faraón muerto -y dice que no fueron almas ni espíritus, sino elementos creados por los sacerdotes de Tutankamón para guardar la tumba los sumos responsables de la muerte de Carnarvon. Al ser descubierta la tumba, uno de los fellah (obreros nativos) espetó: ¡Estos hombres encontrarán oro... y muerte! Howard Carter tenía un canario que viajaba con él a todas partes. Pocos días después del hallazgo, el criado de Carter intenta recuperar la jaula del canario que había dejado sobre unas piedras. Queda horrorizado: una cobra había penetrado, había sacado al canario y lo estaba devorando. Justamente cuando Carter descubrió la tumba se encontró con tres grandes lechos funerarios dorados, dos estatuas del rey, he- chas de madera, frente a frente, cual centinelas, vestidas con un paño y sandalias de oro, armadas con una maza y un largo bastón y con la cobra sagrada, estirpe faraónica, en su frente... Suicidios, resfriados, congestiones... Se contabilizaron hasta 30 (obras versiones hablan de 80) muertes de seres que tuvieron alguna relación con el desenterramiento de Tutankamón. Nicholas Reeves, uno de los grandes especialistas mundiales en egiptología, analiza en su espléndido libro Todo Tutankamón (Destino) el tráfago de la expedición. Así, se ha sabido que el hermano menor (según otras fuentes, hermanastro) de Lord Carnarvon, Aubrey Herbert, murió de forma repentina en septiembre de 1923 por suicidio provocado en un arrebato de locura El estudiante Archibald Douglas Reid fue encomendado por el gobierno egipcio para radiografiar la momia. Un día más tarde, el malestar se apodera de su cuerpo. Tras realizar la radiografía, viaja a Londres y muere cuando diseccionaba otra momia. La salud de Arthur Mace, brazo derecho de Carter y conservador de arte egipcio del Museo Metropolitano de Nueva York, que abrió la tumba junto a él, se quebró antes de que hubiese sido vaciada la cámara. El magnate norteamericano de los ferrocarriles George Jay Gould falleció por una neu- Un estudio reciente de un médico australiano concluye que la maldición no fue más que un mito urbano