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ABC MADRID 28-12-2002 página 60
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60 Cultura SÁBADO 28 12 2002 ABC MIQUEL MARTÍ I POL Poeta Soy un perdedor irreverente y lúcido MADRID. Premio de Honor de las Letras Catalanas, propuesto en 1999 al Nobel por el Parlamento de Cataluña y la mayoría de los Ayuntamientos catalanes, Martí i Pol ofrece Después de todo su testamento vital y literario. De la poesía, de la vida, de los exilios (interiores y exteriores) de la cotidianidad y el compromiso, habla el poeta. -Sostiene usted que el mundo está dividido entre los perdedores irreverentes y lúcidos y los instalados en castas de poder y privilegio Versifique a unos y otros. -Nací en una familia de obreros, cursé apenas estudios primarios y a los catorce años ingresé en una fábrica en la que estuve trabajando casi treinta años, hasta que la enfermedad me echó de ella. Desde entonces soy pensionista de gran invalidez. Me considero, pues, un perdedor irreverente y lúcido. ¿Que quiénes son los otros? Pues los que detentan el poder, político, social y, sobre todo, económico. Los poderosos, en una palabra. A mí, ahora, la mayoría de ellos me aceptan porque los dioses me han concedido la habilidad de la poesía. Yo también les acepto a ellos y les respeto, pero no renuncio a mis orígenes ni a mi condición. Quizás algún día haya verdadera igualdad, pero de momento yo mantengo el planteamiento del poema. Lleva treinta años exiliado por una esclerosis múltiple. Incomprensiblemente, apenas había sido traducido al castellano. Después de todo (DVD ediciones) ha merecido la espera TEXTO: ANTONIO ASTORGA FOTO: JOSÉ LUIS ÁLVAREZ Los años nos hacen más libres ¿La vida sigue siendo lo que nos pasa mientras hacemos otros proyectos? (como diría John Lennon) -Algo de ello hay, me parece. Puede que la vida sea la suma de lo que hacemos y lo que planeamos sin llegar jamás a hacerlo. La frase me pareció, y me parece aún, sugerente y me incitó a la reflexión, uno de mis vicios mayores, entre los confesables. Desde mis casi 74 años veo mi vida con más planes no realizados que con acciones concretas, quizá porque siempre he sido muy imaginativo y he tenido poca fortuna o poca habilidad para realizar lo que imaginaba. No me duele, pero tampoco me importaría vivir otra vida. ¿Aún queda espacio para repensar la vida y convertirla en un ámbito mucho más silencioso? -Creo que sí. ¿Cómo se puede soportar la vejez, si no? Los años nos hacen más libres y discretos, quizás incluso más comprensivos y más elementales. Aprovechar los beneficios de esa elementalidad es lo único que puede acercarnos a la sabiduría y al sosiego. ¿En qué medida su estado de salud le ha influido en el modo de comprender la vida y de hacer maravillosa poesía que ha cautivado incluso a futbolistas como Guardiola y a cantautores como Llach o Bonet? -En el modo de comprender la vida, y de vivirla. Me ha condicionado intensamente, puesto que mis dificultades están muy mermadas. Sin embargo obligan a hacer ciertas reverencias, protestaré más o menos como he hecho siempre. El poder debe estar al servicio de la gente y no la gente al servicio del poder y a mí la globalización me asusta por lo que tiene de concentración de poder en manos de los que ya son poderosos. La distancia entre los que mandan y los que obedecemos cada vez es mayor y no creo que la globalización tienda a reducirla. Por eso reivindico mi parcela de libertad, y haciéndolo me gustaría despertar el afán de defender la suya a cuantos me lean. ¿Qué es la poesía para Martí i Pol? -Para mí ha sido un don, pero he intentado convertirla en una manera de entender la vida y, en cierta manera al menos, de vivirla. Un gran poeta catalán, Joan Vinyoli, decía que él era poeta veinticuatro horas cada día. Yo no me atrevo a tanto, pero sí digo que me esfuerzo en aplicar la sensibilidad y el sentimiento poético a todas mis acciones, lo cual, evidentemente, no me hace ni mejor ni peor que mi vecino. ¿Cómo ha entablado tan estremecedor diálogo entre poeta y vida? -Dialogar conmigo mismo y reflexionar sobre lo que voy viviendo es algo que he hecho desde que empecé a razonar y yo no le doy ninguna importancia. Vivir sin preguntarme constantemente por lo que vivo me dejaría sin vida, y es de ese ejercicio de lo que se alimentan mis poemas, al tiempo que también a mí me sirve de alimento. No me considero un ser excepcional, sólo soy un ser pensante que hace camino consigo. La nada para mí es la muerte. La llama de la dignidad ¿Y la cotidianidad? -La cotidianidad es la vida. ¿Cómo ha logrado mantener viva la llama de la dignidad? -Quizás la dignidad consista en ser fiel a uno mismo, sin caer en la obcecación y la tolerancia. La dignidad, creo yo, depende más del grado de exigencia que nos apliquemos y de la flexibilidad de que demos muestra en el trato con los demás. Yo no creo que haya hecho ni esté haciendo nada más de lo que tengo la obligación de hacer, y le aseguro que a menudo no me siento muy satisfecho comigo mismo. ¿La poesía ha de ser comprometida o no será poesía? -Mire usted, hace años escribí un verso tan lapidario que decía: En cada mot m hi jugo l existència (En cada palabra me juego la existencia) Yo creo en el compromiso del poeta consigo mismo, con lo cual pienso que estoy defendiendo su libertad. Si además de ese compromiso quiere aceptar otros, es muy libre de hacerlo. No creo, sin embargo, que se defienda mejor la propia independencia desde la negación sistemática de todos los valores que desde la reflexión crítica sobre todos y cada uno de ellos. El poeta, durante la presentación en Madrid de su libro Después de todo creo que he llegado a establecer una especie de pacto de no agresividad con la enfermedad, es decir conmigo mismo, que me permite mantener un equilibrio bastante aceptable, eso sí, con múltiples renuncias y con alguna que otra depresión hasta el momento de poca cuantía. Llevo ya más de treinta años enfermo y uno llega a acostumbrarse a todo. En cuanto a mi poesía, permítame que le agradezca ante todo el adjetivo. Dicho esto, casi no sé qué más añadir. No creo que esencialmente mi poesía fuese muy diferente de como es, si no hubiese estado enfermo. Habrían cambiado, quizás, algunos temas, algunas expresiones, algunas metáforas, pero el contenido profundo creo que habría sido el mismo. ¿Cómo se puede sentir un ser humano exiliado sin salir de casa? -A mi parecer, hay exilios íntimos que pueden llegar a doler tanto como los otros. Hablo, claro está, de sentirse incomprendido, repudiado, vejado, pero también del sentimiento de desapego de uno hacia sí mismo, que puede llevar a la locura. Por otra parte, sin salir de casa, uno puede sentirse tan en desacuerdo con un sistema político o social que es algo parejo al exilio, aunque nadie le haya echado fuera de su casa y de su tierra. -Usted defiende una misérrima cuota de poder: la de pensar libremente lo que quiera y comportarse discretamente con arreglo a lo que piense. ¿Y si después de todo le globalizan, qué hacemos? -Pues yo, si vivo, pienso seguir pensando libremente lo que quiera y seguiré comportándome discretamente con arreglo a lo que piense. Protestaré, claro está, si me ponen mordazas y si me

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