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ABC MADRID 12-10-2001 página 13
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ABC MADRID 12-10-2001 página 13

  • EdiciónABC, MADRID
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ABC VIERNES 12- 10: 2001 OPINIÓN 13 BREVERÍAS éCo Aeo caóe US Jordi Pujol Tolerancia cero Las declaraciones grandñocuen- tes sobre asuntos como la inmigración no. son lo más adecuado para afrontar un prpbíema cíe esa índole. Pujol afirmaba ayer que con los inmigrantes que no asuman los usos locales hay que aplicar lá tolérancia cero En la lí- neá de Heribert Barrera o deMar ta Ferrusola, el mensaje requiere niente, casi tanto como justificar que las niñas árabes tengan que abandonar las escuelas para fomentar el multiculturalismp. Pujol se encarama por segundo día a la actualidad de un modo ingrato; 24 horas después de que sólo este diario informara del informe contrario del CGPJ a su proyecto de Consejo catalánde Justicia. tantos matices que es inconver Silvio Beriusconi Dies horribilis Si la Reina dé Inglaterra tuvo, hace algún; tiempo, su annits horribilis, ahora le ha tocado el turno al primer ministro italiano, Silvio BerlusQoni, aunque de- momerito su. calvario se; ha reducido a uña jomada, la de anteayer. Hay días en que es mejor no levantarse, debió de pensar Beriusconi, que para frenar la racha de meteduras de pata, mconveniencias y rectificaciones ajenas decidió anular su prevista participación en un congreso en Alémaiíia. Al jefe del Ejecutivo italiano no se le está dando demasiado bien esta nueva aventura política; no cabe duda de que, al margen de su gestión y del fon- do de sus afirmaciones; está exhibiendo torpeza en sus gestos y sus palabras, fundamentales dentro de una carrera política. ALFONSO ÜSSfÁ OMO viento dé tristeza; siempre el otoño llega de golpe y malherido. La luna se distancia y nos abandona, cuando de ella, y no del sol, vive la luz de la poesía, y del ayer; y del mañana. Los vascos antiguos, a la luna de octubre la decían De cuándo en cuando, uno está en la de lá escasez, a la de noviembre, la del monte deshojado, y a la de disu derecho d e a b r i r s e i r i ú t i l m e n t e y- ciembre, casi luna de invierno, la del bosque detenido. El otoño avisa. y dejar al aire sus sentimientos de la rendición de la vida y. lá luna no se compromete a remediar el desvanecimiento. Foxá, con la muerte a mano y el amor perdido, lo llamó otoños y- los inviernos, acusadores melancolía del desaparecén siem- del fin que no retoma, dé la luna pre con la luna dé protagonista. Y qué limita su brillo para cedérselo a pensar que rio puedo en mi egoísmo otros seres de, mañanas más segu- llevarme al sol, ni al cielo, en mi ras. mortaja. Que he de marchar yo Hasta el renuevo, nos esperan desólo hacia el abismo, y que la luna masiadas horas de despedidas y aubrillará lo mismo y yá no la veré sencias. Y allá arriba, la luna, que desde mi caja Para la tristeza de apenas interviene, desentendiéndoFoxá, el sol y el cielo eran elementos se del quebranto y la pesadumbre. de relleno. La luna, él fundamental, El sol, supuestamente, es el mantela causa de sus causas, la mortifica- y nedor de la vida, pero sólo la luna la ción de sus ciertas melancolías. Lu- circiuístancia más alta del anior, No na, honor de la noche de Femando del amor como, el amor se valora; dé Herrera, es decir, gallardía de la Del amor en su sentido más amplio. pena. Lá luna del final, regalo impo- y duradero, bosque que también se sible de Miguel Hernández al hijo desnuda cuando los gestos se disfraque nunca abrazaría: Ríete niño zan de otoño. que te traigo la luna cuando es preDicen algunos que el otoño es la ciso Ni el niño rió, porque no era más bella de las épocas del año, y momento, ni la luna se dejó traer nadie soy yo para vituperar susgus: por el hombre sin esperanza. Esta- tos; Pero algo de razón tengo cuóuición ésta de los días que rehuyen la do el otoño me procura, desde niño, claridad, de la luz que se acorta, de cada vez que Uega, una tristeza honla inmensa pereza que procura el da y descentrada, un deseo imposidesconcierto. Tiempos de máxima be- ble de ir hacia atrás en busca, al lleza, de pesadumbre máxima. Bos- irienos, de la última primavera. Que ques sienas y dorados, anunciando el alma del hombre, otoño cumplila esclavitud del silencio. Cada año do, es como la de los árboles. Sólo que pasa, más largos se hacen los que los segundos resisten y resis- C ten, y los primeros nos dejamos yen cer. Luna de otoño Sucede que de niños sabenios que existe el desamor y la melancolía y no nos detenemos. Ya en la primera fase del último camino, nos fijamos más en la pérdida de ías cosas. La hoja que se entumece para morir sin sufrimiento; la hierba que sfe. pa raíizá para no- caer herida por los- fríos segiuros; el sol que no trabaja y la lima que nos olvida corilá excusa del ayer terminado. No és cierto que todo vuelve, porqtie la mirada del hombre se agrieta en cada cicíó, y algunos me han asegurado que Uega im tiempo en donde el otoño se insta- la para siempre. Quizá ya me ha llegado porque pienso en el invierno y lo creo interminable. Porque me llena de tristeza la flor morada de los brezos, o la amarUla salvaje de las retamas chaparras de las alturas. Porque las se tas no son como las de los cuentos. Porque mis hayas y castaños ya se han enixegado a la desnudei: que viene. Porque son muchos los meses que faltan, para que de golpe, como un inilagro, la rama desnuda y ifría sé convierta en una explosión de vi- da renovada. Me parece otoño hasta el cuero envejecido- de mi mesa de trabajo, y la plenitud callada de mi biblioteca, y el torpe movimiento de mi m no para hacer las letras. De cuando en cuando, uno está en su derecho, de abrirse inútilmente y dejar al aire sus sentimientos. Que para escribir de otras cosas siempre hay tiempo, y el sol ya está muy alto, los vientos nos reclaman y la luna se pierde. Y perdón por el rollo.

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