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ABC MADRID 17-08-2001 página 36
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ABC MADRID 17-08-2001 página 36

  • EdiciónABC, MADRID
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36 TRIBUNA VIERNES 17- 8- 2001 ABC LLÁ por los primeros meses del, por muchas causas, terrible año que fue 1939, un joven poeta español, aún con la borrasca del camino y con el estruendo de la guerra civU crujiendo en sus oídos, hablaba muy quedamente ante un grupo de estudiantes de FUosoña y Letras en la Universidad habanera, la única que existía por entonces en nuestro país. Llamaba la atención aquel su rostro ingenuo y aniñado, aquel cuerpo alto y regordete doblado sobre las cuartillas. Iba desgranando en tono menor sus comentarios líricos, mientras leía con leve acento andaluz sus versos. Sólo en pocas ocasiones se permitió levantar sus ojos un tanto asustados. Supimos entonces que recientemente había llegado a La Habana acompañado por su esposa, la poetisa Concha Méndez y su pequeña hija Paloma. Para nosotros aquel poeta joven, Manolito Altolaguirre, era portador de un mensaje claro y vibrante, el mensaje lírico de los mejores poetas españoles del momento. Conocíamos muy pocos versos de Altolaguirre- -tan luminosos y musicales- -pero estaba muy presente en la lectura reciente su romance a Saturnino Ruiz, obrero impresor, muerto en el frente de Somosierra, mientras escuchábamos a Manolito, era como si también escucháramos a Federico, que había muerto ya en su Granada, y a Rafael, marinero en tierra enraizado con toda su fuerza en la tierra nativa, y tantos otros, que eran la viva representación de la nueva poesía española. Había nacido Manolito en Málaga en 1906. Con su paisano, Emilio Prado, ñmdó Litoral Cuando cumple los veinte años se lanza intrépido a publicar su primer libro de versos, Las islas invitadas Más tarde, casi siempre editados por él mismo, que es buen artesano de la imprenta, otros libros, Ejemplo todavía en Málaga, y después Escarmiento Vida poética Lo imposible ya en Madrid, y Soledades juntas en 1931, en recuerdo del poeta cordobés que deja sentir sus huellas sobre toda la joven poesía. Vale decir que Altolaguirre no entrega la fresca fuente de su poesía por entero al cauce ultraísta, ni deviene poeta deshumanizado como tantos otros que intentaron amputar, con el rigor abstracto e intelectual, el hervor intuitivo y la corriente cálida de su propio verso. Quien lea los versos de Manolito hallará junto a la metáfora nueva una suerte de ágil ademán gracioso que viene quizás del barroco o se ahinca, muchos más en lo hondo, en un garcilasismo que sóloflorecerácon vigor en años posteriores. Cuando Gerardo Diego lo interrogó para su antología sobre sus cánones y guías, respondió; Mi poesía ostenta como principal influencia la de Juan A Conoció por entonces a María Luisa Gómez Mena que se había destacado por su apoyo a escritores y artistas. Gracias a ella, Ramón Guirao publicó su Antología Órbita de la poesía afrocubana Altolaguirre se casó con ella, se trasladaron a México donde, con el apoyo de su rica cónyuge, trató de realizar un ciae con suficiente altura y dignidad estética. Producen subida al cielo bajo la dirección de Luis Buñuel. Terminaron su película el cantar de los cantares La iban a presentar en el Festival Internacional de Cine de San Sebastián. Dentro de la diáspora española, la poesía Embarcaron hacia España. La película llegó tarde para participar en el Festival, pero fue exhibida y de Altolaguirre fue también como la voz de tuvo comentarios críticos muy favorables. Ambos esposos salieron en automóvil de San Sebastián hala España peregina, dolorida y conmovedora cia Madrid. En las cercanías de Burgos, un accidente en la carretera causó la muerte instantánea de María Luisa. A consecuencia de las graves heridas recibidas muere cuatro días después Manuel Altolaguirre. Ahora, rendimos homenaje al poeta que falleció a los cincuenta y cuatro, todavía en pleno desarrollo de su faena creativa. Sus am os y colegas en México, Martí Soler y Luis Cemuda publicaron un hermoso tomo en la colección Tezontle del Fondo de Cultura Económica con sus Poesías completas (1960) Recoge toda su obra, impresa por el propio autor. Agrega sus composiciones últimas, incluyenRamón Jiménez, soporta la de don Luis de Góngora do sus versiones de Adonais de SheUey y Festín y se siente hermana menor de la de Fedro Salinas durante la peste de Pushkin. Ésta última la realizó La guerra civil le abre el camino del destierro. Va con el hispanista ruso O. Savich. Fue representada hacia Inglaterra y el excelente obrero Impresor auspi- en diciembre de 1939 en el teatro Auditorium por el cia la publicación de 1616 fecha que auna en im grupo teatral de la Fraternidad Estudiantil universisolo haz a Cervantes y Shakespeare, y viene a Cuba. taria Iota Eta y su fondo musical estuvo al cuidaCon los honorarios de sus primeras conferencias do de Alejo Carpentier que acababa de regresar de habaneras puede instalar el taller de La Verónica. Europa. Fue la primera vez que pudo hablar con el Abre aquí la colección El ciervo herido para los musicólogo y narrador quien escribe estas líneas. poetas de la guerra: Jorge Manrique, Garcüaso, MarDentro de la diáspora española, la poesía de Altotí y Lorca, y coloca en su primer librillo, de hermosa laguirre fue también como voz de la España peregripresentación, esta nota: Mi verso es un ciervo heri- na, dolorida y conmovedora. Como tantos otros de do nos dice José Martí, poeta de la vida, y don Luis sus compañeros en el exilio volvió a sü patria para de Góngora, poeta del verso, nos dice: La vida es morir. Ya tenía la voz querenciosa de la muerte ciervo herido, que lasflechasle dan alas, vida y ver- cuando partió hacia el destierro. Y cuando ahora so, bajo la misma Imagen, en esta colección que dedi- releemos sus versos advertimos una escondida preco a los héroes visión, un cortejo tácito con la muerte. Lo que ayer Gran tarea realizó en sus ediciones de autores cu- sólo era expresión melancólica, nos hace pensar banos. Reeditó el libro de Juan MarineUo, Momento que es sólo visión de su minuto postrero: mí vida español que ya había publicado en plena guerra. está enamorada su prometida es la muerte Sólo recuerdo ahora la última vez que lo vi, de Siguieron Nicolás Guillen, Lydia Cabrera, Carlos Enriquez, Mariano Bnül y Pablo de la Torriente Frau paso por La Habana, grande y grueso, como un angeque miu- ió combatiendo en Majadahonda en diciem- lote. Y repetimos lo que dejó estampado: Aunque bre de 1936. También editó ima breve y efímera revis- no estés aquí sigues estando en la memoria de los que te vieron ta con el nombre de La Verónica. ESCRITOR SALVADOR BUENO Manolito Altolaguirre, siempre recordado UE Julio CienfuegOs la primera persona a la que escuché comentar con conocimiento de causa los Diez Libros de Arquitectura de Marco Vitruvio Folien. Ostentaba aquel hombre ya fallecido, los aires de un tribuno renacentista. De su historia juvenil como alférez provisional y fervoroso joséantoniano, con carrera de médico recién comenzada, conservaría el gusto por lo retórico, la pasión lingüística que induce a compartir, tal vez monopolizar, la palabra allende cualquier otro oficio. Derivado más tarde a la jurisprudencia, que lo condujo también hacia la política, el amor de Cienfuegos por el discurso no hizo sino incrementarse. Justo es decir que no fueron las suyas aficiones vanas. Baste recordar que habría de erigirse en clave del origen de la hoy floreciente Universidad extremeña. Ya jubilado, gozaba con las tertulias de la Real Sociedad Económica de los Amigos del País y los debates sobre libres auspiciados por la Unión de Bibliófilos Extremeños, que él contribuyó a crear y hoy cuenta con cuatrocientos socios. En los años últimos, sabiéndose herido, aún encontraba ánimos para esclarecer algunas parcelas de la historia regional (le apasionaba la Guerra de la Independencia contra los franceses) e Incluso dio a luz un excelente Memorial de ventoleras, que recoge en forma novelada los cien años últimos de su F dos por donaciones como la de A. Rodríguez Moñino o el legado de Vicente Paredes Guillen. En los fondos de éste, figura im manuscrito (176 folios de 340 x 240 mm. de papel de hilo, más cubierta de vitela) con la versión española que a mitad del XVI hiciese Lázaro de Velasco, clérigo granadino, matemático y arquitecto, hombre capaz no sólo de traducir la casi mítica obra de Vitruvio, sino de añadirle un lúcido premio y admirables comentarios. A veces, son notas marginales; otras, párrafos enteros que se incluyen sin solución de conticiudad, Badajoz. Fue aquí, según dije al principio, nuidad en el texto clásico. Más todavía, supo enridonde le oí sabrosos comentarios sobre los De Ar- quecer estas páginas, hasta ahora inéditas, con dibujos originales excelentes. Es la joya bibliográchitectura Libri Decem. fica acabada de imprimir, para deleite de espíriAntes de morir, Julio prepararía un completísimo catálogo del pintor luso- extremeño Bonifacio tus que, como los de Julio Cienfuegos, gozan con Lázaro, impreso a todo lujo por Tecnigraf, y hasta la belleza formal y temática de los grandes libros. volvió a la novela con El segundo sello, c xyo desa- Se colma así una vieja laguna, pues esta obra de rrollo reincide en la temática que más venía apa- architectura con confesar todos que es notable y sionándole, las luchas de españoles e ingleses con- muy digna de ser leída, quasi todos la passan. El tra Napoleón por tierras extremeñas. Cuando ya mismo nombre es célebre y muy poquitos son, el infatigable hombre habita otras galaxias, se pro- aunque sean de los medianamente enseñados que ignoren Vitruvio ayer escripto de Architectura. duce la reedición del libro romano. Una joven- Pero apenas entre ciento se hallará uno que sepa ñrma, Cicon Ediciones, la ha hecho posible. Cuán- qué contiene el libro anotaba Lázaro de Velasco. to hubiese gozado aquel espíritu renacentista con Lo sabía Julio Cienfuegos y, desde ahora, cualeste monumental volumen. Guarda la Biblioteca quiera de nosotros. pública de Cáceres enormes tesoros, incrementaESCRITOR MANUEL PECELLÍN LAWCHARRO El Vitruvio que Julio Cienjuegos amaba

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