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ABC MADRID 23-02-2001 página 18
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  • EdiciónABC, MADRID
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18 CAE TXAPOTE EL DÍA EN QUE ETA VUELVE A MATAR NACIONAL VIERNES 23- 2- 2001 ABC Perretxico retrato de un pistolero es sonará su cara. Aunque no sea la que aparece junto a estas líneas. Lleva siete años apareciendo en los carteles que Interior distribuye en estaciones y aeropuertos con el nombre y el rostro de los terroristas más buscados Francisco Javier García Gaztelu, el tipo del pañuelo al cuello que tantas veces han visto en esas fotografías carcelarias, aún con restos resistentes del acné juvenil en la cara, no es un asesino más en esa vasta galería de monstruos, porque también en el terror existen grados de abyección y cobardía. Y en esto Gaztelu es un maestro consumado. Así se lo reconoció la banda terrorista cuando (marzo de 1999) después de decenas de asesinatos, le aupó a la cabeza del Uamado aparato militar que mejor sería llamarlo el aparato matarife pues dirige directamente la actividad criminal de los que aprietan el gatülo o ponen las bombas. Así se mata y a ese hay que matar esos son los dos cometidos que desempeñaba en la dirección de ETA hasta que ayer fue apresado en Anglet (Francia) EL SETA Pero marchemos unos años atrás y veamos su evolución y cómo Uegó a convertirse en ima máquina de causar dolor y muerte Reservado, callado y triste, a García Gaztelu le comenzaron a Uamar Perretxico (la seta más popular que puebla los montes vascos) cuando despuntaba en la kale borroka a finales de los ochenta. Bebió por tanto en las fuentes de esa cantera inagotable de etarras que es el terrorismo callejero y, como tantos otros, tm día alguien decidió que el seta ya estaba maduro para integrarse en uno de los grupos operativos. Con 20 años ya había sido detenido por atacar con cócteles molotov im concesionario de Renault en su pueblo, Galdácano. No dio tiempo a que pasara por la cárcel y en 1991 se puso en paradero desconocido, cuando el entonces comando Vizcaya fue desarticxüado a tiros en Bübao. Huyó a Francia. Su pista se pierde detrás de los Pirineos durante los tres años siguientes. Puede que visitara México, donde vivía escondido un hermano suyo, también etarra. En 1994, ya bajo el nuevo alias de Txapote volvió a cruzar la frontera para integrarse en el comando Donosti jvmto con Valentín LasEirte (el gordo de los carteles policiales) y Juan Ramón Carasatorre (el de las gafas de sol y el bigote ralo) Este trío asesinó en im año al policía mtuücipal MorcUlo, al brigada del Ejército Juan Santamaría y al inspector jefe de Policía Enrique Nieto. Y fue este grupo también el que comenzó la ofensiva contra los concejales del PP. Txapote entró aquel 23 de enero de 1995 en el bar La Cepa del Casco Viejo donostiarra para matar a Gregorio Ordóñez, después de mirar fríamente a los ojos de una aterrorizada María San Gil. Poco después haría lo mismo con el socialista Fernando Múgica, abatido a L Su perfil era el más adecuado para segar, de esa manera, la vida de Miguel Ángel Blanco. Después de mantener a España entera en vilo, en la catarsis colectiva más multitudinaria y profunda de la historia reciente, fue Gaztelu quien condujo al edil desde el caserío en el que vivió estremecido sus últimas 48 horas hasta las inmediaciones de ese puente olvidado para dispararle, después, en la cabeza. Le acompañaban los etarras Gallastegi y Geresta. Ahora, tres años y medio después, Gaztelu acompaña a Gallastegi en la lista de presos etarras en Francia, ima relación en la que nimca estará Geresta, que se pegó im tiro en el pecho. Metido hasta más aUá de la cabeza en la marmita de sangre Uena con los edües del PP (Caso, Iruretagoyena y Zamarreño) de la que se libraron casi milagrosamente Carmen Nagely Elena Azpiroz, este salvaje completaba su jornada laboral organizando la colocación de bombas en viviendas de cargos públicos populares o en ataques con granadas a sedes de organismos oficiales. El círculo mortal confeccionado, sólo en su etapa de pistolero, se completa con los asesinatos de un vendedor de bicicletas, Eugenio Olaciregui, y de los empresarios Arratíbel e Usabiaga. Su vida no ha sido otra cosa que terminar con la de los demás. TREGUA ¡NUNCA! Francisco Javier García Gaztelu, detenido ayer en Francia tiros en las calles de San Sebastián en presencia de su hijo, al que también volvió a mirar fijamente a los ojos (con esos mismo ojos del cartel policial) antes de disparar. Tipos como García Gaztelu son la mejor pasta para cuajar un asesino. Dentro de la banda, Perretxico siempre ha sido tenido por un tipo sin bagaje cultural a uno y con unas serias deficiencias intelectivas. Con él no iban los discursos doctrinarios ni las argumentaciones pseudointelectuales con las que agimos etarras pretender vestir su criminalidad. Gaztelu mataba y pvmto, no gastaba dos palabras en discutir o argumentar nada. Los testimonios recabados por la Policía nos pintan, eso sí, a un sujeto muy metódico, meticuloso y ordenado. Anotaba todo. Fechas, datos de objetivos, horarios de las víctimas, qué etarra intervino en tal o cual ekintza (acción criminal) quién Ueva tiempo sin hacer se- guimientos; anotaciones incluso al margen de lo que era su comando o su cometido. El tipo del pañuelo al cuello era el asesino perfecto, el que hemos visto mü y una veces en cualquier novela de hampones. ¿QUIÉN PODÍA MATAR A BLANCO? Antes de saltar a la dirección de ETA, medró incluso dentro de los comandos operativos Fue Txapote quien instruyó a grupos satélite del Donosti Armas facilitadas por él terminaron con la vida del psicólogo de la cárcel de Martutene Francisco Javier Elósegui. A esas alturas, principios de 1997, Gaztelu ya había adquirido un notable prestigio entre los más sanguinarios asesinos de ETA. Su brutalidad provocaba incluso cierto recelo en algunos miembros de la dirección etarra. No es extraño, por tanto, que él estuviera esa tarde del 12 de julio de 1997 en aquella arboleda de Lasarte. Formado como etarra en las filas de la kale borroka García Gaztelu fue intensificando su bestialidad con decenas de asesinatos, lo que le llevó a la dirección de ETA. Abanderó la ruptura de la tregua y, ya como jefe, ordenaba todos los asesinatos. Era la única manera de seguir matando Por eso, porque no sabe hacer otra cosa que matar, Perretxico siempre fue contrario a la tregua. Volvió a cruzar la frontera con Francia en 1998, justo después del alto el fuego del 16 de septiembre, un mal día para un asesino como él. Sin utüidad alguna para la banda (ya hemos hablado de su escasísimo bagaje intelectual y su desinterés por la política) Gaztelu dedicó esos catorce meses de tregua a medrar en el organigrama de ETA. La detención de Arizcaren Ruiz, alias Kantauri en marzo de 1999, le aupó hasta el Uamado aparato militar Una vez en ese puesto, Txapote preparó concienzudamente el día después el siguiente a la ruptura de la tregua que terminó el 3 de diciembre de 1999. Su opinión fue fundamental para que ETA volviese a matar. El tipo del pañuelo al cuello volvía a estar en su salsa de sangre y, ya desde la retaguardia, ordenaba a los comandos operativos a su mando su primer asesinato como jefe El 21 de enero de 2000 moría en Madrid el teniente coronel Blanco. De nuevo se topaba con este apellido. Ese día García Gaztelu volvió a sonreír. Las sonrisas veinticinco y veintiséis, que comenzó a esbozar esta mañana, terminaron cuando los agentes franceses del comisario Roger Marión entraban en un bar a detenerle. Descubrimos entonces que ya no era aquel joven del pañuelo al cuello, sino el tipo de pelo canoso que se ríe en la foto. Ese es el retrato real de un asesino. Alvaro MARTÍNEZ

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