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ABC MADRID 03-09-2000 página 77
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ABC MADRID 03-09-2000 página 77

  • EdiciónABC, MADRID
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ABC DOMINGO 3- 9- 2000 77 gente de verano Los clásicos de ABC Rosas de Gementerio l pueblo alemán, que tiene un buen número dé palabras y frases beUas para las cosas tristes de esta vida, ha sabido poner su perfume y su gracia a una gran melancolía, dando el nombre de rosas de cementerio a esa pobres rosas que brotan en el blancor mate y débü de las mejillas de los tísicos. Al empezar estos días de Uuvia y de frío suave y fino, Uenos ya los árboles de la tristeza de sus hojas amarillas, esa frase blanca y rosa brota de mis labios y se pierde, después de llorar vagamente en la penxmíbra del alma... Van volviendo del campo y del mar los que fueron por amapolas y por algas para su sangré, y vienen sin más salud que la nostalgia del campo y del mar, débües, sin sol, sin primavera, sólo con imas pobres rosas de cementerio en las mejülas. Y son hombres, y son mujeres- -mujeres de invierno, -y son niños; y son niños rubios, blancos, muy blancos, casi de cera, casi de muerte, ambarinos, transPublicado el 6 parentes, con sangre sin color, con ojos inmensos cargade noviembre dos de una tristeza que se ríe a la fuerza y de unas lágrimas que no quieren brotar y están siempre en las de 1906 pestañas. Así estos niños. lloran por cualquier coSa. Tengo un recuerdo en mi alma, ún recuerdo amargo y melancólico; pero con voces y risas y rosas en su bruma sombría. Era una tarde tibia y llena por todas partes de color de rosa; el mar dormía cerca; soñando, y los pinos de la costa se doraban al reflejó ustorio del sol. Entre los pinos había carreras y gritos y vestidos blancos; y al fondo, una casa grande mostraba esta palabra en lo alto: Sanatorium. Y eran los niños tísicos, los pobres niños que se iban á morir, los que abrían los ojos sólo para cerrarlos en las cajitas blancas, sólo para que Uoraran los viejos carpinteros al son del martUlo; para los que se hicieron los jazmines y las guirnaldas de oro y las cintas celestes... Pero reían al sol, en el campo, cerca de los pinos ydel mar. Aquellos niños se morían, pero se morían riendo, junto a las madrecitas de toca blanca que vienen del cielo. Iban vestidos de blanco, y gritaban y corrían. Luego, cuando entré en la casa de los niños tísicos, sonreí con verdadera dulzura. Las paredes eran blancas también y las camitas hechas estaban Uenas de juguetes; y las niñas habían dejado acostadas sus muñecas, aquellas muñecas que vivirían más que ellas. Aquí, por estas ciudades sucias y llenas de hombres en- E fermos, los niños tísicos piden limosna con sus manos casi invisibles, y van cantando o llorando al son de cualquier cosa. Y los pobrecitos se mueren en la sombra, sin pan, sin juguetes y sin besos. Y esto es cruel; al menos, ya que se han de morir, ¿por qué no buscarles, una sonrisa para cuando su boquita esté muerta? Tanta casa de Dios por esas calles, y ninguna para los niños tísicos; esos pobres niños a quienes su madre sólo ha podido comprar en la feria de la vida unas rosas de cementerio. Juan Ramón JIMÉNEZ 4 a Juan Ramón Jiménez W- E A

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