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ABC MADRID 31-08-2000 página 40
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  • EdiciónABC, MADRID
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40 CULTURA LVII MOSTRA DE VENECIA JUEVES 31- 8- 2000 ABC El astro, Clint Eastwood, y sus tres satélites: Sutherland, Gamer y Lee Jones Space Cowboys una odisea del tiempo, inauguró ayer el festival El FBI no perdió de vista a autores alemanes huidos del régimen nazi WASHINGTON. Pedro Rodríguez corresponsal Clint Eastwood, en una escena de Space Cowboys que abrió ayer la Mostra de Venecia Clint Eastwood, el cazador blanco, cazó ayer un León de Oro como premio a una carrera cinematográfica más desconcertante que la ceja de Ibarreche, y trajo además su última película, Space Cowboys para inaugurar la Mostra de Venecia. Y, puesto a traer, también se trajo con él a sus tres compañeros de viaje espacial, Donald Sutherland, James Garner y Tommy Lee Jones. VENECIA. E. Rodríguez Marchante enviado especial na película de Clint Eastwood que se titula Cowboys del espacio le invita auno a imaginarse algo así como Sin perdón o El j inete pálido en algún lugar de Otra galaxia, o sea en un oeste aún más lejano, con sus vUlanos andrajosos, sus prostitutas maltratadas y un saloon repleto de tipos sin afeitar. O si no esto, al menos se imagina uno al inspector Harry Callaghan diciéndole a algún añen esa frase tan suya de alégrame el día Pero Space Cowboys no tiene nada que ver con lo que su título sugiere, pues es, una vez más, un precioso ejercicio de demolición de Clint Eastwood: mientras vuela por los, aires su vieja imagen de macho cabrío con pintas en el lomo, construye la que quedará para la eternidad de Hollywood (palabra U ésta, eternidad, que ahora se consume continuamente como fast food la de un cineasta permeable a la más fina y sensible Uuvia y a los más íntimos recovecos del alma humana... Lo cual, para im tipo que le acierta de un salivazo a un escorpión en plena cresta y que ha sido alcalde de su pueblo, no está nada mal. Bueno, pues si Space Cowboys no tiene mucho que ver con Sin perdón o con la serie de Harry ¿qué es, entonces; esta odisea en el espacio; o mejor aún, en el tiempo? Pues es, dicho pronto, im juego de Clint Eastwood por el cual demuestra que cuatro actores veteranos, excelentes y con sentido del humor valen mucho más que un gran guión... La historia es prometedora incluso al contarla aquí, en el papel, con tacañería de telegrama: a finales de los años cincuenta, a los cuatro jóvenes integrantes del Dédalus, una especie de equipo que se preparaba para dar el salto al espacio, los cambian en el últiino momento por un nuevo astronauta, un chimpancé... En el año 2000 este mismo equipo se reúne para. rescatar un satélite ruso que no fimciona (mal momento para hiurgar en la herida) y cuya tecnología obsoleta sólo conocen eUos, que también están para el tinte... A partir de esta sencilla complicación, Eastwood levanta una película Uena de guiños a la vejez, a las viruelas de la vejez, a las alegrías y los sueños, a la veloci- dad y al tocino, a la guerra fría y a los corazones candentes... Película de entretenimiento, sí, pero también de pensamiento y de reflexión. Y quizá la primera reflexión que acude nada más verla es que Space Cowboys admitía una vuelta más a la tuerca de su argumento y hasta de su estructura (ima mitad; preparación; otra mitad, viaje al espacio) Hay, sin lugar a dudas, demasiado material previsible en esta película de Eastwood, cuyo guión lo firman Ken Kaufman y Howard Klausner. Es decir, lo dicho, que cuatro grandes y venerados actores valen mucho más que im gran guión; porque la película son eUos, Clint Eastwood, James Gamer, Tommy Lee Jones y un espumoso e hilarante Donald Sutherland, que estuvieron juntos ayer por aquí para regocijo y admiración del personal, que los miraba como si fueran de verdad astronautas. Vinieron, naturalmente, a promocionar la película... ¿a qué iban a venir, si no era a esto... a saludar al señor Barbera, director de la Mostra? Al señor Barbera, a este paso, no lo va a saludar nadie, pues se empeña en hacer un festival del que se salen las películas por los bordes, con una sección j) ficial preñada de títulos y un ritmo e proyecciones que le impulsan a uno a ai ordarse, si no del señor Barbera, sí de algunos de sus antepasados. (Más información en página 69) Comimazis Esta especie de acrónimo es el término despectivo con que fueron conocidos en EE. UU. todo un selecto grupo de escritores alemanés escapados de la barbarie nazi durante los años treinta y cuarenta. Y éste es también el título de un. nuevo libro publicado por la Universidad de Yale que documenta cómo el FBI no perdió nunca de vista a exiliados de la taUa dé Thomas Mann, Bertolt Brecht, Erich María Remarque, Lion Feuehtwanger o Hermann Broch. Según un estudio del profesor Alexander Stephan- elaborado con 10.000, documentos secretos de EE. UU. facilitados en virtud del Acta de Libertad de Información- el FBI y otras agencias oficiales realizaron un considerable esfuerzo de espionaje sobre las actividades de estos asüados insignes. Los agentes federales no dudaron en interceptar cartas e incluso estudiar las vidas sexuales de estos sujetos que en general compartían ideas de izquierda. La tesis del nuevo libro, que ya se ha publicado en Alemania, es que los servicios de inteligencia norteamericanos realizaron un control de estos intelectuales mucho mayor de lo que nunca se había llegado a sospechar. Estas intromisiones se justificaron no sólo por el temor a infiltración de agentes y saboteadores nazis en territorio norteamericano, sino también ante el riesgo de que estos intelectuales ayudaran a establecer un futuro Gobierno alemán pro- soviético. Toda esta colonia de insignes alemanes se dividió entre la cosmopolita Nueva York y Los Ángeles, que Uegó a conocerse en esos círculos como la Weimar del Pacífico. De todo el grupo, el que habría demostrado mayor entusiasmo pro- americano fue el premio Nobel Thomas Mañn, que según los documentos publicados Uegó a suministrar al FBI múltiples pistas sobre simpatizantes comunistas. En el otro extremo de hostüidad hacia sus anfitriones norteamericanos se encontraría el propio Bertolt Brecht, que terminaría por convertirse en 1947 en blanco de la histeria anticomunista propagada por el senador Joseph McCarthy. El FBI Uegó a colocar micrófonos en un motel de Santa Ménica donde Brecht se reunía con su amante Ruth Berlau.

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