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ABC MADRID 30-08-2000 página 27
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ABC MADRID 30-08-2000 página 27

  • EdiciónABC, MADRID
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ABC MIÉRCOLES 30- 8- 2000 NACIONAL 27 LA OFENSIVA DE ETA Los altos hornos del terror nunca se apagan ETA acrecienta con su escalada el chantaje y la coacción a una sociedad vasca desmoronada urante el fin de la Semana Grande de Bilbao, ondearon en las farolas del puente del Arenal los retratos de los cuatro etarras. muertos en Bolueta al estallarles su pro- pió coche- bomba. Lepoan hartu eta seguí aurrera rezaba el lema de los carteles, el mismo que EH. mostró con jactanciosa impunidad en el homenaje a los asesinos en el Arenal, con Otegui e Idígoras como simios sacerdotes dé la liturgia apologética. Coge al compañero caldo y sigue adelante La masa que acudía a las txosnas y a las atracciones de la Aste Nagusia pasaba indiferente ante aquellos retratos. Indiferente, distraída... ¿O no sería mejor decir entregada, rendida, aniquilada, ante aquellos estandartes que les invitaban a seguir cargando a sus espaldas con la muerte, incluso con la de los verdugos? Elias Canetti se sublevaba en imo de sus escritos contra la extraña idea de que se puede luchar contra todo menos contra la muerte, como si hubiera otra cosa contra la que tuviéramos que luchar Sublevación contra la muerte, contra los asesinos y sus cómplices. El espíritu de Ermua fue el primer hito de aquella sublevación, pero en Lizarra la muerte volvió a recuperar terreno, a ganar batallas. En el Arenal bilbaíno, salió al escenario hace imas semanas sin pudor ningimo, saludó puño en alto, desplegó el anagrama del hacha y la serpiente. La jalearon con entusiasmo. Señoras de edad venerable, niños en brazos de sus padres y jovencitas sin plan aquella tarde corearon a voz en grito Gora ETA Militarra Y mientras tanto en Bilbao, como en Durango; Hernani o Marquina, decenas de miles de ciudadanos dormían o simulaban dormir la siesta. Las tiendas y los bares cerrados, las persianas bajadas, las calles desiertas. Como en un pueblo siciliano cuando Uega la hora de la vendetta Tened cuidado porque estos matan, estos están haciendo la guerra nos dijo en San Sebastián un empresario apenas un día después de haber enterrado a su amigo José Mari Korta. Y su advertencia resonó en nuestra cabezas como un eco a lo largo de nuestro viaje por el País Vasco. Un eco paralizante, como el de los coches- bomba, las bomba- lapa o los tiros descerrajados a bocajarro. Estos matan Lo sabe ya todo el mundo, desde SaUent de Gallego a Zumaya, pero en el País Vasco esa certeza agarrota las conciencias. Los cerebros de ETA lo saben. Ayer volvieron a sxmíar un muerto más á su cuenta para seguir aniquilando las últimas resistencias. El agarrotamiento produce un cansancio súbito de los músculos: entonces las fuerzas flaquean y el cuerpo se desmorona. La sociedad vasca está desmoronada, atmque intente ocul- D El País Vasco se despertó ayer de nuevo con otro asesinato de ETA. Se despertó dentro de un sueño, como el que sueña que está soñando que se despierta. Trece tiros a bocajarro que sonaron como campanadas a medianociie y una más. En tiempos, cuando las alimañas bajaban del monte para saciar su sed atávica de sangre, el pueblo corría a repicar para dar la alarma. Ahora son ellas mismas, las fieras, las que hacen sonar la campana, mientras una parte del pueblo las jalea y otra sueña. Entrada del taller Korta, donde ETA asesinó al empresario guipuzcoano tarlo cegándonos los ojos con los brillos del titanio del Guggenheim; Ya no tenemos edad para esto decía resignado im anciano ante la enésima manifestación proetarra en recuerdo de Rementería y los suyos. Y mientras, los asesinos siguen moviendo fichas de un lado a otro en su abaco sangriento. Amontonan hoy la muerte de Manuel Indiano, acribillado al más puro estüo mañoso, en ese balance contable que Íes- permite rentabüizar, día tras día, el ejercicio de su poder sobre la sociedad vasca. La sangre de Manuel Indiano asegurará hoy a ETA y sus secuaces políticos el engrase necesario para que siga funcionando su maquinaria de extorsión y de coacción. La fábrica de terror no debe parar su producción, debe salir siempre himio de la chimenea: si se apaga el homo luego puede costar mucho volver a encenderlo. Porque el miedo de una sociedad es im metal que se forja a centenares de grados de muerte constante. A más de ochocientos. Hoy cuesta decirlo, porque es una certeza que carcome, que debüita: ETA ha conseguido ya lo que- quiere. No es la construcción nacional de la que hablan sus sicarios en sus co- mimicados de guerra ni sus sanedrines desde siis pulpitos políticos. Nadie puede creerse, ni ellos mismos ni quienes les alientan a seguir aspirando a. ese escenario futiiro de país libre que vtna Euskal Herria constniida con el asesinato y el secuestro, pueda ser aceptada hoy y nimca por ningún organismo internacional. Es otra cosa lo que buscan, lo que tienen ya en sus manos: la dependencia de la sociedad vasca a sus dictados a través de ima guerra contra todo y contra todos. Al dictado del que apunta en clase, con la mano que simula una pistola, al profesor enemigo Al dictado del que recoge el maletín de un empresario nacionalista que paga por su vida como por im bien alquüado. Al dictado del que escribe entre una diana el nombre de im concejal españolista como una diversión de feria. Al dictado del que increpa a un ertzaina al grito de Esta noche mira debajo de tu coche Cuando la mitad de los vascos mira por la mañana debajo de su coche, mientras la otra mitad busca entre los posos del café su argimiento diario para no sentirse en la lista de objetivos de los asesinos, resiüta difí- cil no certificar que ETA ha escalado hasta su máxima cvmibre. Como si en lo alto del Bizcargui, sobre el vahe de Guemica, los terroristas hubieran emplazado im sitial de juez para sentenciar, con la pena de muerte o la absolución, a todos los vascos. ¿Qué ha hecho de malo José Mari Korta para ser asesinado se preguntaban los amigos del empresario, desde Ibarretxe a Sudupe. Y sin quererlo, reclamaban una razón a esa alta magistratura siniestra que dicta desde el monte, entre las nieblas, lo que está bien y lo que está mal, lo que debe hacerse y lo que no debe hacerse. Y sin quererlo, reconocían, a ETA como instancia de poder supremo, dador y quitador de vida, que gobierna las justificaciones pusilánimes y las rendiciones morales de los que buscan garantías frente a los pistoleros. Durango, Tolosa, Zxunaya, Zmnárraga... Los carteles dé población de las autopistas del País Vasco han ido delineando este verano la última cartografía de los crímenes de ETA. Pronto no quedará ningún rincón de esta regiónque no haya asumido esa condición sacrificial. Los escenarios de la muerte se superponen a todo símbolo local, a todo monmnento, ante la resignación fatalista de los paseantes. En Durango, la esquina donde asesinaron a Pedrosa. En Tolosa, el bar donde cayó Jaúregui. En Zumaya, los talleres Korta donde el empresario fue destrozado por el coche bomba. Eran lugares sin historia, marcados por el indolente paso de los días. Hoy son marcas, límites, señales de frontera dé ese imperio de terror que va extendiendo sus dominios como una sombra. Un imperio que no entiende de pactos, jii de instituciones ni de partidos, que se perpetúa y consolida en el sufriiniento, en la impotencia, en la aquiescencia, en el silencio. Contra ese silencio baten las manos de los. vascos que se reúnen ante los Ayimtamientos para condenar los asesinatos de ETA, como harán hoy ante la muerte de Manuel Indiano. Aplausos que resuenan entre la indiferencia de muchos, que pasean absorbidos en sus cosas por las calles del País Vasco y del resto de España, pero que sirven para acaUar ese eco aniquilador que incluso los indiferentes sienten en sus vidas. Contra ese silencio ha escrito Cristina Cuesta un libro atronador, Contra el olvido qué nos. recuerda nuestra deuda con las yíctimas. Una deuda que se acrecentó ayer con la vida del concejal popular de Zimiárraga. Como aconsejaba hacer Claudio Magris frente a las víctimas de una muerte sin sentido, hoy los vivos solamente podemos pedirle perdón a Manuel Indiano ante su cadáver acribillado. La sociedad vasca también. PedroCORRAL

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