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ABC MADRID 29-08-2000 página 40
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40 CULTURA MARTES 29- 8- 2000 ABC CRITICA DE MÚSICA CRITICA DE MÚSICA Olavide, último estreno santanderíno Festival Internacional de Santander. Cuarteto Parisli. Obras de Schubert, Olavide y Beethoven. Concierto homenaje a Enrique Franco. Lugar y fecha: Santuario de la Bien Aparecida, 27 de agosto. Gran exhibición pianística de Arcadi Volodos Quincena Musical Donostiarra. Obras de Brahms, Schumann, Rachmaninof y Liszt. A. Volodos, piano. San Sebastián, Sala de cámara del Kursaal, 27 de agosto. Muere Jack músico de rock ganador de un Osear LOS ANGELES. ABC La jomada musical que voy a comentar, además de ser la de clausura del trigésimo ciclo estival del Santuario mariano de Ampuero- -integrado, como se sabe, en el Festival santanderíno- era también la última en la que se programaba uno de los encargos estrenos de la edición. Se trataba del Cuarteto número 4 del destacado compositor Gonzalo de Olavide (Madrid, 1934) escrito para la ocasión. Si alguna nota ha de subrayarse en primer lugar en la nueva obra- -magistraknente explicada, por cierto, por el Cuarteto Parisii tan vinculado ya a la historia de este Festival- creo que debe ser la de la clara impresión que ofrece de obra absolutamente madiu- a en su ideación y en su formulación, sin que nada falte ni sobre. El mismo autor expone en sus intenciones que la forma no se limita a cumplir misiones de simple molde, sino el encadenamiento mismo de los módulos- -treinta y seis, en este caso- -disgregados entre los cuatro instrumentos El nuevo título, de poco más de diez minutos de duración, juega con continuos intercambios entre fórmulas lineales y breves diseños puntuales que se alternan entre los cuatro instrumentos, y ellos con riqueza y variedad interna tal que impide en alguna medida- -y podría decirse que bienaventuradamente- -el deseo del compositor de que se entienda el discurso todo como una frase única e inintemmipida El Cuarteto número 4 para cuerda, de Olavide, ovacionado con insistencia entre los intérpretes por el público que abarrotaba la iglesia, está dedicado al músico y crítico Enrique Franco, en cuyo homenaje se había organizado por la Dirección del Festival- por tantos y tantos servicios a la música española, de los cuides su fiel asistencia y dedicación a la manifestación montañesa en todas sus cuarenta y nueve ediciones solo es una pequeña muestra- -este concierto que comento. Que se había iniciado por los componentes del Parisii con vma excelente versión del Cuarteto número 13 en la menor, D. 804, Rosamunda de Frank Schubert con resultados materiales todavía mejores- y que cerraron en la segunda parte, con el Cuarteto número 9 en Do mayor, opus 59, número 3, de Beethoven. Leopoldo HONTAÑÓN l joven y célebre virtuoso del piano Arcadi Volodos planteó, para su recital en el festival donostiarra, un programa que- -como si fuera el negativo del que comentamos hace un tiempo en otro festival norteño- -se componía de buena música y escogida con coherencia y lógica: Brahms, Schumann, Schubert, Liszt. Quizá algún día le escuchemos el programa anxmciado, pero esta vez tampoco fue así, pues una Sonata de Schubert y tres de sus Lieder transcritos por Liszt anunciados fueron sustituidos a última hora por cinco piezas dispersas de Rachmaninof, con lo cual el programa perdía parte de aquella coherencia. Y luego empezó un cuarto de hora tarde. Pero vayamos a los resultados, que es lo que más importa. Volodos es tm pianista superdotado. El instrumento no parece tener secretos para él, sus ejecuciones son abrumadoras por el grado de virtuosismo que alcanza, pero, a la vez, transmiten la sensación de natiuralidad: no tiene que vencer las diñcultades, porque éstas no existen. De hecho, si las hubiera, al joven maestro Volodos le deben parecer pocas, pues nos presenta arreglos de obras de Liszt o de Rachmaninof, versiones propias que tienden a añadir notas- es decir, dificultades- a las partituras originales de aquellos dos enormes pianistas y compositores. Pero si el pianista siempre convence, el intérprete a menudo extraña. Arcadi Volodos pertenece- y me parece muy bien- a esa raza de intérpretes que se sientan ante una partitura como si nadie antes que ellos lo hubieran hecho. No es que se conforme con buscar su propia interpretación, sino que parece ignorar cuantas se E hayan llevado a cabo anteriormente, posición que, obviamente, uno ni quiere ni puede compartir: de ahí la extrañeza. Con esta sensación de haber estado ante im abnunador pianismo y de haber escuchado versiones heterodoxas del Tema y varia clones en Re menor de Brahms y de la hiperromántica Kreisleriana de Schimiann salimos al descanso. Pero sacamos nuestro pañuelo al aire ante el resultado de la segimda parte: difícilmente podemos imaginar im Rachmaninof y un Liszt de mayor altura que el que escuchamos a Volodos. Del ruso interpretó un Estudio una Romanza un Preludio tma Serenata y vm Andante con impresionante despliegue pianístico e inatacable fraseo, mientras que del húngaro escuchamos una versión difícilmente repetible de la Balada en Si bemol menor y de la Rapsodia húngara núm. 13 ésta en versión retocada por el intérprete. La extensión dinámica con que se produjo Volodos marcó distancias inauditas entre la delgadez sonora de los pianísimos y la amplitud casi orquestal de los fortísimos, y la pulcritud con quederramó octavas y fusas vertiginosas, pero distinguibles una a una, realmente nos admiró. El joven maestro diu- ante todo el recital acalló las ovaciones pasando a tocar la siguiente pieza y, al fínal, entre intenso clamoreo, ofreció cinco o seis propinas- perdí la cuentaque nada añadieron a lo que ya había dicho y de las que retengo especialmente la exquisitez musical conque interpretó ima danza del Cascanueces de Chaikovski. Arcadi Volodos conquistó a su audiencia. José Luis GARCÍA DEL BUSTO. El compositor de rock Jack Nitzsche, que trabajó con los RoUing Stones, así como con NeU Yoimg, y que ganó un Osear por el tema de la película An Oñícer and a Gentleman falleció, a los 63 años, de im paro cardíaco provocado por una infección bronquial recurrente, en el hospital Queen of Angels de Hollywood; según im comunicado divulgado por Susan Clary, informa Reuters. El trabajo de Nitzsche estuvo vinculado a muchos de los más grandes éxitos y grabaciones de la era del rock. Hizo arreglos para numerosas canciones producidas por Phil Spector, incluyendo She s a Rebel de The Crystals y River Deep, Momitain High de Ike y Tina Tumer. Con un ambicioso buscador de talentos llamado Sonny Bono, quien dio a Nitzsche su primer trabajo en la industria de la música, escribió el éxito de 1964 de Searchers, Needles and Pins Nitzsche trabajó con los RoUing Stones en los 60, como teclista en canciones como Let s Spend the Night Together Play With Pire y Paint It, Black Su trabajo para el cine incluye las películas Performance El Exorcista Starman Atrapado sin Salida An Officer and a Gentleman y las películas de Sean Penn, The ludían Runner y The Crossing Guard En 1976 recibió una nominación al Osear por la música original de Atrapado sin salida y en 1983 compartió el Osear con Biiffy Sainte- Marie y WUl Jennings por Up Where We Belong el tema de An Officer and a Gentleman La carrera de Nitzsche estuvo marcada por episodios de drogadicción y problemas con la justicia. Karíta Mattila ñie la sirena anegada en Salzburgo SALZBURGO. Juan Antonio Llórente Salzburgo es así, lo saben bien sus habitantes y los cificionados que acuden al Festival año tras año. O te congelas, o te asas. El esperado concierto de la soprano finlandesa Karíta Mattila en el auditorio principal del Mozarteum fue viva prueba de eUo. Mattüa, que tiene ese algo de sirena que suele acompañar a las rubias nórdicas, convenció en Scdzburgo el pasado año. Primero, como Donna Anna, en el Don Giovanni de Mozart; después, en concierto con las canciones orquestales de Richard Strauss con la filarmónica vienesa a las órdenes de Claudio Abbado. El esquema de esta edición ha sido similar al de la anterior. Mozart como plato fuerte- -en el Cosi fan tutte, junto a María Bayo- -y, de postre, este recital, con Malcom Martineau al piano. Arrancó el programa con cinco de las canciones de Schubert cercanas a las arias operáticas, más adecuadas para la voz punzante de Mattila que los lieder introspectivos del músico romántico. Seguían al bloque schubertiano unas piezas breves del joven compositor Jauni Kaipanen, finlandés como la soprano. Al ir a comenzar la segimda, se produjo la nota pintoresca. La sirena, asfixiada por el insoportable clima reinante, se quitó la capa de escamas doradas que la cubría, como si se tratase de vm hada de cuento, tirándola hacia atrás de un modo violento y divertido al tiempo. Seguidamente, en una genuflexión simüar al saludo ante un personaje de la realeza, se despojó, tmo a uno, los zapatos de atrevido tacón. Todo quedó ahí, aunque la audiencia, solidariamente re- ceptiva, estaba preparada para cualquier cosa. Sobre todo, al comprobar como, al continuar defendiendo con coraje los complicados temas de Kaipanen, el sudor resbalaba copiosamente desde el rostro hasta el generoso escote de Mattüa, con riesgo de que la sirena acabase cociéndose en su propio jugo. Para la segimda parte, la más esperada, con los siete primeros lieder de Alban Berg y cuatro más de Richard Strauss, Mattüa optó por un terno nuevo; un auténtico traje de luces: flores blancas sobre un campo de plateados espejuelos centeUeantes, ajustado al cuerpo de la beldad nórdica, que magnificó sus posibUidades frente a la obra de Berg y Strauss, esgrimiendo su voz, aguda y fría como un cuchUlo de hielo, que en parte alivió los rigores de la audiencia.

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