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ABC MADRID 22-08-2000 página 13
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ABC MADRID 22-08-2000 página 13

  • EdiciónABC, MADRID
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ABC MARTES 22- 8- 2000 OPINIÓN 13 BREVERÍAS Jaume Matas Más incendios Más incendios y más superficie quemada. Según los datos facili- tados por el Ministerio de Medio Ambiente, en lo que va de año se ha producido un repunte en el número de incendios que, aún estando lejos de las escandalosas cifras de hace cinco años, ha de hacer que todos, Administración y administrados, extrememos las medidas de precaución. Por desgracia, algunos fuegos han afectado o amenazado a zonas protegidas, de alta riqueza medioambiental, como Creus, Cazorla o la Caldera de Taburiente. Si cualquier incendio es desastroso, cuando alcanza a un parque natural suele adquirir formato de catástrofe. Queda bastante verano y la alerta no debe desaparecer. I M P U E S T O KV ü X n T l J A B K 6 -S O crea también un i P dinero- -Pues para que veas lo que son las cosas, mucno m se sacaría sobra las inutilidades. mee h C (iJir XóÜMfo) l He i JuMh éiim DEMÁS del Aofreció Moscú fríola- -por febrero era la primera impresión que me ñie tristeza. Poco después descubrí que ni el frío ni la tristeza eran las colunmas que sostenían a Rusia. El gran país derrotado por su propio sistema se mantenía gracias a las chapuzas. En el lujoso hotel Metropol, a cien metros escasos de la Plaza Roja, la calefacción funcionaba a tope, brillaba la limpieza y en el bar y restaurante se respiraba el ambiente de los grandes establecimientos occidentales. Aquel hotel sólo era ruso porque estaba en Moscú y sus empleados lo eran. Rusia quedaba en la calle, en las muchedumbres sin esperanza, en el mercado negro del dinero, en la inflación insostenible, en las colas que se formaban en busca de casi nada, en los comercios cutres, en las miradas inconcretas de sus hombres y mujeres. La capital del imperio soviético, del sueño marxista- leninista, era después de siete décadas de comunismo, una pütrafa, un harapo, una estufa estropeada, im olor a berza de noveno quiaquenio koljosiano, tma ciudad oscura desde dentro, ima síntesis estremecedora de la chapuza. El pueblo sin nada, el Ejército sin botas, el viejo poder soviético adaptándose a su nuevo papel de mafia internacional y la educada miseria de sxis gentes sometida a ima tristeza infinita. Todos los recursos del poderoso y riquísimo imperio soviético habían volado a espaldas de la eluda- danía. El mimdo sabía que todo el derroche militar y poücial había dotado a la URSS de ima fuerza compacta, sólo equiparable a la de los Estados Unidos de América. Para conseguir ese poder militar, poücial y espacial, el comunismo había dejado hambriento al pue- ALFONSO USSÍA Chapuza En Rusia sólo funciona lo que nada tiene que ver con los rusos, mafia aparte Fernando Arrabal El gran okupa del teatro En El cementerio de automóviles duermen el deseo y la voluntad, bostezan los dioses. Femando Arrabal, con quien ofrecemos una entrevista en páginas de Cultura, ha creado un mundo donde los hombres son okupas de sí mismos, fatigados por ritos absurdos cuyo significado ignoran. Su montaje a cargo del Centro Dramático Nacional, que se estrena el viernes, es una prueba del rigor con que Pérez de la Fuente rinde homenaje al teatro español del último medio siglo. Tras Nieva, Aub y Buero, tenía que llegar la obra de este melülense audaz para seguir la secuencia de wi ceremonial profundamente español: en el cementerio del auto sacramental, la vida se niega a sentirse abandonada. blo, sin estructuras sus ciudades y pueblos, sin futuro a sus gentes. El mundo sabía lo que ignoraba. Que aquel escaparate era de cartón, que los fracasos espaciales se habían silenciado y sólo reconocido los éxitos, que la mitad de los buques de la Armada estaban amarrados, que su Ejército nó cobraba y tenía hambre, que sus aviones caían como moscas, que su deuda era inabarcable, que su ruina era absoluta. Aquel Moscú Mo y triste que no sonreía era el escaparate de lujo de ima pobreza cruel y acumulada durante setenta años de dictadura comunista. Para llegar a ese cuadro trágico, un precio de centenares de millones de muertos y de siete décadas sin libertad. El sUencio informativo comunista, muy bien respaldado por encientes colaboradores occidentales, no reconocía la chapuza del presumible poder soviético. Por una fuga en una central nuclear occidental se armaba la marimorena, y los obedientes ecologistas sandía denunciaban las maldades del imp erialismo yanqui. El silencio vino cuando lo de Chemobyl. Las antiguas repúblicas anexionadas por Stalin se fueron cada una a su ruina parti- cular, y los países satélites del Pacto de Varsovia enconfraron la libertad. Pero quedó en la práctica el vicio del ocultismo adquirido durante la tiranía. Lo del submarino nuclear Kursk hundido en el mar de Barents no es más grave que la paralización de la mitad de los autobuses públicos moscovitas. Sí más espectacular y frágico. Un grupo de buceadores civües noruegos ha sido capaz de trabajar con más eficacia en veinticuatro horas que toda la Armada soviética en siete días. Se hunden sus submarinos lo mismo que se caen sus Tupolev y se funden los plomos del Teatro Bolshoi en plena representación. Porque todo es chapuza. En Rusia sólo funciona lo que nada tiene que ver con los rusos, mafia aparte. La muerte terrible de los 118 marineros del Kursb duele más por la angustia de su proceso, pero no puede sorprendemos. Sucede que ya el süencio y la nube negra de la información dirigida han perdido su invencibilidad. Cada vez que en Rusia se quema un aparato de televisión recién fabricado se está hundiendo un Kursk doméstico. Y se hunden a miles todos los días. Aquel Moscú frío y friste, habitado por cordiales, cultos, y deshabitados rusos- -a sí mismos despojados de sus esperanzas- nada tenía de ciudad deprimida por una razón de cambio político y adaptación a un nuevo sistema. Aquel Moscú era la muesfra de la mentira. La chapuza plena. La ciudad donde sólo los turistas y los ricos- -éstos provenientes del Partido Comunista- -tienen el derecho de poder sonreír. Lo del Kursk es una anécdota más, dramática e hiriente, de ese gran imperio que sacrificó la libertad de los suyos en beneficio de la prisión y la chapuza.

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