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ABC MADRID 18-08-2000 página 69
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ABC MADRID 18-08-2000 página 69

  • EdiciónABC, MADRID
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ABC VIERNES 18- 8- 2000 69 gente de verano Cuaderno de estío s? Sobre estas líneas, un gato muerto en la carretera de la costa. A la derecha, líno de los clubes que jalonan la carretera TORRENUEVA (GRANADA) Nadie los recoge. Cadáveres frecuentes como atropellos, sobre todo en cairreteras nacionales y comarcales, a la entrada de pueblos y ciudades, tachonando arcenes, guiñapos tritutados una y otra vez, pudriéndose al sol, con la dentadura como ima máscara africana de la adversidad. Si hiciéramos un recuento de víctimas desde que empezó el viaje, un ya lejano y desvanecido 15 de julio, el gato sería el rey del cementerio vial, muy por encima de otros cadáveres que entran súbitamente en el campo visual y olfativo, sobre todo cuando se trata de víctimas iÍBcientés. Un grito, un aullido tras ekgolpe seco contra la carrocería o las ruedas, un frenazo, un intento de evitar la colisión, el atropello, casi siempre la muerte súbita, pero no siempre. A veces se quedan malheridos, gatos de siete vitas agonizando en medio de una procesión de agosto, por la cinta negra de la calzada, bajo el sol, coches que nos Uevan, millones de desplazamientos, según las últimas estadísticas. Como las de accidentes, muertos, heridos, familias enteras borradas de un pliunazo de la faz del día. Pero no hay recuento de animales disecados, gatos, perros, ratas, erizos, pájaros, conejos, lagartijas, culebras, lagartos, comadrejas... La fauna que intenta atravesar al otro lado por donde no hay vado, muros de Berlín invisibles de nuestro incontestable avance sobre el resto de las especies animales, que no tiene vacaciones y su lucha por hacerse un lugar al sol forma parte del instinto, no del convenio colectivo no de la misa del olvido. La muerte sale a buscarles y sus verdugos ni siquiera Un gato muerto a la orilla del n t club saben que van a serlo, que lo son. ¿Quién no tiene un cadáver sor la conciencia de su chasis? A veces verdugos de primera instancia, otras de guardia, los del descabello, los qué le dan la puntilla al bicho en la tela de araña de las carreteras de España. Tantos animales muertos como una profanación del aire y el suelo que respiramos, mojones negros, que el sol atiranta, y luego viene im aguacei- o y los Ueva ríóábajó, á la escombrera del arcén. Las carreteras son un cementerio a cielo abierto, donde el sol imparte justicia amaños Uehasy los reflejos metálicos dé los automóviles que huyen ni siquiera ádminis tran una bendición laica, destellos en el ojo dorado que gasta secarrales y árboles solitarios como si el campo fuera un museo, de cuando España no era un país de camareros, camareros todos, país de servicios, parque temático del ocio mundial, con su ración de gatos muertos, tapa para las moscas y las hormigas tigre, cadave- Mar Torrenuevo res que apartainosde los ojos y de la conciencia acelercmdo hasta la siguiente estación de servicio, soriibra, playa, hotel, abrevadero. Y junto a los cadáveres, otra constante del camino, otra certeza, otra luciérnaga furiosa que pimtea la red viaria como si la noche fuera para los palacios disfrazados y los espejismos, barras, baños, lechos donde esconder jofainas y palanganas de des- das carreteras son un cementerio a cielo abierto, donde el sol imparte justicia y los reflejos metálicos de los automóviles ni siquiera admjnistran una bendición laica amor y dar rienda suelta a la arrogancia del dinero y otras devastaciones. Han ido creciendo a la orilla del tránsito con más constancia que los cadáveres de los gatos españoles, sacrificados a mayor gloria de nada, sin que nadie jamás se detenga y saque la palita de zapador infantü a enterrar al gato muerto. Han florecido como setas venenosas, pan dulce que mojar en aceite y whisky, hoteles del sexo rápido, amor de aquí te pulo y aquí te mato, aunque algunos clientes se conviertan en párroquiar nos de estas iglesias paganas, ilvuninadas como santuarios de neón. Car sas de putas ahora reconvertidas en el exotismo gramatical del night club, casi siempre en el límite de las antiguas murallas, también en medio de secarrales y descampados donde sólo el cardo borriquero crece ai- roso, hoteles del placer en la era del vacío, alimentados a menudo por mañas que chantajean y esclavizan a mujeres del éste de Europa y de Latinoamérica y de Asia y de África, de, lugares donde la palabra porvenir es sinónimo de sarcasmo. Hasta diez mü mujeres ha contabilizado la Guardia Civü empleadas en hipermercados de olvido y que además del alivio más o menos rápido se incluyen servicios como peluquería, gimnasio, marisquerla, resturante erótico, kíoscojoyería, sex- shop y hasta lavado del coche, para que cuando el usuario vuelva a la carretera y a la oscuridad, donde los gatos muertos que alfombran la ruta no se ven y los night clubs se han convertido en faros de luz negra, la carrocería impecable sea la única conciencia. Alfonso ARMADA

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