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ABC MADRID 09-08-2000 página 78
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ABC MADRID 09-08-2000 página 78

  • EdiciónABC, MADRID
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78 MIÉRCOLES 9- 8- 2000 ABC gente de verano Los clásicos de ABC La Peppera llí están todos, metidos en estrechas cajas de cemento, esperando la muerte. Cuando se abre la puerta, se arma una algarabía de llamadas, aquí estoy aquí estoy aquí estoy parece que dicen, pero son muchos y la puerta se abrió para salvar a uno solo. Allí está el perro de aguas amigo de los niños de la casa, el que pasa todas las horas de su vida junto a ellos para protegerles de los terribles peligros que les acechan; allí también el compañero del estudiante, el único testigo de sus desvelos, y el guardián de la casa, y el bromista, que con sus juegos y piruetas, se hace perdonar latrocinios en la cocina. Allí esta el amigo del humilde, del pobre, el único que no tiene en cuenta su condición. Allí están todos esos muertos de amor por sus amos, presintiendo que los van a matar porque éstos no han pensado que pudieran estar allí, o porque, demasiado pobres, no pueden pagar la multa del rescate. Y los van a matar porque algún verano que otro hay im perro rabioso No importa que al perro enfermo se le distinga con cierta facUidad; se aplica la medida prusiana de detener a todos y matarle por si acaso Probablemente, el rabioso, si lo hay, no se ha dejado coger, porque es diñcil enlazar al perro desconfiado, al perro vagabundo. Pero a los perreros no les importa demasiado eso; se trata de atrapar a los que se dejen, y por eso salen tempranito, a esa hora en que los canes tienen su recreo, cuando las puertas de las casas se les han abierto para que vayan a descubrir esos misteriosos perfumes que son como mensajes clandestinos; es su hora del correo y se enteran del pasaje de algún congénere conocido que no ha podido comunicarse de otra manera con ellos. Es también la hora del amor, de la aventura, cuando im grupo de currutacos dan escolta a la vampiresa de la calle. Luego, mientras sus dueños entran y salen sin poderles llevar consigo, ellos se quedan en casa, junto a la señora mayop o en el cuarto de plancha haciendo compañía a las muchachas, saludando cortésmente a ese pariente que está haciendo el servicio en Madrid. Y luego, de noche, esa espera angustiosa del amo, ¿vendrá o se habrá marchado para siempre? Porque el corazón del perro tiene siempre esa angustia terrible, y cuando oye la cerradura y vuelve su amigo, ¡qué alegría! ¡qué abrazos y qué caricias! Ya es feliz, no se cambiaría por nadie, ya está el amo en casa y se puede enroscar a dormir sin más sobresaltos que esas pesadUlas, cuando sueñan que se han perdido o que los han raptado con un lazo avieso. El perro abandonado no hace daño a nadie; se le podría recoger, y, al enterarse de su estado sanitario, volverlo a dejar en libertad. Porque es mentira que esté abandonado. Todo perro tiene su dueño o, por lo menos, su amigo, y si no lo tiene, él termina por buscarlo, por unirse a tanto hombre abandonado, necesitado de un cariño tan puro como el que le ofrece el can. Pero en todo caso, el perro abandonado y el peligroso está en lá caUe, en los solares, en las afueras, a todas horas del día. ¿Por qué entonces eli- A Edgar NeviUe Publicado el 5 de enero de 1956 gen los perreros las primeras horas de la mañana para su recogida, precisamente a la hora en que los perros sanos y con dueño tienen su recreo... Es natural que se quiera suprimir un peligro, pero el procedimiento es bárbaro y parece inventado por Herodes. Los perreros van a esa hora mañanera laceando todos los perros que ven; no les importa que Ueven coUar, que a todas luces sean perros bien cuidados, que denotan tener dueño. No se preocupan ni en preguntarlo en las casas vecinas; lo enlazan y al coche; ellos aplican las órdenes sin discriminación, de ima manera obtusa, nazi. Y allí van los pobres perros a oler su muerte, a presentirla, sin explicarse qué delito han cometido pcira ese fin tan triste. De la perrera se sale deprimido pensando en el desconsuelo de los humildes, a quienes quitaron su único amigo porque no podían pagar el padrón y reconciliándose con los chicos de la calle que gritan y alborotan delante de los perreros para que se les escape la caza. A partir del próximo domingo, el lector encontrará en estas inas el relato Pulp Fíction del escritor Juan Manuel de Prada.

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